La curiosidad no mató al gato

Algunas personas consideran a la curiosidad como un defecto, de ahí a que la frase "la curiosidad mató al gato", se utilice para refererirse a esta cualidad como algo negativo. Pero lo cierto es que si aprendemos a canalizarla bien, la curiosidad puede convertirse en nuestra gran aliada para innovar y hacer de nuestros sueños una realidad. Es así como los primeros científicos de la historia utilizaron su curiosidad para crear, es decir, para construir cosas y hacer más cómoda la vida en la Tierra.

En la antigüedad no existían computadoras, tablets, celular, ni videojuegos, así que las personas tenían mucho tiempo para averiguar cómo funcionan las cosas, y para hacer algo útil con el tiempo libre. Los filósofos dialogaban y duraban horas conversando sobre la vida y el cosmos, la ética, el lenguaje, la política, la sabiduría y diversos temas humanos; pero lo que mucha gente no sabe, es que varios de estos filósofos también fueron los primeros científicos, porque que usaron su curiosidad para llevar el pensamiento filosófico a la práctica.

Un ejemplo de este ingenio fue el demostrado por Arquímedes de Siracusa (287-212 A.C.), quien fue asesor del Rey debido a la gran sabiduría que demostró en las matemáticas, la filosofía y la ingeniería. Este personaje era muy curioso, así que dedicaba horas a investigar y a realizar experimentos, algunos de los cuales aún en la actualidad tienen muchas aplicaciones. En una oportunidad el rey Hierón le pidió que ideara la forma para descubrir la cantidad de oro que poseía su corona, y que determinara si no había sido engañado por su orfebre al combinarla con plata. Esto significó un gran reto para Arquímedes, pues sin fundir la corona, no había manera de distinguir los materiales usados para fabricarla.

Sin embargo, luego de devanarse los sesos durante varios días, Arquímedes por fin encontró la respuesta mientras se daba un baño. Este curioso ya sabía que el volumen de su cuerpo provocaba que el agua donde estaba sumergido subiera de nivel, y comprendió que de la misma manera podía calcular los volúmenes de plata y oro en la corona, es decir, sumergiéndola en agua. Fue así como este genio halló la respuesta a su dilema en la actividad cotidiana de bañarse, sin necesidad de usar los sofisticados instrumentos científicos que hoy conocemos.

Arquímedes no solo se hizo famoso con el experimento de la corona, sino que también fabricó el tornillo sinfín, ese tornillo que tú y yo hoy encontramos en toda clase de objetos de nuestra casa; igualmente fabricó la Manus férrea, una gran obra de ingeniería que salvó muchas veces a su ciudad, de la conquista del Imperio Romano.

Así como Arquímedes, existieron muchos científicos que con su curiosidad y sin tener a su disposición los avances de la tecnología, macaron una huella en la evolución de la vida en sociedad. Esto demuestra que “la curiosidad” puede ser nuestra gran aliada, cuando se trata de aprender y de emprender cambios en nuestras vidas.

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Referencias


Langmuir, I. (s.f). Akifrases. Disponible


Parra, E. (2009). Arquímedes: su vida, obras y aportes a la matemática moderna. Revista digital matemática, Educación e Internet. Disponible