¡PASEO DE LLUVIA! | Belén, Táchira
¡LLuvia y más lluvia!
Destino teórico: Cerro La Mantenilla.
Hora de partida teórica: 9 a.m.
Por iniciativa de Day planeamos ir al cerro La Mantenilla, donde hay un mirador con una buena vista de la ciudad y sus poblaciones satélites, Daymari y Mafer serían nuestras guías el domingo, yo pasé la voz luego de cuadrar la hora y el lugar donde nos encontraríamos y menos mal a ninguno se le ocurrió revisar el clima, porque de lo contrario no habríamos ido los 12 que fuimos.
Sí, yo sabía que iba a llover pero tenía la esperanza de que Google se equivocara, sorry guys.
La plaza de Palmira era el sitio de encuentro, fui la primera en llegar así que me quedé en casa de Mafer a esperar a los demás, Unai casi al mismo tiempo que Jenniffer fueron los primeros en avisar que venían en camino, ella al igual que Alfredo quien fue el ultimo en salir de San Cristóbal, poco conocían Palmira así que dependían del conductor para saber donde bajarse.
Había pasado casi una hora y Jenniffer nada que llegaba, le escribí… nada, la llamé… nada. ¡PÁNICO! ¿Qué le pasaría? ¿Se perdería? Ok… no, tal vez solo no escuchó el teléfono… O eso espero…
Había pasado casi una hora y Jenniffer nada que llegaba, le escribí… nada, la llamé… nada. ¡PÁNICO! ¿Qué le pasaría? ¿Se perdería? Ok… no, tal vez solo no escuchó el teléfono… O eso espero…
Day estaba lista, David ya había llegado, Juan se reportó vivo, Gabriel avisó que sí venía a último momento, ya Emanuel y Mayra estaban en camino y Alfredo a pesar del sueño también le había ganado a la cobija.
Unos 10 minutos después recibí un mensaje de texto de Jenniffer confirmando que no había escuchado el teléfono y estaba bien, ya en la plaza. ¡Fiuf!
Media hora después estábamos todos en la plaza esperando la buseta que nos llevaría hasta La Laguna, había comenzado a brisar, en eso Unai y su amiga Paola fueron a la panadería, cuando ellos volvían Alfredo decidió también ir a comprar pan, todos planeamos cómo detener al busetero en caso de que pasara antes de que Alfredo regresara, y así fue, llegó la buseta e intentamos subirnos lo más lento posible pero el conductor iba muy apurado y no hubo forma de retenerlo, así que nos quedamos en la plaza, esperando la siguiente, vale destacar que dicha ruta pasa UNA VEZ CADA MIL AÑOS (cada hora, creo) y había empezado a llover mucho más fuerte.
El tiempo pasaba y se consideraba la idea de suspender el paseo, “ya nos dieron bastantes señales” dijo Juan, pero ya estábamos allí y justo a tiempo (a las 10:30, casi hora y media después de haber llegado a la plaza) pasó la buseta. BsF 200 el pasaje, un recorrido de no más de 15min.
El tiempo pasaba y se consideraba la idea de suspender el paseo, “ya nos dieron bastantes señales” dijo Juan, pero ya estábamos allí y justo a tiempo (a las 10:30, casi hora y media después de haber llegado a la plaza) pasó la buseta. BsF 200 el pasaje, un recorrido de no más de 15min.
Nos bajamos y comenzamos a caminar en la lluvia por la carretera para llegar al desvío que nos llevaría a Belén, un sector que conecta con el cerro La Mantenilla.
Algunas llevamos paraguas y ayudaban un poco, pero que va, todos íbamos con la melena empapada. El camino a pesar de ser en subida es bastante agradable, hay varias casas con jardines muy bonitos y arboles altísimos como sacados de un cuento de gigantes, sin olvidar las típicas vaquitas y perros paseando por toda la zona, el paisaje lo completó la neblina que nos acompañó todo el tiempo.
Algo nada típico fue encontrarnos con una ranita del tamaño de una uña (todavía no sabemos cómo hizo David para lograr verla si era del color del asfalto) y el más inesperado de todos fue el cangrejo. Así es, un cangrejo en plena montaña , si no lo vemos no lo creemos.
Finalmente llegamos a donde se toma el sendero entre la “selva” que lleva hacia el cerro, pero… malas noticias, estaba total y absolutamente embarrado, es en parte un camino de vacas y las pisadas habían empeorado el suelo, nos paramos en seco (jaja buen chiste, aún llovía a cantaros) a pensar en qué hacer, Gabriel, Emanuel y Unai se adentraron caminando casi encaramados en la cerca de alambre de púas para no caer en el barrial, era la única forma de pasar por lo menos los primeros metros, Paola era la más renuente a la idea, y las demás lo pensamos más de dos veces, realmente no parecía la mejor opción meternos por ahí con el riesgo de que alguna se cayera por los zapatos con suela lisa o terminar con barro hasta la pantorrilla por ir a un mirador donde probablemente no veríamos nada a causa de la neblina.
Unai regresó repitiendo lo que los muchachos decían desde arriba, que ya se veía grama, que no estaba tan mal y que solo era ese tramo, y como buena gente no-seria nos empezamos a reír porque el relato era como si hablaran de la tierra prometida, que al llegar al otro lado habría sol y un paraíso, para nosotros la ironía era super graciosa pero no lo fue tanto para los que habían subido el barranco de barro y que aun mantenían la esperanza de llegar al destino.
Unai regresó repitiendo lo que los muchachos decían desde arriba, que ya se veía grama, que no estaba tan mal y que solo era ese tramo, y como buena gente no-seria nos empezamos a reír porque el relato era como si hablaran de la tierra prometida, que al llegar al otro lado habría sol y un paraíso, para nosotros la ironía era super graciosa pero no lo fue tanto para los que habían subido el barranco de barro y que aun mantenían la esperanza de llegar al destino.
Bajaron frustrados y empezamos a ver qué íbamos a hacer ahora, ir por ese sendero fue descartado, no podíamos hacer subir a todas las muchachas por ahí, consiguieron un camino alterno pero no era realmente algo delimitado ni sabíamos si podríamos llegar al mismo lugar así que descartado también, pensamos en seguir derecho hasta las antenas pero eso tomaría mas del doble del tiempo planeado y nadie estaba preparado para pasar el día sin comida, finalmente Juan nos comentó que un amigo de su familia tenía una finca por esa zona y que no sabía que tan lejos estaba pero que podíamos llegar a ver si había alguien, con la descripción de la casa los que ya habíamos recorrido ese camino recordamos haberla visto porque esa vez tenían una guerra musical con los vecinos y también nos dimos cuenta de que no estaba muy lejos, ¡a seguir subiendo!
Llegamos a la casa y no estaba el dueño, la casa se veía completamente sola, nos estábamos resignando a irnos cuando salió un chamo de un cuartico, Juan le explicó la situación y el chamo que asumo era el cuidandero de la finca nos dejó pasar a escampar, ¡techo, por fin! luego de horas de lluvia estar en esa casa fue un alivio, nos sentamos a secarnos y comer lo poco que habíamos llevado, en el lugar había una mesa de ping pong y de billar, “conchale hubiésemos traído las raquetas” bromeábamos, la casa tiene el espacio ideal para pasar un domingo entretenido, lastima que por pocas horas no coincidimos con el dueño.
Luego de pasar un rato allí sentados hablando de los próximos planes, dejó de llover un poco y salimos a tomar las respectivas fotos y darle una vuelta a los alrededores de la casa, la neblina daba la sensación de páramo pero estábamos a escasos kilómetros de la ciudad.
Cuando íbamos de regreso el cielo empezó a despejarse, ahora sí lográbamos ver todo lo que nos habíamos perdido por tanta neblina, el “camino alterno” de piedras que no tomamos, los riachuelos (Emanuel creía que iríamos a una cascada o algún lugar con un gran cuerpo de agua, tal vez el nombre La Laguna es un poco engañoso), las flores de varios jardines, la cruz (mirador) a donde no pudimos llegar y por supuesto la panorámica de la ciudad aunque no tan impresionante como pudo ser.
Llegamos a La Laguna, nos paramos en un abasto que estaba cerca a descansar y luego fuimos hasta la parada del bus, sí, el mismo que TARDA MIL AÑOS en pasar, allí estuvimos sentados en el porche de un negocio cerrado tratando de huir de la lluvia que volvía a caer como si nunca fuese a acabar, viendo como las pocas busetas que pasaban hacían su absurdo recorrido hasta que aproximadamente una hora después se dignó a pasar la que va hacia el centro de la ciudad.
Mojados y agotados nos fuimos despidiendo en nuestras paradas, no les puedo decir que “aprendimos la lección” porque sé que es muy probable que nos volvamos a topar con la lluvia voluntariamente, pero me queda de consuelo que casi ninguno se engripó, además ya conocemos la entrada al cerro y en cualquier momento (muy soleado) iremos a conocerlo.
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