Soy perfecto y nunca me he equivocado

Esa frase anterior nunca lo podrá decir ningún ser humano, en medio de nuestra diversidad, una de las pocas cosas que tenemos todos en común, es que todos cometemos errores.

El problema no es fallar, el detalle del asunto no es cuantas faltas se han cometido, sino lo que ocurre después de cometerlos, ¿cómo reaccionamos?, ¿los admitimos?, si el error cometido causó daños a terceros ¿nos disculpamos?, si nos sentimos derrotados ¿lo superamos?

La vida real no es como editar un documento, para usar el comando ctrl + z y cancelar una estupidez, tenemos que aceptar que todos podemos equivocarnos, pero eso sí, sin valernos de esa realidad para cometer fallas a conciencia, sobre todo esas que pueda dañar a otras personas.

Otra característica propia de nosotros los sapiens, es que tenemos la habilidad de cometer el mismo error una y otra vez, la mayoría de las veces, a conciencia de nuestros hechos, y en algunos casos creyendo que obtendremos un resultado distinto, causándonos frustración, vergüenza, y baja autoestima.

Cuando observamos a otros cometiendo errores, tendemos a etiquetarlos, emitimos un juicio, que a veces es una sentencia a condena eterna, olvidando la capacidad de redención, del aprendizaje y de la retroalimentación, definiendo a esa persona por la falla cometida, olvidando que una equivocación es una parte de nuestra vida, no es el "yo" completo, incluso si es un simple desliz o algo grave, como individuos, tenemos la capacidad de enmendarnos, solicitando disculpas y reparando los daños.

Muchos de nosotros somos lo que somos porque hemos aprendido de nuestros errores pasados, por lo tanto, podemos ofrecer a los demás, un voto de confianza, el beneficio de la duda, de que podrán levantarse, aprender, evolucionar y seguir avanzando, gracias a la o las fallas cometidas.