Es un placer para mí compartir con vosotros un nuevo capítulo de mi libro iniciático «Conversaciones en la Hoguera del Conocimiento».

En esta ocasión, se aborda una reflexión sobre las capas de confusión e inconsciencia que nos impiden reconocer el origen de las circunstancias que se representan fuera de nosotros, pero nos afectan.

Como siempre, todo comentario es bienvenido.

— ¿Xehntea, qué representan, desde tu perspectiva, las personas que nos hacen daño?

—Las personas que os hacen daño son la materialización de vosotros mismos haciéndoos daño.

  »Os han instado constantemente (casi siempre de manera inconsciente) a que os sintáis culpables. Tal vez vosotros hayáis creído que no absorbíais el mensaje. Y es posible que intelectualmente no lo hayáis hecho, pero vuestras células, vuestro cuerpo, vuestra vibración, vuestras emociones seguro que sí.

  »Vuestro cuerpo emocional, desestabilizado por este mensaje, tiende al re-equilibrio, pero no sois conscientes de este desequilibrio, por ello no podéis abordarlo.

  »Así que, sin que vuestra consciencia intervenga, dais paso a los castigos por parte de los otros, porque únicamente veis el daño cuando procede de fuera. Y esta es la única forma en la que podéis eliminarlo.

—¿Por qué hay individuos que se encuentran siempre en las mismas situaciones personales, aunque cambien el entorno y la actividad?

—Por la información del cuerpo emocional, que se equilibra solo.

  »Y ante esto, que vosotros no comprendéis por qué os pasa, tenéis reacciones, más reacciones emocionales, y también intelectuales. Odiáis al que os hace daño e intentáis solucionar este tema con recursos ajenos al porqué de todo este proceso. Muchas de las cosas que hacéis para esto, muchas de las reacciones que tenéis os volverán a hacer sentir culpables; volveréis a tener una visión negativa de vosotros mismos. Volveréis a necesitar castigo. ¡Y vuelta a empezar!

  »Tal vez busquéis cómplices de vuestro razonamiento pragmático de estos sucesos injustos, y afiancéis que tal persona es una mala persona, y traméis una conspiración para herir al que os hiere.

—¿Esta sería la conclusión de no reconocer el sentido de «el otro» hiriéndonos?

—O sea, ayudándoos, ¿no crees?

— Claro...

—Ya ves, entonces, que no saber el origen de todo esto genera más dolor, más confusión, y provoca estar cada vez más alejado de uno mismo, de ese sí mismo que, sin todas esas capas de confusión, de inconsciencia, se merece lo mejor. Se merece la respuesta, ante sus ojos, de aquello a lo que aspira, que es lo que le corresponde vivir pero no vive porque no lo encuentra ante sí, mirando su propia vida a través de toda esa negrura.

  »Pero tú eres digno de lo mejor. Si fueras capaz de ver tu perfección, al mirar a los demás trascenderías también todas sus capas y verías su perfección igualmente.

  »Y solo cuando ves a los demás perfectos es cuando los demás no te pueden hacer daño, sean lo que sean para sí mismos.