Antonio Meengaña
Lo vi, después de meses, me saludó como siempre queriendo ser afable pero ya uno nota cuando la otra persona, está en su papel, estaba ostensiblemente más delgado y un tinte negro cubría su pelo indisimuladamente, dándole una apariencia de beatona de pueblo.
Antonio y yo, sabemos que trabajamos en una compañía venida a menos, es notorio que la forma de trabajar de la misma no invitaba a seguir creciendo como lo estaban haciendo otras, la competencia voraz, sumada al mal servicio que se daba en caso de siniestro( yo no hablaría de mal servicio si no directamente de maltrato) hacía que la querencia del cliente hacia la compañía fuese inversamente proporcional a la capacidad del mediador, de bajarse los pantalones.
Antonio, me habla de promociones en vigor, campaña de fondos, campaña de planes de pensiones, números absurdos para una persona como yo, que su dedicación, a lo que es vender un producto no ya en el que no cree, si no un producto que no se demanda, rígido y con un resultado aún a ojos expertos como los míos, incierto.
Los premios, son absurdos para el volumen de contratación, hacía tiempo que no veía unas recompensas tan exiguas, le sigo distraídamente su perorata de aproximación, intento ser educado y me contengo al menos un par de veces por no echar mano al móvil. Ya una vez cuadrado el toro en la plaza, osease yo, se dispone a hablarme de esa información tan importante y tan indemorable de la que me había hablado.
Me saca un pliego de folios, reciclados, grapados en una esquina y con abundante marcas de bolígrafo azul, como para remarcar lo más importante de lo importante, me habla con voz atildada que este documento tan importante, es sólo a nivel interno de momento que como ya sabéis hay cambios en la Ley de Mediación y bla bla bla… su interminable escorzo me lleva a la estocada final, al punto de penal de la charleta, un cuadro de reducción de comisiones a los mediadores, como yo que usamos esto como un aporte adicional de dinero.
Intento que no me mude el rostro, Antonio cuyo apellido no se asemeja vagamente al mote que mi cabeza trae a palestra, ME ENGAÑA, no me hace falta leerme ninguna Ley para saber que no tienen que ver las churras con las merinas, respiro, profundo y le digo que si me puede dar una copia un pdf o algo del documento, me dice que no que patatín que patatán. Esta claro, no es verdad, hay gato encerrado.
Mi cabeza, empieza rápidamente a dar vueltas, ante todo una palabra DEMANDAR, si yo tengo un contrato mercantil, que es sin fecha cierta y quieren cambiar mis condiciones, esta claro que es una relación laboral, implica contratación, seguros sociales, sueldo, etc, intento disimular el gozo ante el nuevo reto. Estoy tranquilo, tengo el título por una Universidad oficial y no de pago de Gestión Financiera, mucho más de lo que necesita un mediador de seguros, por ese lado tengo las espaldas cubiertas.
Al final, esta dinámica, es un juego de álgebra booeliana,con posibilidades que estoy intentando discernir, un chute de pasión al fin en la oficina, lo que no consiguen las magras comisiones, lo consigue, la belleza del edificio donde se aposentan estas asépticas oficinas y la emoción de una lucha soterrada contra un enemigo infiel que diría Don Rodrigo.
Luego una vez, pasado el amargo trago, me habla de sus vacaciones, de sus quince días, las personas como yo que viven con poca mochila, les parece esas palabras vanas, es una lucha perdida que te da quince días en espera de que, de que termines hincando la rodilla, que veas alguna vez todo el mal e infelicidad que has hecho? Supongo que algunos si y otros no, decía Heidegger que “Una vida sin reflexión, no merece la pena ser vivida”
No estoy para dar explicaciones, y menos a un ser que no se preocupa en ver que es lo que me hace alejarme de ellos, que incluso me sugiere un desorden nervioso cuando le digo que me he tenido que tomar una pastilla para hacer el esfuerzo de ir(de la alergía), una persona que solo pide y pide y pide y no se para en comprender la causa, no merece la pena ni el esfuerzo de cansarme, por la nada, la más infinita naderia, un peón más de una cadena, en la que a la hora de la verdad, la culpa se diluye, se espacia, como una onda en el agua.