En esta oportunidad voy a relatar las últimas experiencias de mis padres en La Gran Sabana. Mi papá enseguida se adaptó a su nuevo trabajo y llegó a ser muy querido por los habitantes de la población, de igual forma mi mamá. Durante su estadía se realizaron cursos y congresillos con los maestros y misioneros que trabajaban en la zona en los cuales mi papá también participó.

Mi madre, cuando llegó a La Gran Sabana se embarazó de mí, y cuando llegó la hora de dar a luz, mi papá dijo que la enviaría a Caracas, las indígenas le dijeron que la dejará que ellas la parteaban, pero a mi papá le dio miedo porque en realidad estaban lejos de todo, y si surgía alguna complicación sería difícil solucionar. Así que, mi mamá viajó en avión hasta Ciudad Bolívar y de allí hasta Caracas, en donde le esperaba mi tía y mi abuelita para atenderla. Nací sin ninguna complicación en Caracas, mi papá me conoció después de casi un mes que nací, y a los dos mese de nacida me llevaron con ellos de regreso a la Gran Sabana.

Al poco tiempo de regresar de Caracas le dieron la noticia a mi papá que lo habían cambiado a la comunidad de Maurak a trabajar en un colegio internado que estaba abriendo allí. Se mudaron, y allí debían adaptarse a una nueva comunidad, a su nueva casa y trabajo; por su forma de ser tan jovial a mi padre nada le costó el cambio. Así comenzó su nuevo trabajo, en donde sólo estuvo ese año escolar, porque al siguiente año lo trasladaron para Caracas.

Mientras estuvieron en Maurak vivieron muchas experiencias, entre ellas recuerdo una que me contó mi mamá. Los alumnos de mi papá eran sus vecinos y no solo se veían en la escuela, ellos iban a la casa y pasaban ratos allá, sobre todos las niñas iban a jugar conmigo (aunque era una bebecita). Una tarde mi mamá fue a buscarme en la cuna y no me encontró, me buscó por toda la casa y nada, no estaba; salió asustada a la casa vecina a preguntar por mí, a ver si yo estaba allá, ellas le dijeron que no; en este punto ya mi mamá estaba realmente muy asustada; cuando ellas vieron que mi mamá estaba llorando, le dijeron que habían entrado a la casa y me llevaron para jugar conmigo y me tenían escondida debajo de una ponchera, que alivio para mi madre; lo que realmente le sorprendió fue lo tranquilita que estaba yo, como cómplice de las niñas.

Mi padre siempre decía que quería regresar a La Gran Sabana, no de paseo sino a quedarse, yo nunca le entendí, me parecía que era mucho monte para mí, me encanta la vida citadina, el campo solo para estar un rato de vacaciones. Muchos años después, fui a La Gran Sabana de paseo con varios amigos, y pude entender porque mi padre quería regresar, sinceramente es como vivir en el paraíso. Estando allá conocí a varios alumnos de mi papá; conversando con una de ellas le narré la historia que mi mamá me contó, y me confesó que ella era una de las niñas que me escondió. Fue muy agradable habernos encontrado y tener la oportunidad de escucharla contar con tanto cariño las experiencias que vivieron junto a mis padres y con cuánto amor les recordaban.