El Rostro de Alambique. Narrativa Corta
“La naturaleza del ser humano es incomprensible, mientras no reconozcamos que somos nosotros mismos esa brújula quien dirige el destino.”
Saludos amigos, después de un periodo corto de ausencia en esta red, a causa de inconvenientes con el internet y razones laborales, nuevamente traigo para su consideración una narrativa corta, espero que la disfruten y comenten.
Ahora comienzo a pensar que tipo de ropa debo llevar, debe ser algo que me diferencie de todos, una vestimenta que demuestre que no solo por mi rostro sino por mi presencia y creatividad me merezco el puesto que tanto he buscado desde que llegue a esta ciudad de Cambrit. La decisión de utilizar una camisa manga corta o larga, creo que es indiferente, lo ideal sería su color, el mismo que haga desaparecer los rasgos faciales o mejor dicho pasarlos a un segundo plano, me imagino, que mucho si llegasen a escuchar lo que pienso en este momento fácilmente deducirían que soy un hombre feo que trato de evadir una realidad. Y si es así estarían completamente equivocados, me considero un ser normal como cualquier otro.
Sin decidir aún por el color de la camisa no dejo de pensar con que pantalones la acompañaría, pantalón casual o formal, no sé qué tan importante sería. Mi Dios; esto, como que me está generando algo de stress. Oculto aquí, sin concluir el primer objetivo, pierdo importancia y concentración de cómo sería mi atuendo ideal para la esperada entrevista.
Al mirarme en el espejo, veo un rostro pálido con ojos gachos algo amarillentos, una barba casi desapercibida, la noto solo si mis manos llegan a ella, mi cabellera de color negro claro y varias canas apareciéndose inoportunamente delatarían mi edad, considerando para ello un punto en contra, si para el puesto asisten personas más jóvenes que yo.
Bajo esta sociedad consumista, tendré que enfrentar la realidad a tal punto de volver a desaprovechar el cargo que ostento por enésima vez, y sé que es mi culpa por no adaptarme al mundo que me rodea.
Me acomodo en mi pequeña cama, para descansar y relajarme. Es hora de decidir qué hacer: comer algo, jugar, o salir a una plaza para regresar nuevamente a este encierro.
La pequeña televisión la tengo solo por adorno porque desde el año pasado dejó de funcionar y nunca me interesé en mandarla arreglar.
Hoy despierto muy agotado y aún no termino de descifrar como ocultar mi rostro de alambique, sé que es mi culpa haber llegado a él, y no de mi incapacidad de logar los mejores objetivos que he desaprovechado en la vida. Mi hermana, después de la muerte de nuestros padres, me lo recalcaba infinitamente, y hoy me arrepiento de no haberle hecho caso. Por eso siempre me dirijo al cementerio a pedirle disculpa a María y Adolfo mis honorables progenitores, a repetirles una y otra vez que tenían razón.
Es lunes y a escasas horas de la entrevista, me doy cuenta que no estoy preparado nuevamente para enfrentar la misma. Por ello, es indiferente la decisión de ir o no, ya que apaciguo mis tropiezos con una botella de ron, que nunca falta en la mesita de noche.
Otro día más … A su salud.
