El gran pastel de la zanahoria en mi casa.

En una ciudad llamada Maturín, se tenía la costumbre de cultivar zanahorias, las cuales eran muy notorias por su particular color y rico sabor. Llegó el día más esperado por los monaguenses. Sus esfuerzos iban a tener sus resultados. Era la hora acordadas, de recolectar los tesoros de su siembras: zanahorias.

Una larga jornada de trabajo y los sacos llenos. Todo marchaba muy bien. así culminó el día. Luis, conocido por ser un tipo de buenas notas y bromista, no se imaginaba, que el destino le tenía preparada una sorpresa. Aquella mañana siguiente, soleada. Lo acusaron de un hecho terrible. Lo habían culpado de esconder el saco de zanahoria de jesus.

Luis, muy sonriente negó el robo. ¿A quién se le ocurriría pensar que el tenia las uñas largas? la habladuría malintencionada de la gente lo acusaba. No solo de actuar por broma, sino de algo grave: envidia. Eran la zanahoria más grande y ricas. Luis estaba preocupado y con vergüenza, no sabía qué hacer, para demostrar su inocencia. Llegaron hasta arrojarle cosas, mientras caminaba muy tranquilo por la hermosa ciudad de Maturín.

Pensó que en una semana, todo se calmaría. No fue así. Ya no lograba salir de su casa, ante tanto escándalo. Luis muy triste y decepcionado, de ver que las personas con quien él se había criado y había crecido, no le daban un voto de confianza. Todos en las calles lo señalaban como el ladrón y hasta uno perros de la vecindad, se acercaron para levantar sus patas, en el pantalón de Luis. Hasta eso.

Luis muy triste, con los ojos llenos de lágrimas, decidió marcharse lejos para no ser juzgado, por algo que no hizo. Antes de irse dejó dicho lo siguiente:

“Me voy. No porque sea un ladrón y me quiera esconder. Si no, porque no soporto la decepción de saber, que todos ustedes que me conocen desde hace tiempo y dicen ser mis amigos, me juzgan y me señalan por algo que yo no hice”.

Tiempo después en la ciudad, el pequeño angelo reveló algo inesperado a su madre. El travieso niño muy arrepentido dijo:

-Mama ya no puedo con la culpa…

-¿La culpa? –pregunto de inmediato su madre.

-Mis amigos y yo, fuimos quienes tomamos el saco de zanahorias de jesus.

-¿Por qué andar con esas maldades?

-Se veían deliciosas y queríamos comerlas.

-¿Dónde colocaron esos bultos de zanahorias?

-Al principio las guardamos en nuestro escondite secreto. angelo dijo que ese es el caso del amigo luis y que ante el escándalo y reclamos de jesús, todos “sentimos miedo de decir la verdad y que nos castigaran. Creí que nos iban a botar de la ciudad de Maturín..

Arrojamos los sacos a un pozo lejano…”

-¿por qué han dejado pasar tanto tiempo y causarle un daño al bueno de Luis?

-Prometimos no decir nada. No puedo más. No puedo dormir pensando en lo mal que se debe sentir, Luis por mi culpa.

La madre avergonzada contó lo sucedido a toda la gente de la ciudad. Todos se sintieron muy mal. Emprendieron un largo viaje, para encontrar a Luis. Pasaron varias semanas, hasta que por fin supieron de él. Al encontrarlo le explicaron todo y le pidieron disculpas. Luis se negó a escuchar a aquellas personas que lo trataron muy mal y desconfiaron de él. Ya no había remedio. Todos regresaron a sus casas algo tristes.