Desde mi nacimiento siempre tuve dificultades, nací pesando unos 6 kilos y era grandísimo, casi mato a mi pobre madre, hice que le abrieran su barriga, sin embargo ella estaba feliz. Tuve dificultades en mi corazón, me puse amarillo y era muy vulnerable, por tal, estaba en una incubadora bajo una fuerte luz. Al pasar del tiempo, fui propenso a ciertas molestias, como alergias en la piel, resfriado constante, "mal de ojo" como lo llamamos comúnmente los venezolanos; al empezar el preescolar, me dio dengue hemorragico (casi pierdo la vida), pero gracias a Dios y la fe de mis padres, pude salir ileso de esa eventualidad y seguir adelante.

Dice el dicho: "LO QUE NO TE MATA TE HACE MAS FUERTE" y en efecto así fue, todo lo malo que ocurría con mi salud, al recuperarme, se notaba en mi cuerpo; cada vez aumentaba de peso más y más, parecía un bodoquito. Mientras fui un niño, sin uso de razón, asumo que fui feliz, pero al empezar a conocer el mundo tal cual es, cuando mi raciocinio despertó... me di cuenta de lo inconforme que estaba conmigo mismo. Pero: ¿Qué tanto?, seguía siendo niño y no le prestaba mucha atención. Un día, en la primaria, empezaron las afectaciones emocionales, el bullying (chalequeo al estilo venezolano) se apoderó de algunos compañeros en la escuela, las burlas por ser gordito eran el plato fuerte del dia, me decían: "albondiga con patas, pelotica, gordo manteca, gordo mantecoso, entre otras" aparte de sentirme burlado por ser muy grande y lento, por no poder correr como quería porque me cansaba, jugar a las escondidas, en fin.. pequeños traumas que se fueron acrecentando a medida que yo crecía. Mi refugio era jugar sólo en casa, ver comiquitas, pero sobre todo la comida, me sentía aliviado, contento y satisfecho cada vez que un bocado llegaba a mi boca, olvidaba esas ofensas o burlas y el comer me permitía seguir adelante, tomar fuerzas para otro dia más de juegos y quizás tristezas.

Pero no todo fue malo. Siempre, a pesar de, tuve mi toque de popularidad, puesto que era buen estudiante, responsable, obediente, muy inteligente y me gustaba ayudar a los demás, mis maestras me admiraban y apoyaban, eso siempre me elevo ante otros compañeros que quizás sentían un poco de ira o envidia y la manera de descargar era metiéndose conmigo, pero no los culpo, éramos niños, cuando se es pequeño no hay malicia alguna, solo inocencia.

El hecho de ser gordito, me trajo muchísimas dificultades, llegue al punto de no querer ser fotografiado, empecé a sentir pena conmigo mismo, hasta que un día, otra eventualidad llego a mi. Comencé a convulsionar... mi diagnóstico: EPILEPSIA TONICOCLONICAS (un tipo de epilepsia que provoca que grite, caiga al suelo, pierda el conocimiento, rigidez o espasmos musculares y después del episodio sentirme muy cansado o agotado), mi vida cambio totalmente, me encontraba a merced de medicamentos y con múltiples limitaciones, cada vez eran mas consecuentes las convulsiones, el detonante era emocional, alguna impresión fuerte, alguna rabia, en fin, me sentí como un cristal, un regordete cristal.

Ya en secundaria, y con tantas cosas que ya me había sucedido. Tome la decisión de cambiar mi vida, mis hábitos alimenticios, cambiar mi cuerpo, quería ser apreciado, sentirme querido, estimado, no burlado y más aún tratar de ser positivo y optimista con mi salud, no pensar en la enfermedad que sombreaba mi vida. Así que inicie un nuevo plan; propósito: subir mi autoestima y hacer de mi cuerpo un templo. Comencé a entrenar, a practicar karate, fitness de combate, ir al gimnasio, trotar, mantenerme activo, dinámico, ponerle corazón a mis estudios y empleo, ya era hora de salir adelante y demostrar al mundo que se puede cambiar tanto físico como emocionalmente.

Gracias a mi deseo de superación personal, y al apoyo de mis padres y seres queridos, pude avanzar y lograr cambios en mi vida. ahora me siento genial, mi enfermedad solo ha sido un mal recuerdo, no estoy curado aun, pero gracias a Dios no he convulsionado en mucho tiempo. Ya no soy gordito, me pongo lo que quiero y me queda muy bien, como lo que quiero de manera modesta para no perder la figura, trato de conservar el molde de mi alma, de mi espíritu, de mi ser, ese molde es mi cuerpo. Sentirnos bien con nosotros mismos es la base fundamental de el éxito que podamos tener. Nuestra autoestima y como la reflejamos a los demás es una de nuestras cartas de presentación ante la vida.