Cuatros días y medios. Parte I

in #spanish5 years ago

“Existen diferentes formas de vivir un incidente, el escrito es el más gratificante por haber sobrevivido…”

Saludos amigos de Steemit. En esta oportunidad, no pude contener la manera de expresar como viví con mi familia el apagón de aproximadamente 100 horas. Y gracias a esta plataforma, que me abrió las puertas para desahogar de una manera saludable mi historia. A continuación la Parte I, dividida en dos sub-capítulos: Las primera 24 Horas y las segundas 24 horas.

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Terminaba de redactar el próximo trabajo para publicarlo y fue allí cuando comenzó todo. Se fue la electricidad. En la ciudad donde trabajo o mejor dicho en el Estado donde vivo, es común que esto suceda, por lo que sentí ese apagón como algo natural y pronto pasaría.

Esperé cierto tiempo, y nada, no llegó. Desistiendo de la espera, me preparé para salir al apartamento evitando que la noche me atrapara por las calles.

Subí cinco pisos por escalera, tropezando varias veces, toqué la puerta haciéndolo muy pasito ya que cada golpe se escuchaba a varias cuadras por el silencio ensordecedor.

Ya en el apartamento insistieron que cenara, pero estaba oscuro y alegué que prefería esperar hasta que llegara la luz. A las 11 de la noche me fui a dormir, sin comer.

Me levanté con la ilusión de encontrar todo normal, pero la realidad era otra, todo seguía igual.

Me preparé para salir nuevamente al trabajo. En el camino, me percaté que todo estaba cerrado; uno que otro transeúnte caminaban como zombis contrario a mi dirección.

Al llegar, mi esperanza se desvaneció al encontrar las oficinas cerradas, solo estaba en el frente un compañero de trabajo, que por cierto, dijo sentirse mejor allí, porque en su casa el stress lo mataba, o lo peor, su esposa, porque no tenían nada, les dejo a su imaginación el significado de nada.

Aceptando la realidad, emprendo la salida para mi ciudad, aunque primero debía ir al centro y luego desde allí tomar transporte a Cabimas, no viajaría sin antes adquirir ciertos alimentos, cancelando con poco efectivo escondido en el monedero. Un cartón de huevo, un aceite, un azúcar y varias verduras, llegaron a Cabimas conmigo.

No olvido que la última vez que vi a mi amigo, chifló con una sonrisa señalándome el semáforo encendido, había llegado la electricidad. Esa fue la emoción que traía en el transporte, pero terminó cuando un usuario se refirió que aquel semáforo trabajaba con luz solar. Se cumplían las primeras 24 horas sin electricidad.

Llego a casa. Agotado por el viaje, vi a los hijos y mi esposa. Todos me hablaban a la vez, contándome como pasaron la noche sin, electricidad. La conversación fluía entre chistes y anécdotas.

Preparamos la cena, llegó la noche y buscamos diferentes medios para alumbrarnos, decidimos pernotar en el porche, el calor era infernal y el agua caliente nos daba más sed.

Gracias a Dios, con los huevos y las verduras nos ayudamos pero la sorpresa fue al siguiente día. Quisimos preparar el desayuno y mi esposa se percató de la preocupación por mis ojos, se mostraron más grande de lo normal, las verduras se dañaban por falta de refrigeración.

Los chistes del día anterior fueron desapareciendo, sabía que si no llegaba la electricidad estaríamos en problema.

Conseguí un pequeño radio transmisor de baterías. Lo encendí y en una emisora muy escondida por ser la única que en ese momento escuché, se trataba de radio nacional de Venezuela y lo poco que se entendía en una conversación entre un periodista y un invitado explicando el problema: EEUU había utilizado un control remoto para deteriorar la turbina que medio estaba arreglada. Ahí fue cuando me percate de lo complicado del problema, y sobre todo por la explicación que daban los personeros del gobierno refiriéndose al colapso de la central Hidroeléctrica Simón Bolívar.

Sabía que la situación pasaría más tiempo de lo que esperaba. Además, un carro que aparcó cerca tenía el radio a todo volumen escuchando al presidente y este decía que en dos o tres días se iba a solucionar el problema. Me puse la mano sobre la cabeza.

Otra noche, con sed, zancudos, sudor, unos hijos quejándose por todo y mi esposa a punto de colapsar. Los huevos seguían alimentándonos, pero no sabía hasta cuándo. Se cumplían las 48 horas sin electricidad.


Continuará...
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J.R.M.(@siondaba)


Gracias por leer. Hasta la próxima.

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