LA OFICINA COMO RESQUICIO ANACRÓNICO
El papel es cosa del pasado. ¿La tinta? Solo en el tóner de las impresoras. Bien situada y ordenadita. Si el ejemplar se avería, más barato es comprar otro antes que repararlo. ¡Viva el despilfarro! ¡Arriba el derroche!
Antaño las oficinas, estaban llenas de chupatintas que escribían a mano y se creían muy listos. Estaban ufanos, armados tras su mesa de contrachapado y su poder burocrático. La rutina les dominaba. En su rostro se leía el aburrimiento en el mapa de sus arrugas. Fue el precedente del braille. Sin embargo, estaban encantados de conocer al devoto tedio, pues les libraba de la mina y la partición de espalda.
El aburrimiento a veces es placer.
Los tiempos cambian, y los imperios de la administración burocrática y despachos del orden, dan lugar a otras realidades. En estas, lo virtual sacude a lo real, soltando un buen soplamocos a todo aquello que no se haya subido a la nube. Blockchain, IA, IOT, IOS y computación cuántica, son novedades listas para la conquista del mundo. Devorarán su superficie como un gordo unas albóndigas. El mañana puede ser brillante, pero en este, no habrá lugar para los tediosos y rutinarios oficinistas.
Ni falta que hace.
Los robots se encargarán del papeleo y la supervisión. En la sociedad del conocimiento, leer e interpretar unidades básicas, no son talentos reseñables, así que un buen circuito programado en Java o Scratch, puede sustituir los codos de una buena oposición.
Otra víctima será el papel.
Para alegría de los árboles, las oficinas dejarán de tragar enormes masas de celulosa. La digitalización, conquista centímetros y pulgadas hasta hacerse con imperios sobre la tierra. Otros beneficiados, serán eucaliptos y a árboles de crecimiento rápido, nacidos para morir y ser convertidos en DIN A4.
Veremos los bosques crecer libres, sin ácido perennifolio estropeando la hojarasca.
Con todo, uno podría alegrarse de la muerte de la oficina. Una libertad para tramitar desde casa, armado con tu portátil, y capaz de dar indulto a numerosas especies de árboles. Además, los oficinistas podrían reciclarse en otras tareas, pues la sociedad actual les abre camino a un mundo de alternativas donde desarrollar otros talentos.
Los robots nos enterrarán vivos. Pero siempre quedará la renta básica universal.