Historias de un ferroviario. El planta

in #spanish6 years ago

Después de este verano que ya se angosta, toca retomar algunos de los relatos o historias que mi vida en la estación me dio lugar a ver. En este caso la persona conocida como el planta. La verdad, alguna vez supe como se llamaba pero en la estación allá por los años ochenta, ya se le conocía por este apodo. El planta, tenía un talle de cerca de dos metros y por lo que cuentan los que le conocen, la última vez que lo pesaron para tallarlo para el servicio militar, ya rondaba los ciento cuarenta quilos en canal.

El planta, que no se le conocía así por su planta, es decir por sus medidas, si no por su afición por todo lo del campo. No podemos decir que fuese una persona muy inteligente, pero si lista, la inteligencia natural de toda una vida vinculada al campo y a buscarse las habichuelas de cualquier forma posible. Volviendo al tema, que me voy por las ramas, siempre lo hemos conocido, siempre ha estado vinculado al campo, venía a pedirme agua del botijo de la estación y algún que otro favor se le ha hecho haciendo vista gorda con determinados envíos, el tema es que confraternizamos y a día de hoy, es la persona que me echa una mano en las labores del campo más pesadas.

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No era el único, muchos otros confiaban en la fuerza bruta y constancia del planta para sacar adelante sus olivas, la verdad que no se podía tener queja de él, cabal en el trato, respetaba los jornales, se buscaba gente para que le ayudases y cualquier cosa que le pidieses, desde un animalito a un tractor para quitar piedras, era cuestión de pocos días tenerlo solventado. Como he dicho, muchos otros tenían las olivas a su cargo, esto me ha hecho recordar, hace unos años, diez o así, un prófugo de la justicia con olivas en el terreno, tuvo un encuentro fugaz con él, el planta no se metía en problemas, hacía los tratos de forma verbal y luego se limitaba a cumplir su parte y cobrarla, pues lo dicho, esta persona, estaba huida de la justicia por unos temas de blanqueos de capitales y aunque todo el mundo, incluida la guardia civil sabía que vivía en los Arrayanes, en una de las casas de los que fueron sus tíos, la gente no quería problemas y no le echaban cuentas.

El tema, es que se comprometió con el planta a que este le cuidase sus olivas y a cambio como pago, acordó que durante esos años hasta que aclarase la situación, el fruto de las mismas se las quedaría como pago. Dicho y hecho, el planta, se encargó de la poda, de la limpia de los suelos, de los productos necesarios para que no crecieran hierbas entre los olivos, de quitarle las pestugas, los abonos, los aminoacidos, el riego, en fin todas las labores para que llegue a buen fin la cosecha.

Pues andaba el buen hombre con su cuadrilla en pleno mes de Marzo, recogiendo la cosecha, cuando una pareja de la Guardia Civil se plantó en el cortijo dándole el alto. El planta, acudió a la llamada de los civiles que le preguntaron que a cuenta de qué estaba cogiendo las olivas que no eran suyas, le pidieron papeles que no tenía, el planta, les habló del acuerdo que tenía con el famoso prófugo, los civiles, conocedores de las maneras del planta, le citaron a declarar ese mismo día por la tarde, con idea que aclarase los cabos que tuviera pendiente respecto a las olivas.

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Y doy fe que arregló y ató cabos, ni corto ni perezoso, se plantó nunca mejor dicho en los Arrayanes, y buscó al famoso prófugo que estaba contando historietas a los parroquianos del bar. El planta, sin mediar palabra, lo cogió de las solapas y lo sacó de un puñado del bar, donde sin solución de continuidad y delante de sus primos, cuñados, amigos y convecinos le dio una tunda que a día de hoy aún se recuerda en todo el pueblo.

El planta, paró al rato harto de molerlo a palos, se bebió de un largo trago el agua del botijo que colgaba en las inmediaciones de la puerta del bar, levantó al susodicho del suelo e iba a proceder a darle de nuevos guantazos a mano abierta, cuando el prófugo aulló clemencia y los más valientes de los primos, intentaron sujetar al planta, sujeción inútil que duró menos de un minuto, el tiempo necesario para comprometerse que se iba a arreglar el "mal entendido" con la guardia civil.

El planta, le miró muy serio, sin mediar palabra, se arremangó los ropajes y se vino por donde había venido sin que nadie en los Arrayanes osase a decir ni palabra, tal era el temor que infundía en la población mayormente gitana y gente de mal vivir, como se conocía entonces.

El prófugo, me contaron no quiso ni ir al hospital que hubiera dado pie a su detención y se arregló como pudo con un médico amigo que le recosió la entumecida cara y le puso apaño en las numerosas contusiones que jalaban el cuerpo, el tema es que a la tarde, cuando el planta, acudió a rendir cuentas al cuartel de la guardia civil, estos lo recibieron entre grandes risotadas, que no había ninguna denuncia que parece que había habido una confusión y que nada que podía ir en paz. El planta, hombre de economizar palabras, solo acertó a decir lo siguiente, decirle que si vuelvo a tener problemas, a la próxima lo mato.

Así es el planta, desconozco si a día de hoy sigue con las olivas de este hombre o llegaron a algún tipo de acuerdo, el tema es que si no mal recuerdo, acabó el prófugo finalmente con sus huesos en la cárcel.

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