Cuentos cortos: Dia a dia en Caracas

12 de julio 2018



Fuente

Salia del Hospital, debia cruzar la ciudad para llegar a Santa Mónica. Un viaje bastante incómodo en las entrañas de la ciudad, Tenía que llegar hasta Plaza Venezuela, estación en donde se realizan la mayoría de las transferencias.

A esa hora, a la 1:00 PM es bastante engorroso abordar el metro, por lo que me tomo mi tiempo para llegar al boca del subterráneo, como si no quisiera entrar. Una vez dentro empieza lo interesante en lo cotidiano. Casi siempre me incomoda tener a la gente cerca, en el metro es algo que es inevitable, los olores se mezclan y la falta de mantenimiento se hace notar en cada paso.

El miedo a que me quiten mis pertenencias es latente y siempre está allí, pero de igual manera me aventuro en las entrañas del metro, aunque casi siempre mientras espero me preguntó ¿Por qué?

Entre empujones, gritos, andar rapido y malos olores llego a mi destino, respirar el aire de afuera me genera alivio. Busco las calles más amplias para tratar de transitar a mis anchas hasta llegar a mi destino.

Me entretuve, cuando hago terapia, me olvido de todo y muchas veces para mi es como jugar. Puede ser bastante contradictorio porque se trata de mi trabajo, pero lo disfruto, me rio, habló, dejó caer chistes y no paró de jugar. Aunque a veces el preludio al juego es el análisis, después el juego y por último la satisfacción.

Algunas veces logras ver los cambios de manera instantánea y es gratificante. Tras unas 2 horas de terapia toca volver a enterrarme en las las profundidades de Caracas. En el metro viajan, locos, animales, perros y a veces personas.

Mientras esperaba en el andén, bajaba las escaleras con un sonido muy particular uno de estos personajes. Un perro que al chocar sus patas contra el cemento llamaba mi atención, me le quedé viendo y no pude evitar sonreír, es bastante surrealista ver un perro en el metro paseando a sus anchas.

Comenzó olfatear todo a su alrededor, y lentamente se fue acercando hasta donde estaba yo, me miro y yo lo acaricie. Como si me conociera de toda la vida se tumbó patas arriba exigiendo que le acaricie la panza y yo gusto lo hice.

Aquel tren tuvo un fuerte retraso y opte por caminar, desde Ciudad universitaria hasta plaza Venezuela, Aquel perro me acompañó durante todo ese trayecto, fue interesante. Se ganó un perro caliente (Hot dogs) que después de aquella caminata ambos nos merecíamos.

Posiblemente esa sea la rutina del perro, no muy diferente a la mía. Pero aquel perro a diferencia de la mayoría de nosotros, sabe pasarla bien, hacer amigos y disfrutar de una caminata cuando los servicios no funcionan.

Aquel perro respeto las normas de espera en el andel, incluso mientras caminábamos, siempre lo hacía lejos de los autos, sonriendo y con la cola en alto. Disfruto de la situación y me hizo a mi cambiarle la perspectiva a un hecho molesto y malo. Me hizo reirme, y preguntarme a que estare oliendo que un perro callejero ha decidido seguirme.

Creo que sabia que le invitaria un Hot Dog


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