Experiencia inolvidable en nacional de béisbol | Relato de viaje

in #steempress6 years ago (edited)
Una de las viejas pasiones de mi infancia era el deporte, en específico el béisbol, donde estuve en una escuela de la disciplina deportiva aproximadamente once (11) años practicando y jugando respectivamente. Gracias a que estaba involucrado en este deporte pude conocer una variedad de estados del país, Venezuela, entre los que logro mencionar Sucre, Monagas, Zulia, Carabobo, y Anzoátegui. Tuve mis momentos, pero al final supe que no era lo que quería para mí, elegí otras disciplinas antes de intentar una carrera deportiva. Fue una decisión dura, pero hoy en día me siento cómodo con mi elección.


Pero bueno, la historia que quiero contar hoy se remota a hace quince (15) años aproximadamente, cuando era un simple niño. Yo solo recuerdo los aspectos importantes de lo ocurrido, pero gracias a mi papá, que vivió en primero persona lo que voy hacer llegar a ustedes, tengo todos los detalles. Bien, les contaré la vez que fui a un nacional de béisbol y terminé con un brazo roto y sin jugar los dos últimos partidos.

En algún momento del 2002. Anzoátegui, El Tigre.


Los campeonatos de béisbol funcionan de la siguiente manera: Se hacen rondas de partidos todos contra todos donde los que más victoria obtienen en una serie de meses pasan de ronda, cuatros juegan la semifinal y dos la final respectivamente. Era mi primer año jugando, tenía 5 años y mi equipo había quedado campeón en el estado. El nacional es un campeonato juega en un estado del país, donde los equipos campeones se juegan entre sí y ver quién es el vencedor nacional. En este caso tocó el estado Anzoátegui, específicamente El tigre.


El viaje en autobús transcurrió normalmente, no hubo nada fuera de lo normal, duró lo necesario y fue hasta comodo. Lo estresante ocurrió cuando se llegó a la sede donde esperaríamos a que, los niños del equipo se dividirían en distintas casas del lugar para quedar hospedados. Se hizo de noche y nada que habíamos concretado el hospedaje. Un yo, de a penas cinco año empezaba su primera desgracia, como niño inocente. Mientras los demás se encontraban distraídos, yo jugaba con la grama, en un lugar donde había tierra. Todo bien para un niño pequeño... hasta que las hormigas decidieron atacarme las manos y picarme por toda la base y dedos.


Lo gracioso además de que me hayan picado las hormigas en el primer día en que se suponía era mi nacional de béisbol, es que soy alérgico a más no poder. Las manos se me hincharon de una manera exagerada, parecían dos globos de carne con un matiz rojo, demasiado gracioso para ser verdad. Sin olvidar que ardía como un demonio y no podía rascarme porque, bueno, eran las dos manos. Mi papá salió corriendo buscando alcohol y así calmarme la picazón y la hinchazón.


Los siguientes minutos eran una batalla entre mantener mis manos alejadas para no rascarme y mantenerlas cerca porque picaba como un demonio y necesitaba rascarme. Por fin llegó la comisión de hospedaje, nos repartieron en las casas que nos acogerían, y con suerte me tocó una familia muy buena de las que estoy agradecido. Las habitaciones eran cómodas, la atención no dejaba nada que desear y siempre eran atentos a cualquier inquietud. Cuando me disponía a dormir, por suerte, me echaron una crema en las manos que ayudaron a bajar la hinchazón y así poder estar listo para el primer juego sin complicación.


Llegó el día del primer juego inaugural, mis manos estaban normales y pude jugar normalmente. La inauguración fue esplendida, habían personas de todo el país, música, comida y compartir. Las culturas de los diferentes rincones de Venezuela se hicieron notar, las jergas, acentos e incluso vestimenta. Era un momento de cruce total entre cada uno de los presentes en el estadio. En conclusión, es toda una experiencia compartir junto a personas que viven en un mismo país pero que rara vez hay oportunidades de que suceda.


El segundo partido, a los dos días, estuvo igual de emocionante. Sin embargo perdimos, estábamos en jaque, debíamos ganar los dos siguientes o volveríamos a casa antes de lo previsto. El equipo se concentró, pudimos ganar el siguiente y todo iba mejorando. Tuve la oportunidad de participar en cada uno de ellos así que era una pieza fundamental. Mi primera experiencia iba de maravilla y mi papá que me acompañaba la estaba pasando de maravilla junto a los demás padres.


Hasta que, en la casa donde me acogían durante el nacional, se me ocurrió un juego que acabaría con toda la diversión. Bien, hay un aspecto que destacar de estas casas de hospedaje, y es que normalmente se hace con dos integrantes del equipo para agilizar y disminuir la posibilidad de visitante que se queden sin hogar en un estado ajeno. En la residencia donde me encontraba también había un compañero. Siempre luego de un día agitado en el estadio volvíamos a jugar en la casa. Es día se nos ocurrió algo peligroso. Había un paredón en la entrada, ni tan alto ni tan bajo, donde lograbas sentarte con facilidad y para desgracia de nosotros, o al menos mía, nos dimos cuenta que si te dejabas caer hacia atrás aterrizabas en un césped cálido. Lo hicimos una vez, luego dos, tres, cuatro, cinco. Un juego de niños con todas las letras.


Pero, siempre un bendito pero, había una pequeña hilera de cemento antes de comenzar el césped, nada de qué preocuparte si te lanzabas con cuidado, pero como ya había conseguido varios intentos satisfactorio, no le presté atención a hacerlo con cuidado en el siguiente. Me resbalé en la parte superior del paredón, caí con mi codo izquierdo en la hilera de cemento y solo pude escuchar el "CRACK". Mis recuerdos son un poco confuso luego de eso, recuerdo a mi compañero gritar pidiendo ayuda, recuerdo mis lagrimas, recuerdo que ni sentía el brazo y recuerdo la preocupación de mi padre.


A palabras de mi papá, era casi imposible tocarme el brazo sin chillar, como era evidente que había fractura en el codo. Era de operación decían todos, y sobre todo de emergencia. He de recordar que estábamos a kilómetros de distancia de las clínicas donde mi papá tenía seguro y una opción de operación en privada pagando a través de particular no era una opción. Así que mi padre tomó la salvaje decisión de coger un carrito directo a nuestra casa, en un viaje de unas cinco horas y nos fuimos con lo que podíamos. Yo en la parte trasera del auto, con el brazo roto y con lagrimas a cada momento solo calmado por analgésicos musculares cuando la realidad era una rotura de hueso.


Llegamos casi de noche a nuestro hogar, me llevaron de urgencia a la clínica donde mi papá tenía seguro y me ingresaron de emergencia en el quirófano. Se hizo una operación por fractura, todo salió bien, únicamente dejando una cicatriz en forma de ciempiés por el codo. Hoy en día aún siento incomodidad, pero la movilidad es más que satisfactorio.


Y ahí estaba yo, con un yeso en el brazo, luego de haberme fracturado el codo, en una cama de clínica, con mis padres preocupado y con un nacional perdido. Lo que se suponía que era una experiencia inolvidable en mi primer nacional de béisbol se transformó en una emergencia de último momento. Me perdí los dos últimos partidos del nacional, quedamos eliminados en semifinal, no pude jugar ni practicar béisbol por un prolongado tiempo y me quedó una cicatriz enorme en la parte posterior del codo. Una experiencia que jamás olvidaré ya que hasta quedé marcado para toda la vida.


Aquí les dejo unas fotografía extraída de mi álbum, en los primeros días del nacional y con el equipo. Momentos que quedan plasmado para siempre y te hacen traer recuerdos. A los que se hayan tomado la molestia de leer la historia se los agradezco, y espero les haya gustado tanto como a mí me gustó rememorar estas situaciones de mi vida. Un saludo y nos vemos en siguientes relatos!









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