Capítulo uno: La curiosa y hermosa mirada de Artemis - Continuación BCR (II)

in #spanish5 years ago

La curiosa y hermosa mirada de Artemis :

El nacimiento del Boulevard
Parte II


Sin embargo, antes de la inevitable despedida, tuvimos nuestros momentos; la frecuenté tantas veces como ella me permitió hacerlo. Era dura, pero cuándo menos lo imaginabas, se derretía como el hielo. La ayudé a escapar de cada persona y situación que ella deseara. Su alma era aventurera; nunca se frenaba ni había modo de aplacarla o saciar su hambre de chica problemática. Por lo cual, antes de darme cuenta, me encontré envuelto en una serie de fugas escolares y otra clase de malos comportamientos que nadie aprobaba pero que a nosotros nos encantaba.

Visitamos tantos sitios como se pudo viajar en bicicleta o con poco dinero en los bolsillos, cuando estaba con ella muy poco importaban los toques de queda, los castigos o tareas. Artemis era mi lugar feliz.

Sabía que todo aquello lo necesitaba, a medida que nuestra amistad fue creciendo me permitió conocer más a fondo su situación en casa. Y, si algo que recuerdo de todo aquello, es que me no importaba llegar a casa y encontrar a mis padres discutiendo nuevamente, ya no me alteraba, así que caminaba cuidadosamente a pesar de que sabían que había llegado y subía indiferente hacia mi habitación, "hay quienes lo tienen mucho peor en casa". Nunca pude hacer mucho para consolarla, más que estar ahí cada vez que llamaba.

Un día me armé de valor y le pregunté: —¿Cómo lo soportas?— coloqué suavemente el algodón impregnado en alcohol sobre la herida de su frente. Mi corazón dolía, ni siquiera podía imaginar cómo se estaba sintiendo ella en ese momento. Sus ojos volvieron a nublarse de lágrimas rápidamente, aún temblaba y sus manos se cerraban en pequeños y débiles puños. A esa edad no sabía nada sobre el tacto y la persuasión, siempre directo y a lo que iba. Pero aun así reconocí mi error al momento que dejé soltar mi pregunta.

Nunca es lo que dices, sino cómo lo dices.

—No es como si tuviera muchas opciones—desvió su mirada tratando de tragar el nudo en su garganta, de haber podido evitar involucrar a ese curioso niño en su vida de circos y apariencias, lo había hecho sin dudarlo. Pero, a veces, cuando te sientes ahogado y sin esperanza de poder salir a flote y respirar, inconscientemente tus acciones revelaban los deseos encerrados de tu alma, el de ella, irónicamente, era yo. O eso me gustaba creer.—, sabes que si esto es mucho para ti, puedes irte.

Su semblante era tan amigable como salir en pleno invierno con ropa interior, sin embargo, su voz era herida... y qué decir de sus ojos, esos dos enormes y hermosos faros la exponían como un libro abierto y disponible a quién se acercaba lo suficiente.

—No.—Contesté con simpleza, eso siempre la alteraba de sobremanera. Esa vez no fue la excepción.

—¿No?

—No.— Su rostro empezó a subir de temperatura como un termómetro, quería aligerar el ambiente, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. Suspiré.— Artemis, no me iré de tu lado, así que ya es momento de que dejes de patearme como si no me necesitaras en tu vida.

Eso la dejó paralizada, no terminaba por acostumbrarse a no ser dueña de la verdad o no tener siempre la última palabra. Parecía que por primera vez le tomaba el verdadero peso a mis palabras pues habían caído como piedras en su estómago. ¿Qué significaba la palabra incondicional a todas estas? Siempre la había escuchado, pero jamás la había visto en acción. Para ella, yo jamás representé una excepción. Nunca me lo dijo, pero lo leí en el mar castaño de su expresión. Yo tampoco se lo dije.

Supongo que ese fue nuestro primer error.

Un buen día de esos en los que solo quieres correr y perderte llegamos a planificar la mejor de nuestras fugas; a media noche, con el dinero de uno de mis cumpleaños y sin ningún tipo de remordimientos. No llegamos a durar ni unas seis horas completas con nuestro plan maestro, pero si llegamos lo suficientemente lejos como para encontrar lo que muy pronto llegó a convertirse en nuestro lugar favorito; un parque, pero era mucho más que eso, era una especie de feria con múltiples estaciones de comidas, entretenimientos y música. Parecía sacado de algún cuento mágico en donde la maldad no existe y las hadas son madrinas de los niños bondadosos. Había luces y colores a donde sea que miraras, sin embargo, lo que verdaderamente absorbió nuestra atención era lo que todas aquellas atracciones parecían custodiar con recelo; un bosque.


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Tan común y silvestre como se lee; un bosque verde, amarillo y rosado con un camino largo y lleno árboles florales que creaban hojarascas en el suelo. Todos parecían apreciarlo con la misma intensidad y amor que nosotros, el paso era libre, muchas personas reposaban bajo las sombras, o en los bancos del camino. Todo era arte y nostalgia, quizás por eso Artemis lo bautizó como nuestro.

Las vibras de aquel Boulevard de la Calle 2205 eran persuasivas, llegaban junto con la brisa y se colaban en tu corazón. Antes de darte cuenta, eras uno más atrapado en sus encantos de sirena. No había nada más que paz, esa clase de paz luego de la tormenta con la que te sientes a gusto y sin vergüenza de llorar porque todo lo malo que pudo pasar, ya pasó. Artemis lo notó primero que yo, todo ese ambiente fue lo que atrapó a aquellas personas y las hizo volver una y otra vez hasta convertirlo en su hogar o, alguien que nosotros, en su refugio personal.



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—Esto es...

—Hermoso.—Terminó la frase por mi. Sus ojos brillaban como nunca antes los había visto brillar. Solo pude observarla mientras asentía a su declaración. Desvió su mirada a la mía antes de apartarla con sonrojo, siempre sucedía lo mismo cuando me atrapaba mirándola.

—Creo que podría vivir aquí para siempre.—Dijo después, sabía que de estar en sus posibilidades así sería y yo, de todo corazón, la habría acompañado a su locura. Ella se concentró en un punto indeterminado a lo largo del pasillo vegetal que se extendí a nuestros pies. Me miró como sabía que debía mirarme para que fuera imposible de mi parte decirle que no: con picardía y diversión.

—No podemos vivir aquí, Artemis.— Le notifiqué antes de que tuviera tiempo de hablar. La escuché reír tan dulcemente como siempre hacia. Su cabello era un alboroto incontrolable gracias al viento, la vi hacer un inútil intento por enmendarlo. Se rindió. Solía llevar a cabo planes casi perfectos como aquellos, pero se frustraba rápidamente con las cosas pequeñas. Me tomé el atrevimiento de recogerlo y la sentía temblar bajo mis caricias a sus hermosas hebras oscuras. Ahí, ubicado en su espalda, pude apreciar la nívea piel de su cuello, la cual se encontraba erizaba mientras llevaba a cabo mi tarea de envolver su pequeño desastre en un moño.

Su respiración se había acelerado notablemente, siempre me gustó fingir que no me daba cuenta del efecto que podía tener en ella solo con acercarme lo suficiente para sentir el calor que desprendía su piel.

—Sé que no— comentó aclarando su garganta, se separó de mi en cuanto tuvo la oportunidad y sus mejillas se encendieron tiernamente—, aunque quisiera. Solo pensé que este seria un gran lugar secreto.

Mi respiración se atascó. ¿Ella quería un lugar conmigo? ¿Algo verdaderamente nuestro?

Aclaré mi garganta tratando de disimular mi emoción: —Me parece que tienes razón.

Ella soltó su labio superior de entre sus dientes y sonrió con auténtico gusto.

—Entonces es un hecho; este será nuestro Boulevard.— Pero no pude concentrarme mucho en sus palabras pues estaba envuelto en la energía refrescante del lugar junto con la impresión de saberla feliz, bajo la luz de las farolas y con su cabello contenido en una cola mal hecha por mis manos. Jamás olvidaría lo hermosos que se veían sus ojos desde mi perspectiva.

Pero nunca se lo diría, ella no necesitaba más cosas en las qué pensar o angustiarse.

Ahí fue dónde cometí mi segundo error.

De los corazones rotos.— Comenté sin pensarlo. Me miró intensamente antes de entender el trasfondo de mi pobre confesión, pero solo sonrió tristemente y cerró los ojos como si así pudiera escapar del momento.

De los corazones rotos. — Confirmó. Sus ojos brillaron bañados en sentimientos que no comprendía.

El resto de la noche, hasta ser hallados por la policía, la pasamos sentados a los pies de un viejo y gran árbol mirando las luces y las estrellas. Después de eso, sin importar lo que pudiera suceder en nuestras vidas o en nuestra amistad, Artemis y yo siempre volvíamos a nuestro Boulevard.



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Previamente leer...
Boulevard de los Corazones Rotos - El éxito de la primera cita
Capítulo uno: La curiosa y hermosa mirada de Artemis - Continuación BCR

Infinitas gracias por leerme.
Siempre será un placer para mi ser leída por ustedes.
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Hasta pronto.
Besos.

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