A seis manos (Erotism0)

Para Lucy y Gilberto el encuentro conmigo ha tenido un final expresivo, desconcertante y a la vez ocultamente deseado por todos, aunque los límites de la moralidad pudieran confundir las mil y unas formas de compartir y los tabúes sociales o sexuales cabalguen sobre la obligatoriedad de la heterosexualidad o la relación entre parejas.

Desnudos en la cama, intentan explicarse razones, buscan en el baúl de las experiencias, donde estuvo oculto el dispositivo que logró descargar la pasión hacia cumbres exploratorias más allá de la cotidianidad, más acá del ardor de las pieles que al combinarse olvidan la discriminacionalidad y se aventuran a sensaciones jamás imaginadas y a sincronizaciones que en ráfagas electrifican los sentidos y los llevan a mundos donde las explosiones poseen tonos multicolores de orgasmos.

Gilberto distrae su vista entre las curvas que a cada lado le cercan, entre los rostros que han desaparecido sin hacerse invisibles, entre los pezones que enhiestos en un ritual, tal vez pagano, amenazaban con explotar entre las ávidas bocas.

Entre los sexos que hambrientos se olvidaron de linderos y se multiplicaron ante las caricias.

Lucy, por su parte y de manera extraña, ha olvidado los sentimientos de culpabilidad que agobian a los seres después de realizar algún acto no acostumbrado.

Se dejó llevar por la curiosidad, por el morbo de ser parte de un engranaje donde lo importante resultó, ser libres para dejar estallar las represiones que van satanizando las ansias y convierten los deseos en sinónimos de promiscuidad.

Nunca pensó sentir placer con el contacto de una mano femenina, mucho menos poder responder sin las cadenas de la represión ante los embates de las lenguas, que por momentos se confundían y le dejaban rayos de ambrosías en su estómago.

Mientras que yo, aun siento como palpita mi clítoris, como se incendia mi piel, como sus gritos se ahogan en la continua aparición de orgasmos que le estrangulaban la garganta y le daban al corazón velocidades exorbitantes.

Sabemos que existen muchos factores que produjeron el encuentro, que somos personas tan normales como todas, que navegamos en aguas tormentosas pero que como buenos marinos saldremos a salvo.

Describirlo todo es resumirse a comentarios, a cordialidad, a gestos, a curiosidades, a deseos que inquietaban y dejaban un aire de complicidad y de miradas lascivas que se paseaban por instantes por muchos puntos anatómicos.

Los dedos de Lucy recorriéndome la espalda fortuitamente fueron el desencadenante. Siento un escalofrió en la espalda al recordar los embates de Gilberto mientras la boca de su esposa se hacía corsario de sus labios y de su pecho.

Cuando intento rearmar escenas que contienen un alto sentido de imaginación pero que terminan siendo realidad.

Me humedezco solo de rememorar la inquietud de un lecho que desmorona las huellas e imprime de vivencias los segundos y las disposiciones.

Sé bien que los tres hemos descubierto que existimos sin dejar de ser humanos, sin el cerco de la costumbre o la monotonía.