"Preludio para el circo" (parte II, borrador)

Antes debes leer:

No soy un héroe
Preludio para el circo parte I

---

Después de ducharme, me encontré con Rodrick, estaba esperándome. Miré a los al rededores y esto seguía pareciendo un lugar casi vacío.

—Espero estés mejor, Elon—dijo colocando su mano sobre mi hombro. Él era mucho más alto e imponente que yo, y por lo que notaba, le gustaba imponer autoridad. —¿Quieres beber algo?—Preguntó amablemente.

—Me encantaría—contesté amablemente.—Aunque también me gustaría tocar. Supongo que tendrán algún piano, o quizá un teclado, o algún instrumento de cuerdas.

—Ah, así que eres músico, ¿no?—Dijo sonriente. —Me parece que tenemos un piano en el tráiler del maestro. No partiremos hasta mañana. Puedes estar tranquilo con nosotros. Estos bosques esconden además a muchos atracadores y secuestradores.

—Sí. Eso mismo me han dicho. Pero tuve la suerte de no encontrarme con ninguno—interpuse. El tipo echó una carcajada, yo lo acompañé. A continuación, me indico que lo siguiera y comenzamos a caminar. Examinando con más detalle el sitio, noté a un hombre enano dándole algo de comer a un oso alto pero flaco. No parecía haber otros animales cerca. —Por lo que veo están escasos de animales en el circo.

—Ah, sí…—dijo Rodrick vacilante. —En la actualidad los círcos de animales y de fenómenos son muy mal vistos. Las personas y las ciudades más ricas prefieren a los circos de acróbatas, pero no todos los cirqueros pueden ofrecer tal clase de entretenimiento. Eso me hace entender el por qué es tan costoso.

—¿Y qué hay de los circos de payasos?—Pregunté. —Perdona, no soy un experto en el tema de los circos—agregué. —No obstante, ¿los payasos ya no son atractivos, verdad?

—Creo que no. Payasos hay en todas partes, no creo que la gente quiera ir al circo a ver a unos payasos—dijo y se acarició el cabello. Llegamos entonces a un tráiler más grande pero no era tan grande como uno que se ubicaba a unos pocos metros a la derecha.

—Vaya, eso sí que es grande. Pensé que ese sería el del maestro—dije.

—No… Allí sólo tenemos guardadas nuestras cosas, Elon—dijo él de forma sombría y seca. No dije más nada y entramos. Dentro estaban reunidos tres hombres con dos mujeres enseñando grandes tetas desnudas y botando sobre el aire.

—Escucha, Elon—dijo Rodrick en mi oído. —Por tu forma de hablar y de vestir se nota que eres alguien con clase. Yo les diré que vas a tocar. Pero sólo si de verdad te sabes música… ya sabes, vulgar y pegadiza.—Le dije que sí conocía muchísimas canciones de ese estilo. Me tocó el hombro y comenzó a hablar para sus compañeros.

—¡Escuchen todos!—Gritó él obteniendo las atenciones de todos los presentes. —Él es Elon, es mi invitado y va a tocar música para nosotros. ¡Así que sientense a disfrutar, hijos de puta; y también las damas! Los hombres y las mujeres se alegaron. Noté que había alguien en una barra sirviendo cerveza. El lugar estaba mal iluminado y apestaba a meados. No parecían unos cirqueros. Miré la hora y noté que eran más de las diez de la noche. Me senté ante el piano, estiré los dedos y comencé a tocar «Los perros de la ciudad» una canción muy famosa en los bares en los barrios de Dorian. Su estribillo y su letra eran pegajosas y difíciles de olvidar. Comencé a vomitarla sobre el piano, no había otra forma de decirlo. Los hombres estaban contentos y la pidieron otra vez. La toqué de nuevo. Uno de ellos se acercó e hizo dueto conmigo. A continuación, empecé a tocar «La puta que me acomoda», otra canción igual de vulgar que la otra en su melodía pero con una letra que gira todo en doble sentido. Los hombres y las mujeres aplaudían, cantaban y bebían. Me llegó un tarro de cerveza y bebí. Miré en dirección al hombre de la barra. Estaba vestido como un cantinero. Le hice la seña que había aprendido hace 200 años en nas tabernas de Samour y que hoy en día sigue vigente. Es una señal que hacemos los músicos para que en lugar de mandarnos alcohol nos sirvan agua, y que de ese modo las copas se lleven en una cuenta para después. Esto también sirve para que el alcohol no eche a perder tu rendimiento. El cantinero parecía no entenderlo. Era bastante extraño puesto que nunca me había sucedido. Luego toqué tres canciones más: «el pistelero loco», «Viva la patria»; maldita canción más horrorosa; y la más atrevida, «El puerto de plata», la cual es una de esas canciones del puerto de Lydian con una melodía más lenta y una letra más dada a la poesía. No es precisamente de la alta sociedad pero emula las letras disfrazando obscenidades y racismo en metáforas. También fue muy bien recibida, y yo recibí otra cerveza. En quince minutos serían las 11 de la noche. Rodrick había salido cuando comencé a tocar «El pistolero loco» y aún no había vuelto. Me levanté de mi puesto y anuncié que necesitaba tomar un descanso. Entonces uno de los hombres más borrachos se levantó haciendo que la chica que tenía en su regazo se cayera al piso.

—Oye, muchacho, toca una más. Por favor.—Sacó y me apuntó con un revolver. —Amé esa última canción que tocaste. Soy de Lydian. Toca otra como esa para mí.

—Vaya, no creo que pueda negarme si me lo pide de esa forma—le dije. Retomé mi posición frente al piano y comencé a tocar «La luna y sus amantes». Una canción con una letra muy melancólica y que personalmente me encanta. Se trata sobre una mujer la cual es amada por muchos hombres, y a todos los hace dormirse eternamente justo antes del momento de empezar a complacerlos. Todos estaban en silencio escuchando la canción. Noté a ese hombre llorando mientras buscaba abrazarse con sus camaradas los cuales parecían también tener un nudo en la garganta. Supuse que los tres eran de Lydian. Cuando terminé de tocar me aplaudieron de piel, y aquel sujeto descargó su pistola en el techo. Ocho tiros y se echó a llorar hasta que cayó al suelo de borracho. Sus amigos y la mujer que aún estaba consciente se comenzaron a reír. Fui con el cantinero y pedí agua. Entonces entró Rodrick por la puerta muy exaltado mirando a todos. Los hombres se echaron a reír nuevamente, Rodrick soltó un hálito de alivio. Luego me buscó a mí y se me acercó.

 

—Lamento mucho haberme perdido de tu espectáculo, Elon—dijo él.

—No te preocupes.

—¿Qué has tocado para que se pusieran así?

—Música del puerto de Lydian.

—Vaya, así que también tienes muy buen gusto muchacho—dijo y me volvió a tocar en el hombro.

—¿Tú también eres de Lydian?

—No. Yo soy de más al sur, de Dorian.

—Hace años que no estoy ni en Dorian ni en Dylian, pero como quizá podrás ver, en ambas ciudades aprendí muchísimo—comenté bromeando.

—Eso puedo apreciar, muchacho.

—¿Y puedo preguntar qué asuntos estabas atendiendo?

—Bueno… Estaba arreglando una de las ruedas del tráiler más grande, ¿viste?—dijo titubeando.

—Vaya, espero que no haya sido ningún problema.

—No, qué va, mañana se arregla. Me gustaría haber tenido algo de ayuda pero estos tipos están borrachos y puteando.

—Serían un mal ejemplo para los niños que vinieran a verlos en el circo—volví a bromear. Entonces la puerta se abrió, y entró el hombre que me había servido la cena, mascullando.

—Hay una bandada de cuervos revoloteando sobre nosotros. ¡Eso es un mal augurio!—Dijo mirando a su al rededor. En lo que sus ojos se posaron sobre Rodrick se acercó a nosotros.

—Seguramente hay algún animalejo muerto por ahí cerca—dijo uno de los borrachos, pero fue ignorando.

—Necesitamos hablar—dijo este a Rodrick.

—Deberías calmarte, paredes nerviosos, y eso que son sólo unos pajarracos inofensivos.

—¡Con una mierda!—Interpuso furioso. —Te digo que son un mal augurio.

—Está bien, yo me encargo. Pero deja de tratarme como si fuera tu esposa—Rodrick dijo, se disculpó y ambos salieron. Me quedé sentado en calma mirando la hora. Me sentía bastante cansado y somnoliento. Me asombraba también que Emilia hubiera llegado tan rápido. Minutos más tarde escuché detonaciones de un rifle. Los cuervos graznaron y dos tiros más salieron. «Mierda. Debo salir de aquí», pensé y me acerqué hasta la puerta. Vi a ambos hombres dirigirse hacia el bosque. Seguro le habían dado a uno de los cuervos. Ahora, no podía permitir que me viesen. Me acerqué al tráiler más grande pero no era posible ver a su al rededor, y además la puerta estaba cerrada con llave. No se escuchaba nada del otro lado. Entonces rodé los tráileres por el otro lado, y mirando por debajo de estos, vi a los pies de Rodrick regresar junto a su compañero. Ese hombre hablaba en voz baja y exaltado.

 

—¿Tú viste que le dimos? Y sólo desapareció cuando lo agarramos como cenizas al soplar el viento.

—Cálmate—dijo Rodrick después de un rato. —Estos bosques están llenos de cosas horrorosas. Es lo que siempre han dicho. Pero tampoco vamos a ponernos a creer en brujos, brujas, hombres lobos ni nada de esas mierdas.

—Mira, entonces me encargaré personalmente del muchacho—dijo y se fue en dirección del tráiler en donde estábamos antes.

 

---

Posted from my blog with SteemPress : http://seifiro.timeets.xyz/2018/12/02/preludio-para-el-circo-parte-ii-borrador/

---