Julio Cesar Panamá. Microrelato
"El límite de la imaginación es la muerte..."
Saludos a todos. En esta oportunidad presento un microrelato que tal vez, su ficción no alcance la realidad, pero es difícil obligarlos a creer, que un hecho similar sucedió cerca de Caicara del Orinoco- Venezuela. Puede ser fabula pero de que vuelan vuelan. A continuación el texto para consideración y respectivos comentarios.
Aún tengo la escena grabada en mi mente.
Llego a la casa, como otros días, desconcertado, lo primero que hago es subir la escalera de caracol, camino hacia la habitación y me tiro sobre la cama, allí, me mantengo estático por varios minutos.
Paralizado de cuerpo porque de mente corro por el mundo de Panamá.
Tan deforme es su porte que la cadera está debajo del sobaco. Se parece a un manojo de huesos mal pegados, camuflado con ropa tres tallas mayores a las de él. Además, el sombrero de alas anchas es perfecto para ocultar su rostro, las quebradizas líneas y ojos profundos.
No olvido cuando tocó mi hombro. Al voltearme hizo una mueca con su boca tratando de decir – Soy Panamá-
-¡claro! Es el padre de julio Cesar Panamá- pensé
Pero quede putrefacto cuando aquel derruido hombre me habló
- Soy yo, compadrito, Julio Cesar-
No lo podía creer, el mozo quien palabreaba, es de la misma edad que la mía, 34 años.
Se ve disecado, debió hacerse más liviano, tanto que la brisa es quien guiaba su rumbo.
Relató su historia.
Se casó con una de las hijas de Brujo Blanco uno de los chamanes importantes del pueblo. En una de sus andanzas, enamoró a otra joven, dejándola días después. Esa chica por venganza lanzó un maleficio provocando un envejecimiento prematuro en él. Brujo Blanco, a pesar de todo lo ha estado tratando, advirtiéndole que su mal no tenía remedio.
Desde aquel encuentro, los gestos, las conversaciones y los senderos establecidos por sus pasos quedaron grabados en mi memoria.
Me contaron que estaba recuperando su semblante, volviendo a ser el Julio Cesar.
Un día lo tropecé en la plaza, era cierto, se mostraba como era realmente. Eso me dió alegría.
Me pidió que le facilitara una lancha, para pescar y desde luego se la negué, la misma esta asignada a la escuela granja donde trabajo.
No lo vi más.
Lo último que me contaron fué sobre un accidente que sufrió Panamá. Después de negarle el lanchón procuró otro y zarpó con tres amigos río arriba para pescar. Orillaron el navío para preparar las carnadas de los anzuelos. Panamá ató la embarcación a un tronco dejado por una crecida y en un descuido se soltó. Sus amigos le avisaron que la barcaza se alejaba de ellos de una forma rápida.
Panamá se lanzó al río para recuperarla, tomó aire para zambullirse, al salir se percató que faltaba distancia para atraparla por lo que optó un segundo intento. Aquellos amigos esperaron su salida, pero nada, nunca regresó.
Abrumado por lo ocurrido, vieron con asombro como la pequeña gabarra contra corriente regresaba a su punto de origen.
Hoy sentado en la cama, proceso las imágenes de lo acontecido por Panamá.
Todos los días pienso que al amanecer lo hallarán con la salida del sol. Exactamente como era, el muchacho que conocí, quien una madrugada llegó en forma de sueño. Habló.
-Debo irme en la misma dirección que entré al río- dió vuelta como para salir de la habitación. Bajo el viento, la luz y las horas. Terminó diciendo.
-Mi suegro Brujo Blanco, me lo advirtió, que de esta no saldría-
Se dejó ver, nadando contra corriente en forma de pez, un enorme pez…
Gracias por leer. Hasta la próxima.
