El origen del trompo es incierto, existen testimonios de que Platón lo empleaba como metáfora del movimiento y el poeta romano Ovidio también menciona este juguete en sus poemas. En el curso de unas excavaciones realizadas en Troya fueron encontrados unos trompos hechos de barro y otros ejemplares han sido desenterrados en Pompeya.

Los trompos en el Estado Sucre nacen de una rama, con el diámetro necesario como para ser torneados por un experto artesano que sonríe, cuando le va dando la forma buscando la perfección circunscrita en un inevitable equilibrio axial, creando un ovoide aguzado donde embona la punta metálica. Las maderas más utilizadas son el cremón, palosano, poui y araguaney; maderas autóctonas que se caracterizan por su dureza, así estos guerreros podrán resistir las batallas por librar. La altura del trompo puede variar entre los seis a diez centímetros.
En la ciudad de Carúpano, Estado Sucre, en el taller “El Torno E’FAÑO MATA” observamos como Miguel hijo del fundador de esa empresa elaboraba, sonreído, los trompos. Al momento de insertar el clavo se hace con mucho cuidado, es preferible introducirlo luego de hacerle una guía con el taladro. Se debe dejar como mínimo un centímetro de punta, por si queremos afilarlas.

Se toma el cordel, se le da una vuelta en el remate, con firmeza se sostiene con los dedos, se baja hacia la punta y allí comienzas a subir enrollándolo hasta llegar al punto medio. El sobrante del cordel lo sujetas al dedo índice y medio, con dos vueltas, para lanzarlo con determinación al piso con la fuerza de un latigazo, para hacerlo girar.
Cuando giraba y “bailaba plumito”, yo de niña colocaba la mano abierta con la palma hacia arriba, dejando una brecha entre el dedo índice y medio, el trompo sin detenerse entraba en el centro de mi mano y lo levantaba del piso. Los demás aplaudían emocionados. Hazaña mayor era hacerlo girar en la uña del dedo pulgar, de allí el dicho “báilame ese trompo en la uña”, para exigir un reto.

La rotación sobre sí mismo nos mantiene encantados. Hay muchas formas de jugar en Venezuela, generalmente dibujan círculos concéntricos al que se le llama “troya”, y como las reglas cambian según la región, este espacio se utiliza según normas convenidas por los jugadores. Las señales de la batalla quedan en el cuerpo de los trompos y en el ánimo de los jugadores.
El juego concluye cuando comienza la agresión al trompo que le tocó “servir”, el perdedor. Esta situación puede generar diferente escenarios, dependiendo de la destreza de los jugadores se escuchan exclamaciones como ¡Perrito! ¡Santa María! acciones de castigo, que llegan a destruir el trompo del “servidor” y en algunos casos el de otro jugador.

Desde el punto de vista pedagógico, este juego de muchachos propicia: el dominio motriz, la precisión, la concentración y el cálculo en el movimiento durante la rotación. Es difícil parar cuando los entusiasmados participantes deben hacer otras tareas. Y es porque nos hechiza y la permanencia en lo rotatorio crea un estado hipnótico y se asocia con prácticas e ideas mágicas arcaicas.

Llamó mi atención Juliette Grange, en el «Relato de un caso ejemplar: el trompo», al desarrollar la idea sobre el movimiento: «Fascina como fascina el movimiento de las aguas, el del espiral, el de todas las figuras circulares que se distinguen por realizar su estabilidad en el movimiento (...). Imagen evidente del movimiento astronómico, gira sobre sí mismo, descubre un círculo, [pero] las modalidades de esta relación permanecen en el dominio de lo probable.”

Germán Marino nos introduce en la historia de los juegos y juguetes. “(…) si revisamos la historia de los juegos y juguetes es posible vislumbrar cómo con frecuencia unos "evolucionan" hacia los otros. Juliette Grange, nos da un ejemplo en el caso del trompo. El trompo inicialmente parece haber cumplido una función adivinatoria (similar a la de la pirinola); significaba una u otra cosa dependiendo del círculo que describía, el tiempo que permanecía girando y el costado por donde caía. Más tarde, durante los siglos XVI a, XVIII, pasó a ser un juego para calentarse en épocas de invierno (lo jugaban los adultos con un solo trompo de gran tamaño), para terminar siendo un juego de niños, primero fabricado por padres y abuelos y jugado comunitariamente, para pasar, en nuestros días, a ser un juguete (…)”, fabricado por la industria.

Otro aporte valioso lo hace el maestro Octavio Paz (México 1914 -1998). De su vasta obra, un breve poema perteneciente al libro “Piedras sueltas” (1955), nos comenta Hernán Zin, “(…)creo que tiene la grandeza de definir en apenas doce palabras lo que significa ser niño. O, al menos, lo que significaba hace treinta años, porque no sé si los niños de ahora tienen esa sensación de paz, de soledad, de ser el centro del universo, cuando se sientan en una esquina a soñar con sus juguetes.”