Ausencia (Prosa Poética)

Nuestros cuerpos dejaron de ser hogueras para convertirse en archipiélagos de hielo que en la cercanía, como poseyendo polaridades distinta, se rechazaban.
La presencia se trasformó en ausencia sin necesidad de emigrar corpóreamente hacia otros lugares, una suerte de acto de nigromancia que hizo de nuestro amor cenizas disgregadas en un cosmos extraño y oscuro, donde llegamos sin tener idea de la forma de sobrevivir a esa nueva realidad o tener manera para escapar de ella.
Dejé de percibirte como una esencia que era parte indivisible de mis afectos, dejé de sentirte entre los contornos del hogar que por muchos años logramos forjar.
Te fuiste escabullendo hacia parajes donde mis besos y caricias no poseían la fuerza suficiente para transmitirte el sentimiento que se iba evaporando, como el agua ante los rayos inclementes del sol.
Me mimeticé como sombra en un ente incorpóreo que podía ser visto pero no tocado y era el reflejo de algo que existía pero había dejado de ser parte de ti.
Me fui resignando a renacer sin tus labios, sin tu mirada, sin esa magia que nos mantuvo por largos años aislados de las banalidades y vanidades del mundo, enemigo del amor, al que terminaste de sucumbir.
Se hizo entonces más profunda la ausencia y terminamos emigrando a lugares diferentes, olvidándonos que alguna vez navegamos juntos en el océano de los afectos y terminamos siendo náufragos que no pudieron ahogar con lágrimas la partida.
Es el amor tan misterioso como ajeno cuando se alimenta de las desesperanzas que proporcionan a cada segundo la cotidianidad.
Cuando se ahuyenta la locura y se hace de los pequeños detalles un olvidado estafermo que como venganza, se transforma en una bacteria microscópica que va destruyendo las pasiones y apagando las hogueras.
Hoy apenas quedan recuerdos de todo, amnesia conveniente en la que eres un difuso punto de la nada y en el que para, ti tal vez sea yo, la propia nada que sucumbió ante la ausencia que un día hizo con nosotros un enigmático trio en nuestra cama.

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