Funeral de una momia
Frederick Arthur Bridgman
(Fuente)

Podemos decir que esta conciencia produjo algunas de las primeras manifestaciones culturales que el ser humano comenzó a organizar en sus interacciones con el entorno. Fueron tal vez los ritos funerarios la primera forma en que la presencia de la muerte, con los efectos en el cuerpo de quien muere y en la psique de quienes le acompañaron en vida, pudo asimilarse en los procesos cotidianos de aquellas comunidades, comprendiéndose ese fin último al que todos estaban destinados y que tal vez pudiera tener una continuación en otros planos del ser, como con el tiempo se siguió elaborando. Nadie había que pudiera comunicar la experiencia de la muerte más allá de lo que podía percibirse, el ritual funerario debe haber sido una de las principales formas de conocer la muerte más a fondo, registrar las causas, prevenirse durante la vida y figurarse lo que posiblemente habría después de ella.

La conciencia de la muerte y los procesos simbólicos que le acompañan se fueron desarrollando en sistemas diversos de representación (objetos, vestimentas, acciones y gestos rituales), los cuales serían la base del pensamiento religioso que junto con las ideas de nacimiento, vida, muerte y resurrección han fundamentado las diferentes cosmogonías a lo largo de la historia de la humanidad. Tal es la idea que expresan los pensadores James George Frazer o Joseph Campbell en sus estudios sobre religiones y mitologías comparadas. La palabra y el lenguaje serán también herramientas para que, desde el brujo pasando por el sacerdote, el filósofo, el artista, el médico y hasta el moderno psicólogo, la muerte vaya siendo mediada y asimilada a través de representaciones que nos hacen crear el conocimiento y ser capaces de convivir con la experiencia de la muerte a lo largo de nuestras vidas.

Sentido trágico

Desde el ámbito de la religión nace el Teatro tal y como lo conocemos en nuestros días; atendiendo a la Historia podríamos decir que concretamente surgió del culto al nacimiento, vida, muerte y resurrección del dios griego del vino y el exceso, Dioniso. Varias formas teatrales se desprendieron de los ritos dionisiacos durante la época clásica en Grecia, de las cuales la principal fue la Tragedia, que etimológicamente significa, “el canto del macho cabrío”.¹ La Tragedia principalmente estaba ligada a la idea de la muerte como un elemento donde se condensaban todos los significados de los esfuerzos del personaje en el drama, ya sea por su propia muerte, ya por la del antagonista o bien por la destrucción de un cierto orden de las cosas que daba paso a uno nuevo estado. Trataba la Tragedia de enseñar a la sociedad los mejores comportamientos ante esa presencia constante de la muerte y sus acontecimientos patéticos, determinada de antemano, reguladora de las acciones que emprendemos en la vida y portadora de su sentido último, el cual puede trascender al cuerpo y perdurar en el tiempo. Curiosamente los griegos representaban la acción de matar o morir siempre fuera de la escena aunque siempre fue compañera frecuente y un tema de estudio constante en su teatro. La República y posteriormente el Imperio Romano, llevaron la escena de la muerte de los teatros a la Arena (Anfiteatro) y también al Circo, en donde la muerte real de gladiadores, guerreros, animales y diversos condenados, fue espectáculo cotidiano con el que se solía contentar al pueblo.

Penteo es despedazado por las seguidoras de Dioniso,
tal es el tema de la tragedia Las bacantes, de Eurípides
(Fuente)

El mundo medieval cristiano ofreció también diversas formas de representación teatral, entre ellas la propia misa como celebración de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Eran popularmente conocidas Las danzas de la Muerte, composiciones poéticas en donde se representaban personas de todos los estamentos de la sociedad en su atención al llamado de la Muerte, ante el cual ninguno escapa por más riqueza, poder, sufrimiento o necesidad por los que haya pasado en la vida. La Muerte como personaje va dialogando uno a uno y venciendo las resistencias de aquellos que van llegando a su morada final, haciendo las cuentas de lo que se deja y, según el ejercicio de conciencia individual, la promesa del cielo o el infierno que vendrán a continuación. Gran partido sacó de estas composiciones el teatro barroco y su influencia se ve claramente reflejada en algunos autos sacramentales, como el Auto de la barca de la Gloria de Gil Vicente, o más adelante, El gran Teatro del Mundo de Pedro Calderón de la Barca.

El teatro contemporáneo no perdió contacto con la muerte; fuera del ámbito determinista y religioso, esta se enfrenta como un fenómeno de relaciones humanas y sociales, como representación de la justicia, la enfermedad o el crimen, siempre un obstáculo, un fin o un conocimiento que compromete el accionar de las personas y determina sus objetivos. Los más modernos medios como el cine y la televisión también presentan sus imágenes, que normalizan en no pocas ocasiones la manera en que convivimos con la muerte, llegando incluso a extremos en que los muertos se van acumulando sin apenas percibirlos tras la marcha implacable de la persecución en un filme de acción o en el deleite de la sangre y el desmembramiento de las películas gore.²

México y sus representaciones de la Muerte

Calaveras
(Fuente)

Debido al entorno cultural mesoamericano en el que México comenzó a desarrollarse existe en este país un cierto apego con las representaciones y figura de la Muerte como un componente simbólico en el cotidiano individual y colectivo. No olvidemos que los panteones prehispánicos incluían diosas y dioses de los ciclos de vida y muerte cuyas tradiciones se sincretizaron con los elementos cristianos que fueron aportados por los colonizadores llegados del otro lado del Atlántico. Aunque en muchos sentidos se comparte el ritual funerario cristiano no deja de hacerse visible la presencia del muerto en la vida familiar como un emisario entre dos mundos que sigue velando por los que aún están, por lo cual se le suele ofrendar con lo que le gustaba mientras estaba vivo; los altares durante el Día de Muertos sintetizan esta visión, pero impresionan de manera particular las celebraciones en varias regiones del país en las cuales la visita al cementerio incluye la fiesta, con la comida y música, que harán la alegría del difunto en toda una noche de celebración.

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Cementerio tras la Iglesia de San Andrés Apóstol en San Andrés Mixquic
(Fuente)

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No es de extrañar, aunque este sería un tema aparte, el culto que recientemente está teniendo mucho auge en el país en los más diversos círculos de la sociedad; aunque en general relacionado con los ámbitos del crimen y la violencia, el culto a la Santa Muerte puede hallar las más diversas expresiones en la iconografía, la música, la televisión, el cine y definitivamente en la forma de expresión y comportamiento de diversas subculturas en la comunidad, sobre todo aquellas en cuyo cotidiano se lidia con mantener la delgada línea entre seguir vivo y morir. La magia, la religión, la cultura y la sociedad son componentes que conforman este fenómeno cuya extensión se revela poco a poco a la gran mayoría y cuyo origen se remonta según los expertos también al México prehispánico.

Don Juan y la estatua del comendador
(Fuente)

Pero volvamos al Teatro para cerrar este artículo con una tradición compartida entre México y España, (y tal vez otros países latinoamericanos), se trata de las representaciones de la obra del español José Zorrilla, escrita en 1844, Don Juan Tenorio que, de manera continua desde que se estrenó, no ha dejado de representarse en la víspera y en el Día de Muertos y en México se cumplen ya 155 años de esta tradición. Basada en el libertino Don Juan, figura arquetípica que se complace en engañar a las mujeres pero que retando a la estatua del padre muerto de una de ellas, termina llevándoselo al inframundo, en el caso de Tirso de Molina, autor que acuñó la figura de Don Juan, al arrepentimiento y perdón celestial en el caso de Zorrilla. A diferencia de España, en México también se ha dado desde principios del siglo pasado el hacer versiones cómicas, de sátira política o simplemente burlescas de la obra, aligerándose la mirada desde la cual uno se compenetra con aquella vieja compañera que de cada ser humano marca siempre el final de los días.³

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^{1 Para mayor información sobre la tragedia Griega se sugiere revisar el artículo Sobre la Tragedia Griega, de @leveuf
2 Cabría recomendar el artículo de opinión La cultura de la Muerte, de @leveuf
3 Es ampliamente recomendable a este respecto el artículo del dramaturgo mexicano Luis Mario Moncada, Don Juan Tenorio va al Teatro, publicado en su blog, Reliquias ideológicas.}