Un recuerdo ausente (Bloody stories)

in #steempress5 years ago (edited)


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-No recuerdo nada- dije entre lágrimas.

La psicóloga me miraba con detenimiento, preocupada. Sabía que era un fenómeno bastante común y nadie conocía la causa, pero ella sí.

- Sé que esto no es fácil para ti - respondió de forma pasiva - debemos resolver esta incógnita pronto... Mira... - observó el reloj - Ya ha sido mucho trabajo por hoy, puedes irte a casa.

Guardé silencio.

Dos horas de sesión semanal en el psicólogo eran suficientes para tumbarme de rodillas en la cama a llorar. Había demasiadas cosas inexploradas, muchos recuerdos olvidados. ¿A dónde se había ido mi infancia?, ¿por qué me costaba tanto recordar la oscuridad?

Ya habían pasado muchos años de ausencia, casi todas las personas que me habían lastimado (adultos, por supuesto) habían fallecido o simplemente habían desaparecido de mi vida; aún recuerdo al espiritista hablando sobre mi difunto padrino y sus disculpas del más allá, recuerdo la tumba de mi padre, mi ex emigrando del país y yo luchando todos los días por ver el sol.

Cada año era una lucha emocional, a veces se me apagaba el sol y me disponía a llorar y gritar todo el día encerrada en mi cuarto en busca de ese recuerdo ausente que hasta el día de hoy no he podido conseguir.

_- 3... años.... 3 años viviendo sola... y aún no tengo...respuestas..._-le dije a la psicóloga entre sollozos -tres malditos años.

-Quiero preguntarte algo -hizo silencio, tragó saliva y procedió -¿Alguna vez has pensado en suici--

-¿Suicidio?-interrumpí. Me vi sonriendo en el reflejo del consultorio con el delineador chorreado -en algún momento lo hice. ¿Pero qué resolvería eso? no me quiero morir, quiero ser feliz.

La doctora anotó unas cosas en su libreta repleta de garabatos emocionales. Al final se levantó y me dio un abrazo.

- Nos estaremos viendo el martes en la mañana. Te estaré escribiendo- dijo despidiéndose.


Al salir del consultorio quise comprar un chocolate, quizás sería lo único que me animaría. Quise irme caminando a casa, ya que no quería lidiar con el ruido del bus, la música alta y la gente sudada. Cuando iba caminando algunos hombres voltearon a mirarme, los viejos verdes soltaban un silbido casi improvisado y hasta gritaban obscenidades.

"Ya quiero llegar pronto" era en lo único que pensaba.

Subí al ascensor del edificio, saludé a un par de vecinos y me dispuse a callar. Cuando entré, vi la casa totalmente desordenada. Libros rasgados, platos rotos y un viejo televisor. Aquí íbamos de nuevo.

-¿¡DÓNDE MIERDAS ESTABAS!?, ¿LE CONTASTE SOBRE NOSOTROS!?- empezó a gritarme sin control. - ¡LO LEÍ EN TUS MENSAJES!

No me inmuté.

De pronto su figura de 1.88 m se abalanzó sobre mí. Su cara estaba roja de ira, desconocí sus ojos. Pero esta vez yo estaría lista. Mis manos temblorosas sacaban aquel cuchillo que tenía guardado en la cartera para futuros abusos; sólo lo utilizaría en la calle cuando alguna persona quisiera hacerme daño, pero este era el momento perfecto para su propia evolución. Reaccioné de inmediato con el cuchillo y lo sepulté en su estómago lo más profundo que mi propia fuerza me permitió.

De inmediato sentí como se me debilitaban las manos y como Alex iba cayendo bajo el peso del dolor. Se resbaló por mi cuerpo y cayó boca abajo en el suelo. La sangre inundaba la alfombra. De inmediato fui a voltearlo.

-Cómo...te atreves...a hacerme esto... a mí, tu primer amor...el que siempre estuvo ahí... el que fue al entierro de tu padre, el que te vuelve...loca en la...cama...Yo te amo...- comencé a llorar y me tiré a su lado a abrazarlo. Era cierto, él siempre estuvo ahí, él siempre estaba cuando yo lo necesitaba, todo esto había sido culpa mía, acabo de hacerle daño al amor de mi vida, mi pareja más feliz, el mejor polvo, ¿cómo podía hacerle esto? Entre llantos y temblores, saqué el cuchillo de su estómago, no podía parar de llorar. Él perdía poco a poco la mirada, su respiración entrecortada anunciaba su propio final.

-Mira lo que me hiciste- comenzó a llorar.

-¡Lo siento Alex! ¡Yo siempre te amé, te lo juro, siempre te amé, yo no quise hacer esto!- no podía parar de llorar.

-Uno no mata a la persona que amas- dijo firme, con la respiración entrecortada -yo nunca te hubiese matado. Pero mereces morirte... Eres una asesina.-

Era cierto. Era una asesina, probablemente había sido yo quien había matado a mi padre, probablemente... Oh no, merezco morirme. El sollozo no me dejaba hablar, quería besar a Alex, pedirle disculpas. Fui y me abalancé sobre él para besarlo y abrazarlo, para cuidarlo, para intentar que todo esto fuera tan sólo un error.

-Te amo, es mi culpa, es mi culpa, perdóname Alex.- comencé a besarlo con desespero y a buscar el reflejo de sus ojos. El me abrazó y comenzó a besarme, el beso cada vez era más intenso, yo no quería dejarlo ir, él tampoco. Él me amaba, me amaba más que nadie. Y así fue como sentí el frío cuchillo en mi pecho también.

-Tu eres la que merece morirse-dijo en un susurro.

El cuchillo sentenció mi fin.



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Genial, me gustan mucho esos finales inesperados, Saludos...

Que final, excelente narración. Saludos

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