La playa, la noche y ellos

Todos los atardeceres, pasaba buscando en mi coche rojo a mi amiga Sandra. Ella como de costumbre, salía con su sándwich en la mano y un pequeño termo de café. No me traía el pan relleno con jamón y queso, porque yo siempre estaba a dieta para mantener mi figura, la cual cuidaba muy estrictamente, pues tendía a engordar fácilmente.

Ella tan delgada al fin, comía como decimos en criollo como una Nigua, y no engordaba ni que la soplaran.¡ Ah!, pero el cafecíto nunca me podía faltar, ya que fumaba y disfrutaba el éxtasis de saborear un cigarrito y un café, como dirían en su momento los Guácos, grupo musical muy exitoso en esa época.


Llegábamos a la universidad, casi siempre temprano y disfrutábamos de compartir con nuestros compañeros y amigos esos momentos inolvidables de compañerismo y para planificar que haríamos el fin de semana venidero. Ir a la playa, campo o alguna discoteca.

Cómo 2 veces a la semana, entrabamos al Blasón, donde compartíamos entre tragos, cigarrillos y café, grandes tertulias sobre las clases, problemas con alguna materia y cuadrar ayudas a compañeros con algún problema en especial.

Eramos un grupo increíble, como de 20 personas, todos alegres, entusiastas, buenos estudiantes y que además trabajábamos en nuestras diferentes actividades. Todas esas actividades relacionadas con la Escuela de Economía, tales como contaduría, finanzas, clases particulares, Impuestos, actuaría, derecho laboral, mercantil y otras.

Dentro de éste grupo habían dos hermanos, muy bellos y lindos por cierto. Ambos de porte atlético. Que estaban al ataque con mi amiga Sándra y con mi persona. Y entre pitos y flautas, nos convencieron de salir ese viernes a bailar a una discotéca muy popular en esa época en el CCCT.

Ese viernes en esa salida, fue memorable para los cuatro, ya que de allí, salimos empatadisimos y super enamorados. Así, continuamos por varios meses, hasta que un sábado al atardecer, decidimos bajar a la Guaira, para pasear y comernos algo por allá.

Después de que saboreamos una rica comida nos fuimos a Playa Grande, que estaba bordeada de conjuntos residenciales. El anochecer tenía una luna espectacular, redonda y amarillenta entrando ya casi a la oscuridad; el mar estaba aplacible que nos invitó a bañarnos en sus aguas tibias y la noche con su rico perfume a salitre, también fue cómplice de ese momento de locura y pasión.

Mi amiga y su novio se acostaron en la playa un poco retirados, a conversar y cuantas otras cosas mas y nosotros nos quedamos sentados en un tronco viejo, arrumado encima de la arena a conversar y fumarnos un cigarrillo. Luego se alejaron y se fueron a caminar a la orilla del mar agarrados de las manos en un paseo lento y veíamos como la sombra poco a poco los envolvía.

De repente, aparecen dos hombres en una actitud muy normal y nos piden el yesquero para encender sus cigarrillos y mi amigo se los enciende como un gesto de cortesía y uno de los individuos saco una pistola y nos hicieron ir a un sitio, que era el patio trasero de un edificio con muchos arboles y muy oscuro, donde nos amarraron y nos quitaron todas nuestras pertenencias; además tenían a otras personas en las mismas condiciones que a nosotros.

Estos mal vivientes eran como diez y empezaron a abusar de las mujeres. Frank en un gesto de angustia empieza a silbar de una forma muy peculiar, que parecía mas bien como el canto de un ave y yo le pregunté bajito ¿Porque hacía éso? y él me hizo la señal de que me callara. Cómo a los 15 minutos se oyó un disparo y alguien gritó:
Quietos, están rodeados, no pueden escapar, es la policía. En medio de la oscuridad se escucharon maldiciones, carreras y todo un desastre.

Los delicuentes huyeron y se dispersaron. Era el hermano de Frank, junto con dos vigilantes de seguridad, que al escuchar el silbido de su hermano, supo que estábamos en peligro y fue a su automóvil a buscar su arma que tenía en la maleta. Con ese proceder disipo a los delincuentes. Yo me salve en la raya, ya que era la próxima en la lista.

Portada
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Espero que les haya gustado mi relato, el cual fue real. Y atentos con ustedes las nuevas generaciones,

presten atención a lo que les comento, ya que los delincuentes de años pasados eran unos bebés de pecho en comparación a los de hoy. Cuando vayan a inventar, tengan mucho cuidado.

Se les quiere y cuídense