Sentir pena por una persona es como una infección. Si no lo tratas, se convertirá en una herida devastadora. Si de alguna manera sobrevives a la herida, se profundizará en tu corazón y esperará la oportunidad perfecta para atacar de nuevo.

La idea de que las personas se equivocan y cometen errores, o que puedan cometer errores, crea el sentimiento de pena en nuestra mente. La pena también puede venir con otras inseguridades, por ejemplo, una negativa a aceptar pertenecer o considerar que uno mismo no es digno de amor. Con el tiempo, la pena se convertirá en tu mayor enemigo cuando se trata de tomar decisiones y, en realidad, tomar medidas para cambiar o mejorar tu vida o la vida de otros.

Cuanto más presionas a la pena para que se esconda en los rincones de tu mente, o ignores su existencia por completo, más poder e influencia tendrá en tu vida. Simplemente piensas que la has destruido, pero los pensamientos siempre estarán contigo.

Las emociones a menudo pueden ser destructivas. Cuando eres demasiado sensible, eres propenso a todo el mundo y todo te daña de alguna manera.

Ocultamos la pena y acumulamos el dolor que sentimos por otros.

La única manera verdadera de deshacerse de la pena, de una vez por todas, es enfrentarla antes de que tenga tiempo de asentarse en las profundidades de su propia existencia.

Cuando te sientes avergonzado, te concentras en el resultado de tu supuesta insuficiencia. Cuando te sientes culpable, estás reconociendo que has hecho algo mal. Hay una gran diferencia entre la vergüenza y la culpa.

Empiezas a pensar que no puedes hacer nada para cambiarlo, mientras que la culpa viene con la aceptación; La idea de que realmente has hecho algo mal y ahora puedes encontrar una manera de expiarlo.

Puedes pensar y planear, mientras que todo lo que la vergüenza hace por ti es herir tus sentimientos y destruir tu confianza en ti mismo. Porque mientras que la culpa viene con vergüenza o humillación, la vergüenza viene con la negación de la gracia y la confianza en sí mismo.

Puede ser difícil, pero lo único que puedes hacer es hablar sobre tu vergüenza. Primero contigo mismo, luego con aquellos que confían en ti y siempre pueden relacionarse contigo en un nivel más profundo de comprensión.

Siempre es bueno pedir guía y consejo a las personas más sabias, en especial a los ancianos que tienen una gran experiencia acumulada.