Personajes Volumen I: El Catire

in #spanish6 years ago (edited)
Hace algún tiempo se impulsó una iniciativa a través de internet y redes sociales llamada #apoyaatumecanicolocal (si mal no recuerdo). Esa iniciativa se ha quedado en mi mente desde aquel entonces ya que siempre había querido hablar del mecánico de mis bicis. Creo improbable que alguien tenga tantas anécdotas e historias como él. Tantas, que no bastaría solo una bici-crónica para contarlas todas.

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Carlos “Catire” Galíndez es un valenciano nacido el 16 de mayo de 1966. Se inicia como mecánico de bicicletas alrededor de los años 80 luego de trabajar en una tienda de bicis donde le pagaban por armarlas, pero, al darse cuenta que la paga era mala, decide reunir parte de sus sueldos ahorrados, alquilar un local y seguir dedicándose a ello. En esa tienda donde trabajaba, el recibía no solo trabajos de bicicletas sino también de motos, pero esto no le gustaba al dueño del local, otra razón que lo impulsa a tomar la decisión de tener su negocio propio.

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Luego de trabajar en esa tienda, se asimila en el ejército venezolano por unos años, tiempo en el que se convierte en francotirador y tirador experto. Durante su tiempo en la milicia logra trabajar como escolta para los presidentes Luis Herrera Campins en el primer anillo de seguridad y para Jaime Lusinchi en el tercer anillo. Infinidad de experiencias y curiosidades de los que “Catire” puede mencionar principalmente la fascinación de Presidente Herrera Campins por el chocolate y también que a pesar de la envestidura de presidente, Luis Herrera Campins solo tenía un par de zapatos, principalmente, debido a sus juanetes. Comenta Carlos que para este presidente comprar zapatos significaría usarlos hasta que los adaptara a la forma de sus pies. A Lusinchi por su parte le gustaba el licor. Me cuenta “Catire” que este presidente además tenía amoríos con una secretaria a quien visitaba en Baruta y que en ocasiones, al acompañar al presidente en esas andanzas, lo dejaban expuesto a las frías temperaturas del lugar o tener que esperarlo hasta el amanecer si la pachanga estaba muy buena.

Luego de estar alrededor de 5 años en el ejército, vuelve a la tienda donde trabajaba. Su dueño, un sr. de nombre Francisco, quien aún hoy en día tiene fama de tener días de mal humor, en uno de esos arranques decide despedirlo para luego arrepentirse e intentar contratarlo de nuevo. Catire, quien ya había decidido tener su propio negocio, rechaza la propuesta. Por aquellos años el alquiler del local costaba 50 bolívares mensuales. Sin poder dormir la noche anterior por la ansiedad que le generaba el emprendimiento, Catire llega al que sería su negocio para lograr un ingreso el primer día de 30 bolívares, razón de peso para reforzar aún mas haber rechazado la propuesta de Francisco.

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Siempre, desde que Catire comenzó a trabajar por su cuenta, su filosofía personal ha sido ayudar a sus amigos, y sus amigos, somos nosotros los ciclistas que acudimos a él en búsqueda de reparaciones para nuestras bicicletas. Nunca ha intentado lucrarse o sacar grandes ganancias de su negocio. No se si desde siempre, pero desde que yo conozco a Catire y le llevo mi bici a reparar, me vende las refacciones al costo y esto es así conmigo y con todos sus clientes y amigos. Lo malo de esto es que su negocio no ha crecido demasiado, además, Venezuela es otra desde hace algunos años para acá, uno como comerciante no puede darse el lujo de no obtener ninguna ganancia por el trabajo, pero él, trabajando como lo hace logra mantener su negocio y llevar el sustento a su casa. A veces la situación del país lo hace exteriorizar su tristeza quejándose constantemente por, básicamente, todo. Ir a su local es escuchar cuentos de corruptelas, robos, inseguridad, abuso de poder… cosas comunes en la triste actualidad venezolana, sin embargo, Catire niega que se sienta deprimido o estresado por la situación y continúa trabajando y ayudando a sus clientes y amigos a mantener sus bicis andando.

Sin ánimos de vanagloriarse, me comenta que ha sido mecánico para algunas carreras importantes y también algunos atletas que le han confiado sus bicicletas, entre quienes destaca Celso Rivero, ciclista que hoy en día sigue activo en categorías máster. Celso, en propias palabras de Carlos tenía pedaleos tan fuertes que partía pedales, cadenas, bielas y piñoneras. En sus tiempos siendo mecánico para carreras conoció a uno de esos ciclistas anónimos a quien llamaban por el apodo de Cain, nunca conoció su nombre real, pero si recuerda que era uno de esos ciclistas que se aparecía en las carreras sin inscribirse, con ropa de diario, sin uniforme y sin una bicicleta de carreras, mas bien, una bicicleta común y corriente de hierro, pesada con la que lograba ganarle a ciclistas ataviados con ropas especiales y bicicletas tope de gama.

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Algo que caracteriza a Carlos es el cariño y la dedicación que tiene por sus clientes, cosa que oculta en un trato algo tosco. El guarda y cuida las bicicletas de cada uno de sus clientes con un especial orden que solo él conoce como si del orden de un bibliotecario se tratara. Algunas vez intenté tomar prestada una pieza de una bicicleta que se que tiene como 20 años guardada allí en su local y la respuesta de Carlos fue un rotundo NO, ya que debe entregar esa bici tal como se la dejó el cliente, por si algún día la viene a buscar.

Si quieren visitarlo él está en el inicio de la calle Peña a media cuadra de la Av. Lisandro Alvarado.
fotos de mi autoría tomadas con una Canon SX40HS

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