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Y ahí volvíamos a estar, siempre a escondidas como todos nuestros encuentros, pero no por vergüenza, sino por el placer de hacer más íntimos los momentos. Poco a poco las capas de nuestras armaduras se fueron oxidando y soltando, acercando más nuestra piel.

Él se hallaba relajado, taciturno, acariciando pacíficamente mis hebras color caoba y revelando pequeñas sonrisas pícaras al igual que aquellas que me regaló al entrar en la habitación. A pesar de que en su interior no se hallara exactamente como lo demostraba, pues estaba trataba de reunir toda la valentía posible confesar lo que hace apenas unas horas atrás descubrió accidentalmente.

Sin embargo, todos sus años de huir y esconderse del compromiso apretaban su garganta cada vez que creía estar listo para hablar. Sabía que tenía que intentarlo, jamás había estado tan seguro de algo en toda su vida, y no tenía ni la más pequeña día de si esto iba a funcionar o no, pero tenía que intentarlo ahora que lo sabía.

Estaba enamorado de Effy.

—Escuché unos cuántos comentarios interesantes sobre ti el día de hoy —recordó repentinamente. La hermosa chica fijó su vista en él con suma impresión—, algo sobre un chico y tu mano marcada en su rostro.

Rió. Tenía la risa más ligera y dulce que había escuchado.

—Supongo que debía esperar algo como eso, en esta universidad nada es un tema que pase libremente por debajo de la mesa.

Hardy era un chico directo la mayoría de las veces; siempre que quería algo solamente se levantaba e iba por él. Por lo cual, su esencia solía ser de pocas palabras. Menos con ella.

—Entonces...— Lo interrumpió.

—¿Entonces, qué? ¿Tratas de preguntarme qué pasó?— asintió.—Sucedió la condena de muchas amistades; el chico le confiesa su amor a la chica, la chica no está interesa en él y el chico se aleja distanciando irremediablemente la amistad.

Hardy sintió cómo se secaba su boca; jamás lo demostraría, mucho menos se lo diría, pero por sobre todas las últimas cosas que habían empezado a surgir entre ellos, Elizabeth había empezado a convertirse en una gran amiga para él.

Y pensar en todos los años que desperdició pasando de ella.

—Eso no explica la parte de la bofetada.—Ella puso sus grandes y demandantes ojos cafés en blanco y su expresión de transformó; últimamente Hardy había aprendido a leerla, y más que eso, habría desarrollado un instinto protector alrededor de ella y sus frágiles sentimientos.

—Esa parte de explica sola —Contestó—, nadie debería creerse en el derecho de engañar y utilizar tu confianza para fines tan egoístas. —Su rostro paso a un roja y decepcionada expresión.— Él no solo trató de besarme cuando le dije claramente que no estaba interesa en él, sino que tuvo la desfachatez de confesar, con su cara tan tranquila, que solo fingió ser mi amigo para acercarse a mi y "tantear el terreno".

Y, contra todo pronóstico de su mente, Hardy rompió la paz del ambiente con una prolongada risa disonante. Lo cual provocó que el rubor de su rostro se intensificara, pero estaba vez de vergüenza e indignación.

—Eres un imbécil.

—Cariño, mírate.— Hardy inclinó su cabeza mientras tomaba uno de sus desastrosos rizos una vez más cuando la diversión del momento pareció evaporarse en el aire.

Estaban más que acostumbrados a aquellos momentos de pausas entre guerras.

A la luz del atardecer que se filtraba por la ventana, el azul de sus ojos se veía más intenso, hermoso y sincero.

Eres tan jodidamente hermosa que no puedes tener verdaderos amigos.

Y automáticamente mi ceño se frunció. Hardy extendió su enorme sonrisa de autosuficiencia y se acomodó mejor en la cama.

—¿Me estás diciendo que ser bonita es sinónimo de estar sola?

—No por ser solamente bonita, por ser hermosa.—corrigió.

—Eso no tiene ningún sentido.

Hardy se sentó y me miró nuevamente, como si tratará de explicarme algo que debería saber solo con verlo a los ojos.

—Porque, cariño, ¿qué persona perdería la oportunidad de tener algo contigo? Aún sabiendo que la amistad, en algunas ocasiones, puede ser efímera.

—¿Y el amor no es efímero?—pregunté.

—Si, ciertamente, pero si es por alguien tan jodidamente hermosa como tú, valdrá siempre la pena.—Soltó orgullosamente, había decidido que no era el el día ni el momento para soltarle una bomba como aquella que tenía por dentro. Así que se conformó con saberla ahí a su lado, relajada y feliz, a pesar de que tuviera que privarse de muchas otras cosas que sentía suyas desde hace algún tiempo.

Elizabeth se di cuenta que poco a poco fue acercando su rostro al suyo mientras hablaban. Pero fue solo eso, un leve acercamiento, siempre sin contacto.

Y ojalá fuera más que eso."