Historias de un ferroviario. Los mineros, la cascabela.

in #spanish6 years ago

Como ya he dicho otras veces, a lo largo de mi vida, me tocó trabajar en muchas estaciones, al acabar la mili y sin solución de continuidad, empecé a trabajar en la estación de Barcelona, de la cual, algún día daré cumplida cuenta de los desmanes que allí vi. En unas vacaciones, me casé con una paisana de un pueblo cercano, y antes del año, estaba embarazada de lo que vino a ser nuestra primera hija, por lo cual, solicité el traslado a mi tierra y fue concedido. Alrededor de la estación Linares-Baeza, polo minero en esos años de mocedad, orbitaban muchas estaciones, tengo buenos recuerdos de muchas de ellas, quizás más de la estación de las minas de Alquife, por mi juventud y la variedad de personajes que me rodeaban, de los cuales, alguna que otra historia, ya les he contado.

minas-alquife01--644x430.jpg

Fuente

Con posterioridad, al tener más cargas familiares, Dios me bendijo con cuatro hijas, antes de tener el ansiado varón,y bueno ya pasé a la principal, a la Linares-Baeza en el turno de noche que estaba mejor pagado. Era el final de los años ochenta, todo había cambiado una barbaridad y la tranquilidad era la tónica. Pero en el año 69 que estaba en Alquife,la cosa no iba así, la vida giraba en torno a una economía centralizada, a la cual no se le veían visos de cambiar, las cartillas de racionamiento, campaban a sus anchas, el extraperlo era tan común que los mismos guardias civiles hacían caso omiso del mismo conscientes de las necesidades de la población y bueno, beneficiándose ellos de ese mercado soterrado que en ocasiones era mayor y con variedad que el oficial.

Por ejemplo, el café, en la estación, éramos muy aficionados al café, nos ayudaba a sobrellevar los fríos de esos inviernos que parecía que duraban nueve meses, háganse a la idea de que les hablo de la cara norte de Sierra Nevada. Las cartillas de racionamiento, nos daban lugar a un café malo, pésimo, era ralladura de serrín con algo de grano de café, cuando la cosa escaseaba, o en su defecto, malta, achicoria o Dios sabe que hierba amarga tostada, en los mejores casos una mezcla de lo que luego se han venido a llamar cafés torrefactados, con gran consumo incluso a día de hoy, se ve que caló en el paladar hispano.

De extraperlo, conseguiamos vía un compañero de Badajoz que tenía familia en Portugal, un café en grano, exquisito, perfumado, que era para nosotros un tesoro. Lo preparabamos a la manera de allá, de los extremeños, en un inmenso perol que teníamos de forma perenne sobre la lumbre, a poco fuego, y donde cocían y recocían los granos, nos serviamos con un cazo del perol y a otra cosa. Nos sabía a gloria aquel café comparado con el mezquino polvo que nos daban con la cartilla, ya os digo, eran tiempos de carestía total por el aislamiento propiciado por la autarquía.

minasalquife.jpg

Fuente

También os he contado algo del vino que ibamos por el al único bar que había en Alquife, unas pocas mesas y una barra en un antro malholiente, nada que ver con nuestros días. Se vendía el vino por vasos o por botellas, de tapa, dependiendo de la hora, pipas y garbanzos tostados o migas. Con eso os podeis hacer una idea, en la barra, en cuanto sonaba la sirena, iban llegando como una subida de marea triste los mineros, de polvo hasta las cejas, y acompasaban las copas de anís una tras otra, tres o cuatro se jalaban en un santiamen en el poco descanso que daba su dura jornada laboral, después sonaba la sirena, pagaban o se les apuntaba a lo que debían y a volver andando de nuevo hasta el montacargas que los volvía a llevar a las profundidades y a seguir horadando la tierra.

Si no mal recuerdo había más de cuarenta pisos de profundidad, si la memoria no me engaña, igual la memoria aquí me flaquea, pero la pena es que no queda casi nadie al que preguntarle.

Volviendo al bar, a los mineros y sus anises y a la sirena, recuerdo haber visto por el camino de vuelta a la mayoría dando tumbos, incluso algunos arrastrándose de la semejante tajada que llevaban encima. En el camino, entre la tasca y las minas, me viene al recuerdo había una serie de casas diseminadas de lo que sería la población de Alquife. En una de ellas, vivía la Cascabela, os podeis imaginar el porqué la llamaban así, por la mala hostia que se gastaba la buena señora. Estaba casi siempre, una vez acabadas sus labores de casa y fuera de la temporada de las peonadas del campo, sentada en una silla de mimbre en la puerta con otras mujeres de su edad, viendo el trasiego de gente por esa vía.

Tenía la mujer costumbre de pedir tabaco a todo el que pasaba, en esa época quitando alguno que tenía rubio americano de contrabando(los potentados o alguno que había pillado alguna cajetilla a buen precio) todos fumabamos picadura, mala o más mala todavía. Pura brizna de cualquiera cosa de la planta de tabaco. La cascabela, pedía tabaco a todo el que pasaba, con malos modos, llegaba a tirar cantos rodados de los que abundaban si no eran atendidos sus requerimientos, yo había oido incluso de los mineros más veteranos, una vez que alzó a uno de las solapas porque a ella le había parecido que le había mirado mal, lo dicho, un personaje.

16.jpg

Fuente

Vestía de un negro perpetuo desteñido, cubría sus cabellos con un pañuelo a la manera de las antiguas, y solía estar descalza a las puertas de su casa, lo sé porque una vez me entretuve en mirar sus pies, y me pareció ver que tenía seis dedos en cada uno, me abstuve de comentar nada con nadie, no quería problemas con la cascabela. El caso, es que uno de los días que iba andando(a veces iba con la motillo, por abreviar, como responsable no debía ausentarme en demasía de la estación por si era necesaria mi presencia al teléfono) me fijé de forma menos disimulada en sus pies, y escuché su voz de trueno con ese inconfundible acento de los zenetes,

Chiquillooo me daaaas tabacoooooo

Me hice el loco como pude, una piedrecilla me dio certeramente en la cabeza, me volví

Chiquillloooo que si tienes tabacoooo para miiiii

Le respondí, sin dejar de andar, "lo siento señora, yo fumo de esos descapullaos"

Ella ni corta ni perezosa, levantandose de la silla y haciendo un gesto obsceno hacia sus partes me respondió con descaro

Pues clarooo, de esos son los que más me gustan a miiiiii

Aceleré el paso, no quería saber nada de esa loca, no volvió a molestarme en unos días.(Los descapullaos, para los curiosos, son aquellos que se liaban con papel incluso sin cerrar y mucho menos filtro)

Gracias por leer

Sort:  

Cuántas historias como esta quedaran en el olvido,mi madre tambien me contaba , aunque ella era pequeña. Me parecen tan interesantes.

Una historia @maastro digna de contar

Coin Marketplace

STEEM 0.26
TRX 0.11
JST 0.032
BTC 63510.75
ETH 3065.54
USDT 1.00
SBD 3.82