Saludos amigos. Cuando el mejor amigo del hombre se transforma por nuestra culpa, el recorrido para librarnos de él, es difícil…. Osea, nunca… A continuación, el texto para su consideración y comentarios.
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Mi hermana me agarra del brazo con una fuerza inaudita. Da miedo. Estruja mi manga. Nunca se había comportado de esa manera. De hecho, siempre se ha mostrado como una chica dócil.
Hoy, algo la hace desfallecer. Un cambiante comportamiento la tilda de anormal, supuestamente afectada por la presencia de un animal.
Está atiborrada de su perro llamado Toto. Llena de nervios, por eso, me resigno a vigilarla un poco más. Escucho sus historias pavorosas con quien vive amenazándome.
Estoy cansado de escuchar, refiriéndose del animal, como lo peor del mundo. Lo que se del canino, es que era pegajoso, brincón y totalmente inofensivo.
Yo les juro, que se está volviendo loca.
El olor de su presencia la trastorna. Aferrándose a mi hasta que Toto según ella nos ignora y se aleja. Es allí, cuando va dejando de apretar mi cuerpo y respiro profundo para retomar de nuevo aire suficiente y volver en sí.
Esta tarde le acompaño, desorbita sus ojos cuando apenas salimos afuera de la casa. Mira velozmente hacia los arbustos, detrás del lavadero, debajo del sillón donde acostumbraba a pasar gran parte de su tiempo.
Sin embargo, tiene días sin aparecer. Es extraño. Su ausencia deja sentirse, su cola meneándose, el jadeo con gran cantidad de saliva, expulsándola sin querer.
¿Has visto a Toto? Pregunto a mi hermana mientras da vuelta a mi alrededor, como esquivando algo.
¡No! Pero debe estar por llegar – seguía mirando incesantemente alrededor.
Un día, logramos salir del patio y nos dirigimos al mercado. De regreso me he olvidado de Toto hasta que llegamos a escasos metros de la casa. Mi hermana comienza su trance, la incontrolable locura hacia el canino.
Mis nervios fluyen a medida que nos acercamos. Sin ningún contacto visual con el perro mi hermana se comporta como si lo estuviese a un lado. A punto de morderla.
¡Ayúdame! grita desesperada, lanzándose sobre mí, logrando llegar hasta mis hombros.
Trato de aquietarla, pero nada, llora aterrada.
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Han transcurrido meses desde aquella situación, ahora ella está en un sanatorio, sometida a una gran cantidad de medicamento para controlarla.
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Regreso de visitarla. Me topo con el jardinero y me comenta el escabroso hallazgo del perro. Lo había desenterrado. El tema me dio escalofríos, era el animal que tanto hacía referencia mi hermana.
-¡Lo peor! continúa el hombre con braga curtida y una enorme tijera entre sus manos.
- La forma de morir fue horrorosa, su cabeza y sus patas estaban mutiladas y acomodadas de una forma tal, que quien lo hizo, lo mató con precisión – Cierra la tijera fuertemente. Pego un salto.
Desde ese momento cada vez que salgo antes de abrir la puerta, escucho el correr de un perro, me asomo y no veo nada. Percibo el jadeo atrás, volteo y tampoco está.
Ahora tengo terror de acercarme a la puerta. Mi apariencia se ha vuelto horrorosa, ojos rojizos con grandes ojeras, velludo, camino como sonámbulo y todo ruido me provoca sobresalto.
Escucho patadas en la puerta entonces me lanzo al rincón. Me tapo los oídos. No deseo salir.
Estando todo en silencio lentamente me desplazo a la puerta cuando escucho las patas regándola nuevamente. Abro la puerta rápidamente. Está allí, un perro de horrible apariencia, sin ojos, botando sangre por el hocico mientras me muestra sus colmillos.
Brinca sobre mí.
Ahora me tienen recluido en una habitación contigua a la de mi hermana.
No quiero salir. Detrás de la puerta está Toto esperando atacarme de nuevo. Comprendo a mi hermana pero no la justifico, aún no encuentro la razón de haber hecho tal monstruosidad.
Viviremos entre cuatros paredes, en espera que ese animal, perdone a mi hermana y desaparezca definitivamente de nuestras vidas…
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Gracias por leer. Hasta la próxima.
Saludos @sancho.paza . Agradecido por su apoyo, así como también del proyecto cervates. Mil abrazos...