El sueño de Lucía 2

in #spanish5 years ago

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Varios meses después Lucía estaba en una fiesta con seis de sus mejores amigas, había dejado de escribir durante un tiempo, pero hacía quince días que había recibido una oferta de trabajo para continuar una historia periódica que otra escritora había dejado inconclusa, se trataba de una historia romántica que parecía no gustarle mucho al editor, pero que sorpresivamente había tenido buenas ventas, sin embargo a Lucía le parecía una historia muy monótona, pero, para bien o para mal, decidió aceptar la oferta, siempre y cuando le dejaran darle a la trama un giro mas erótico.

Ese día habían estado tomando tequila mezclado con miel de abeja, refresco de cola y frutas, la fiesta era para puras chicas, así es que no había razón alguna para medirse, además la finca estaba muy lejos de la ciudad y habían quedado en quedarse todo el fin de semana, el aire del campo estaba delicioso, había estado lloviendo la noche anterior, por lo que en ese momento el olor a tierra mojada con hierbas aromáticas llenaba todo el ambiente.

Como a las doce de la noche las siete chicas estaban bailando muy animadamente, parecían niñas en una pijamada, mas que mujeres adultas, mas tarde empezaron los juegos, los shots de tequila corrían entre risas y cantos, cada una se iba quitando una de las prendas que traía hasta quedar todas desnudas.

La música a todo volumen fue interrumpida cuando advirtieron que Marcela no estaba por ninguna parte, como locas empezaron a buscarla por toda la casa, hasta que dieron con ella en una de las recamaras, parecía como si se hubiera quedado dormida, pero se movía de forma muy extraña, de cara contra la almohada dejaba ver su trabajado trasero, se tocaba las nalgas sola y las habría como para permitir que alguien la penetrara por el ano, gritaba fuertemente mientras que su rostro reflejaba una cara de satisfacción sexual continua, decía algunas palabras sin sentido, luego se dio la vuelta y empezó a tocarse los senos mientras abría las piernas dejando ver su vagina, se sacudía constantemente como si estuviera sosteniendo relaciones sexuales, las demás chicas optaron por dejarla tranquila, si ella estaba en algún tipo de transe pues hay que dejar que lo disfrute dijo una de ellas.

La fiesta siguió entre cantos y bailes las seis chicas restantes empezaron a bailar por parejas, de pronto Lucia besó a Patricia en la boca, las dos estaban desnudas, no paraban de tocarse, hasta que se les acercaron Beatriz y Minerva con un tanque de aceite de oliva como de veinte litros, como desesperadas lo abrieron y se bañaron con el, luego las seis se echaron sobre la cama extragrande que estaba en la recámara principal, se resbalaban una contra otra en un orgasmo masivo.

Como dos horas mas tarde, llegó Andrés, el dueño de la finca y las encontró a las siete en pleno éxtasis sexual, se quedó observando como se movían, parecía como si hubieran hombres invisibles con ellas, no tardo en quitarse la ropa también para abalanzarse sobre ellas, primero tomó a Marcela por el ano, quien al sentirlo no lo quería dejar ir, pero Patricia se lo quitó para practicarle sexo oral, mientras las otras chicas empezaban a impacientarse, lo rodearon entre todas y se penetraban en turnos con el, el empezó a sacudirse en un orgasmo tan fuerte que lo dejó inconsciente.

Horas mas tarde aún se oían los gemidos de lujuria, una a una cada chica se fue quedando dormida, Lucía tomó la pluma con la que solía escribir y se le encajó a Minerva en una pierna, esta hizo un ruido que mas bien pareció de placer, tomó un paquete de hojas en blanco y se puso a escribir con los ojos cerrados, temblaba de satisfacción con cada palabra que escribía, empezó a soñar que estaba caminando en el bosque durante la noche, la niebla se fue espesando cada vez mas hasta que quedó inconciente.

Tres días después las chicas empezaron a despertar, nadie dijo nada, solo se miraban una a la otra como si hubieran olvidado algo, de pronto una de ellas dijo -Donde está don Andrés-, salieron a buscarlo para encontrar al octogenario tirado cerca del río, como pudieron lo despertaron y lo llevaron a la casa, le ofrecieron una taza de café y algo de comer. El anciano miró a Minerva y a las otras chicas y les dijo:

-Cuando quieran venir chicas, esta es su casa-

Lucía encontró sobre la mesa el manuscrito que había estado escribiendo, sin leerlo se lo entregó al editor, quien no salía de su asombro, no solo era algo que parecía sobrenatural, sino que tenía fantásticos grabados de seres bestiales en tinta china y sangre.



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