¿Cuántas veces hemos callado algo que afectaba nuestra identidad para evitar una mala discusión o ser juzgados? ¿Cuántas veces hemos imaginado después cómo habría sido esa misma situación si hubiésemos dicho eso que callamos?

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¿Ayuda callar?

_{Fuente: WAY HOME studio, shutterstock}

   Algo que me hacía preferir callar cuando quería decir cómo me sentía sobre alguna cosa, era la desconfianza en si sabría decirlo. Desconfiaba de mi control, y me silenciaba el miedo a quizás decirlo mal y que la situación terminara en un conflicto o discusión pesada. Y así callé por mucho tiempo.

   Un día pensé que nunca diría nada de lo que sentía si seguía con aquella inseguridad en la cabeza, así que molesto conmigo mismo por haberme puesto por tanto tiempo esa excusa para callar, me armé de valor y simplemente “solté todo".

   Efectivamente expresé lo que sentía y pensaba de mala manera, y el ambiente se puso tenso. Sin embargo estuve orgulloso de mi coraje, y sentí paz. Decidí ese día que sin importar que dudara de si terminaría bien o mal decir cómo me sentía sobre algo, yo siempre buscaría expresarme, porque pase lo que pase, la paz que resulta lo vale todo. Irónicamente eso me ayudó a expresarme mejor en posteriores ocasiones.

Es mísero callar cuando importa hablar.

—Salustio, historiador romano del siglo I a. C.

   Por mucho tiempo creí en la idea de que hablar de nuestros sentimientos nos hacía ver débiles. Me era fácil ceder ante esa idea porque era inevitable para mi sentir vulnerabilidad al hablar sobre mis sentimientos con alguien más, como si esa persona ahora tuviese el poder de herirme si así lo quisiera.

   Pero ocultar lo que sentimos además de ser la causa de que existan malos entendidos, también es algo que limita nuestro desarrollo como individuo, que nos cohíbe de llegar a ser esa mejor versión que podemos ser de nosotros mismos.

   Lo que impide a unos exponer sus sentimientos abiertamente ante otros, es el miedo a quedar tan expuestos que puedan ser heridos. Nace entonces la idea de que ser fuerte es reprimir lo que sentimos, que afrontar nuestros miedos solos nos hace independientes. Pero es claro que esta idea está mal.

   Los verdaderos fuertes son esos que sienten algo en su interior y con ansias lo sacan de sí. Ellos, cuando el miedo a ser juzgado los ataca, miran a su alrededor y descubren que las otras personas en la habitación están siendo sometidas por el mismo miedo, y ven en ellas tristeza, frustración, incomprensión, ira e infelicidad. Entonces el miedo a terminar como ellos se vuelve mayor que el de exponerse ante el mundo como realmente piensan, sienten y son; y se arman de coraje y enfrentan al miedo exponiéndose sin importar lo que suceda después.

   Todos sienten y quieren decir lo que sienten, pero a muchos les cuesta hacerlo; por ello nosotros debemos tomar la iniciativa. Tomar la iniciativa de exponernos hará a los demás admirar nuestro valor, y se sentirán en confianza para hacerlo ellos también. Hablar de lo que sentimos está lejos de hacernos débiles: nos hace los más fuertes y valientes de la habitación.

Las palabras acercan. Los silencios destruyen.

—André Maurois, novelista y ensayista francés 1885-1967.

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Nos estaremos viendo en próximos artículos. Buen día para todos.

Elieser Urbano