El reino de los muertos (VI)

 Me siento devastada. Acabo de perder a mi bebé. Mis entrañas se encuentran vacías, y con ellas el corazón y el alma. 

Mi pobre hijo o hija no soportó la presión a la que me encontraba sometida en estos momentos; no soportó la presión de tener encima los ojos de toda una comunidad (si a eso se le puede llamar "comunidad"), quienes vigilaban constantemente mis pasos tras enterarse de que estaba embarazada.

Dios quiera que esté en el cielo jugando con aquellos niños que perecieron  durante la pandemia; al menos me queda la certeza y la tranquilidad de que ahí está mejor que aquí, en este mundo infernal donde impera la ley del más fuerte. Por ahora, ¿qué voy a hacer cuando Jacob, mi "esposo", se entere de que acabo de perder a su heredero? ¿Huir?, ¿enfrentarlo?, ¿ver morir a la pareja de ancianos, prisioneros desde hace meses en aquél búnker que está en la parte oeste de la comunidad? Dios... ¿Qué voy a hacer ahora?

Levanto la mirada. Jacob había entrado a la tienda; algunas personas que estaban detrás de él empezaron a sacar conclusiones mientras que otras cuchicheaban entre sí. Kostantinos, su segundo al mando, fue el primero en hablar; pidió que se me hiciera una revisión para determinar si mi aborto fue espontáneo o fue provocado. Ubbe, uno de los médicos comunitarios, intervino acusando a Kostantinos de atrevido e inmisericorde al no tomar en cuenta que no hace un momento sucedió el accidente, queriendo demostrar que tal revisión no era necesaria. Yo estaba tratando de reaccionar, de gritar, de obedecer a mi impulso; no quería morir por haber abortado espontáneamente. Por Dios, ni siquiera quería que otros murieran por mi culpa. Tenía, necesitaba hacer algo, y debía hacerlo a la voz de ya.

-Quiero estar a solas -balbuceé.

Ellos me miraron. Mis lágrimas amenazaban con salir; ¿qué demonios esperaban ellos que no se largaban? Quería estar sola, llorar en paz y pensar qué hacer. ¿Por qué no se iban?

Trato de sacar a Jacob y a Kostantinos de la tienda. Joder, parecía increíble que esos dos idiotas no supieran o no tuvieran la jodida idea de que Cora estaba pasando por un muy mal momento. Kostantinos aludió que no se le debía dejarla a solas, pero le corté la palabra recordándole que Mischa también vivió una situación similar y que ella también pidió estar sola. 

Generalmente a las mujeres que sufrieron un aborto espontáneo no se les debía dejar solas por cuestiones de apoyo emocional, pero si lo piden es porque sienten que es necesario. Yo, por ese lado, no podía hacer nada excepto esperar a que ella decidiera que era momento para salir otra vez. Cuando los saqué casi a empujones los saqué de la tienda, 

Jacob se volvió y me dijo:-Revísala mañana. Solo para asegurarnos.

"Eres un idiota", estuve a punto de decirle, pero me limité a decirle un "ok, Jacob". Satisfecho con mi respuesta, se retiró con Kostantinos siguiéndole los pasos. Mientras tanto, mi mujer, Anya, se acercó y me preguntó por Cora; le expliqué que ella había sufrido un aborto. Anya miró hacia la tienda.

-No puede soportar tanta presión -dijo -. Darle un hijo al líder solo para salvar a otros.