Lucía y el Lobo (Cuento; revisión - Parte 3 de 5)

Lucía y El Lobo es un cuento juvenil que escribí hace en torno a un año y medio, quizá algo más, y que fue una de las primeras historias elaboradas que compartí en Steemit, allá por mis inicios en la plataforma. Es un cuento al que tengo mucho cariño, que está basado en unos sueños que mi esposa contaba tener de niña y que he revisado ortográfica y gramaticalmente, retocando aquí y allá. Como digo, he tratado de corregir y mejorar cosas, pero manteniendo intacto el amplio grueso de la historia.

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Lucía y El Lobo

Parte 3 de 5

Estaba amaneciendo cuando salieron de la La Araña Negra, o al menos eso pensó Lucía. El cielo tenía un tono violeta oscuro, con matices rosas cada vez más pronunciados según se alejaba la mirada del centro que era marcado por la cumbre de Torre Plateada. Todo era bastante confuso.

  - ¿Cómo puede ser lo alto de un edificio, por muy importante que sea, el centro del cielo? –se preguntaba Lucía mientras caminaba junto a su amigo, mirándolo, como esperando una respuesta.

El Lobo, que casi nunca decía nada con palabras, cambió a su forma animal y aceleró el paso. La niña tuvo que correr detrás de él para no perderle de vista. Ambos tenían una fuerte conexión, apenas sí necesitaban hablarse, sólo con mirarse ya se entendían a la perfección.

Torre Plateada, allí era donde se concentraba la élite de Ciudad Oscura. De abajo a arriba, por orden de importancia. Toda gestión y desarrollo de la ciudad se llevaba a cabo en ese edificio. Desde la primera planta, donde se encontraban meros administradores de archivo, hasta la última: la residencia del Gobernador. Era un rascacielos alto, muy alto, de un gris brillante muy fuerte. De hecho, todo en la ciudad parecía estar apagándose menos esa torre, por lo que tanto su propio brillo como la fuente de luz que parecía ser para el cielo y la ciudad eran, si cabe, más destacables. Perfectamente rectangular y con unas enormes cadenas que recorrían la fachada, cruzándose, como si el edificio estuviera, de algún modo, encarcelado en sí mismo.

Estaban cerca, apenas un par de giros, un par de calles más y estarían casi debajo de Torre Plateada. Todavía no sabía Lucía cómo conseguirían entrar sin ser descubiertos, pero confiaba en El Lobo. Llegó junto a él, quien de nuevo se mostraba como humano. Giró la cabeza hacia su izquierda mientras trataba de recobrar un poco del aliento diezmado tras la carrera, cuando de repente, algo la paralizó.

Los paralizó a los dos.

Una chica con un precioso vestido de noche azul oscuro se les acercaba levitando, veloz y trepidante.

  - Azaha… -apenas pudo pronunciar Lucía. Para antes de que terminara, la chica ya los había envuelto.

Una especie de capa no material, no de tela (más bien era como una capa de energía) que la misteriosa chica, con una expresión de enorme seguridad y la mirada fija en su objetivo, había desplegado sobre ellos. No pudieron hacer nada. Desde que llegaron a Ciudad Oscura, habían notado algo extraño, algo que estaba en el ambiente, algo desolador que, además, ahora sabían que los había estado vigilando desde un principio.

Cuando volvió a tomar conciencia pudo ver a El Lobo encadenado en una jaula lo suficientemente pequeña como para que no pudiera cambiar de forma, abatido. Ahora estaban en una habitación grande, una especie de salón lujoso. Terciopelo, oro y unas maravillosas vistas de toda la ciudad que se podían disfrutar desde un gran ventanal de cristal doble blindado que rodeaba la estancia a modo de pared. La chica que los capturó, Azahara al menos en apariencia, estaba delante de ella. Y junto a ésta, un hombre. Alto, fino, delgado… tan delgado que podríamos decir espigado. Que vestía un traje negro, con camisa negra y zapatos y corbata grises. La corbata, en su parte más ancha, estaba como roída, como si un manejar constante e inquieto de dedos la hubiera deteriorado. Este hombre, que sobre todo tenía un aspecto sombrío y desgastado, se acercó a Lucía y dijo con tono moribundo:

  - Vaya, nunca pensé que os tendría aquí tan pronto, y mucho menos a El Lobo.

Fue cuando Lucía se dio cuenta, estaban en la residencia del Gobernador. Aunque no llegaron ahí de la forma que esperaban.