Dibujo: Cruzando el Cielo

          Todo aquel que ha tenido una mascota, bien sea un perro, gato, conejo, tortuga, entre otras, saben el inmenso vacío que nos dejan al partir. Ellos son parte de nuestro día a día, esperan con ansias nuestra llegada a casa, para jugar, dormir o simplemente acompañarnos en silencio. No conocen el odio ni el rencor, son seres inocentes que solo saben dar amor.

          He pasado muchos duelos por mascotas que fueron muy especiales en mi vida. Tuve muchos gatos, perros y dos conejos. Verlos morir ha sido muy doloroso, sobre todo si es de una forma inesperada, tienes que aceptar que ya no tendrás quien te reciba en casa con tanta emoción, ni se acueste en tu regazo, que te acompañe a todas partes, que reclame tu atención, son tantas cosas. Muchas veces luchamos incansablemente por no dejarlos ir, hacemos todo lo posible para alargar más su tiempo con nosotros, pero no siempre se gana.

         Estás allí inmóvil, frágil, con la respiración tan lenta que casi ni se puede sentir, tus ojos cansados recorren mi rostro lloroso, me miras con gran tristeza, sabes que esta es nuestra despedida, por eso no dejas de mirarme ni un segundo, mientras yo hago lo mismo y empiezo a acariciar tus orejas, tu nariz, tu lomo. Tus ojos sueltan una lágrima, quizá de dolor o de tristeza, no lo sé, pero eso me parte el alma y rompo en llanto. Luego de unos segundos tu mirada pierde su brillo, tus pupilas se dilatan, tu alma ya no está en ese cansado cuerpo, tu sufrimiento terminó, sé que estarás en un lugar mejor, cierro tus ojos con mis manos e imagino que estás volando en una nube, a un lugar lleno de paz, allí serás feliz, serás mi ángel guardián, estarás conmigo por siempre, en mis memorias y en mi corazón. Adiós.