El Zángano IX

in #steempress5 years ago (edited)


Ilustración




El zángano es una serie de relatos basados en la mítica leyenda urbana del Estado de Mérida, Venezuela, sobre un brujo que absorbe la vitalidad de sus víctimas hasta arrastrarlas al umbral de la muerte.

Relatos anteriores:

I. Judith
II. Judith (continuación)
III. María
IV. Alicia
V. Alicia (continuación)
VI. Matilda
VII. Matilda (continuación)
VIII. Raquel



Obras originales realizadas por mí.



Betsabé

 
Los caminos junto con el iluminado día hacían que el trayecto fuese más o menos placentero para Raúl, y lo digo de esta manera, porque tenía que trabajar a pocas semanas de su jubilación, y además, se perdería hermosos y tranquilos días de paz que tendría ese fin de semana con su familia. Las personas que acudieron a él, lo buscaban con desesperación, para poder tratar, según ellos, uno de los casos patológicos más fuertes que ha podido enfrentar la psiquiatría.

Dicho lugar, se encontraba a veinte kilómetros de la ciudad de Cabás; un psiquiátrico llamado el Sanatorio de Cándido, en donde Raúl, doctor en psiquiatría y Magister en psicoanálisis del sueño, fue convocado para resolver este terrible caso. Los detalles aún seguían siendo inciertos, lo único que sabía era que se trataba de una joven con un caso muy grave de demencia, al que los psicólogos y psiquiatras del lugar no han podido dar solución, ni siquiera contención.

Raúl a pesar de todo, no se pudo contener, y fue hasta allí manipulado por su curiosidad para poder ver de qué se trataba en realidad. Llegó hasta aquél sanatorio en auto luego de cinco horas de viaje, un almuerzo recalentado y una autopista llena de hendiduras y huecos en su asfalto. Era ya el comienzo de la tarde, había llegado un poco después de la hora estipulada, cosa que en aquella región del país era mal visto, puesto que sus habitantes eran fanáticos de la puntualidad. Fue recibido por el director y el subdirector del lugar, quienes le atendieron después de él acomodar sus pertenencias en el auto. Raúl había dejado la beldad y la beatitud de aquel día, para volver de nuevo a la lugubridad de un sanatorio psiquiátrico, cosa que siempre detestó.

Los doctores que dirigían el sanatorio lo recibieron, uno, con cordialidad y respeto por su nombre y su extensa trayectoria profesional, y el otro, con un poco de tosquedad.

—¡Doctor Villasmil! ¡Qué bueno por fin tenerlo aquí!, me ha alegra que haya decidido venir. Disculpe por haberlo llamado en estas circunstancias pero nuestra razón está pendiendo de un hilo.

Dijo el director del sanatorio, quien estrechó la mano del anciano con nerviosismo manejado por la admiración. Raúl notó su comportamiento afable y ansioso, con una voz suave y trémula que salía de sus labios finos, para él, era como los síntomas de una persona que ingiere combinaciones de soporíferos con cafeína. Luego estaba el otro doctor, el subdirector del instituto, un poco más alto y de cabello oscuro bien cortado, de piel pálida y ojeras semi pronunciadas. Su perfume se notaba a varios pasos de distancia, y era una combinación de colonia fina mezclada con tabaco de cigarrillo. Aquel hombre no dejaba de mirar a Raúl con rostro severo, como si le repudiara que estuviese allí, y luego de que el director terminó de hablar, él habló:

—Doctor Villasmil es un placer pero ha llegado bastante tarde, se le dijo que tenía que ser puntual a la hora de llegar ¿o no? —Levantó una ceja al final—

—Calma Octavio —Dijo el director—El Doctor Villasmil supongo que tendrá una excusa justificable para su impuntualidad, además, solo ha sido una hora no exageres.

El Doctor Octavio coloca sus brazos entre cruzados frente a él como señal de desaprobación, como si de verdad no le gustara que Raúl estuviese allí, pero ante tal situación, Raúl pidió una disculpa por su impuntualidad ya que salió de su ciudad con un poco de dificultad. El director le hizo una señal de que no era necesario que se disculpara, y se presentó ante a él como era debido.

—Discúlpeme usted a mí doctor, por mis malos modales, no me he presentado ni al colega junto a mí. Soy el Doctor Añez, director del sanatorio, ya habíamos hablado por teléfono, y este hombre a mi lado es el doctor Arístides, mi mano derecha. Seré breve doctor, necesitamos de su asesoría y su excelencia profesional, usted es uno de los doctores psiquiátricos más renombrados de nuestro país, y solo usted podrá ayudarnos ante este caso que cayó en nuestras manos, no le haremos perder más el tiempo, venga con nosotros.

Raúl fue llevado hacia los interiores de aquel sanatorio, el lugar era bastante silencioso y tranquilo, con un ambiente depresivo y gris. Los doctores y enfermeros pasaban por al lado de ellos muy serenos, atendiendo y llevando a los pacientes de un lado a otro. Caminaron más al fondo del sitio y toda la tranquilidad se rompió. Llegaron a los pasillos de las habitaciones acolchadas, donde los pacientes más trastornados eran confinados allí. En aquél tenebroso lugar, solo había una paciente, que emanaba de su garganta los gritos más desgarradores y terribles que Raúl jamás había escuchado en su vida. Al estar enfrente de su habitación, los doctores le permitieron observarla desde la ventanilla de la puerta, dentro de la cual, Raúl miró pasmado al ver aquella persona que no parecía un ser humano.

—La paciente se llama Betsabé Castillo —Dijo el Doctor Octavio Arístides mientras leía el expediente de la paciente. —26 años de edad, cabello castaño oscuro, ojos cafés y raza caucásica. Contextura ectormorfa, preocupantemente delgada. Manifiesta diversos trastornos de autolesión grave, psicopatía impulsiva, demencia aguda, perceptividad errada, delirio inusitado; en el cual su única mención es una figura amorfa. A pesar de sus fuertes tendencias a suicidarse, no se vislumbra depresión crónica. Se ha ordenado confinarla en el cuarto acolchado con camisa de fuerza, privándola del uso de sus manos por precaución. Es inmune a medicamentos anti alucinógenos, soporíferos y fuertes sedantes por vía oral e intravenosa. Se recomienda mantenerla en completo desuso de sus facultades físicas hasta hallar una solución significativa.

—Es la primera vez que tenemos una paciente así. —Continuó el doctor Añez. —Le juro que hemos probado diferentes soluciones a nuestro alcance, tanto psicológicas como químicas, pero simplemente no quiere ceder a ninguna, es como si fuera un caso perdido totalmente.

Raúl preguntó por la precedencia de la chica, su familia, su origen, algún indicio de donde se podría empezar.

—No sabemos nada de su familia. —Prosigue el Doctor Añez—llegó a nosotros por un juez que la dictaminó demente y fue sentenciada a estar confinada aquí. Al principio era una chica delirante, nerviosa, atiborrada de ansiedad, luego comenzó a realizar actividades dermatilómanas leves hasta mutar a un trastorno de autolesión grave. De su familia, solo sabemos una información no verídica sobre su madre, quien supuestamente vive al sur del país, pero hemos investigado y no hemos podido dar con ella.

—Sobre sus alucinaciones. —Interrumpió el doctor Arístides—No hemos podido dar un diagnóstico ecuánime y transparente. Desde que llegó sus fuertes delirios relataban sobre la aparición de una figura humanoide, que viste de plumajes negros y enormes, portando una máscara blanca de buitre o de zamuro, de manos largas y nudosas, haciendo alusión a las garras de estos animales carroñeros, todo lo tengo anotado aquí desde que ella comenzó a hablar de eso, y lo más interesante es, que es de la única cosa que habla. La paciente le atribuye a esta alucinación la causa de sus diversos padecimientos, hemos tratado de explorar esto para llegar a dar con su origen, pero es como entrar a un laberinto. Espero que su experiencia tratando casos clínicos extraños nos sea de mucha utilidad doctor.

Raúl muy intrigado comenzó a reflexionar sobre aquella hipótesis. Miró por la ventanilla de nuevo y notó que Betsabé lo observaba, estaba quieta y recostada en el rincón. Su deteriorada apariencia lucía un rostro demacrado, sobre un cuerpo arropado por una vestimenta carcomida y ofuscada de suciedad. Su descuidada higiene denotaba un pésimo cuidado hacia ella, no obstante, Betsabé era calificada como una de las pacientes más peligrosas del sanatorio. Raúl la observaba y no podía dejar de sentir esa sensación de lastima y miedo, como si algo terrible fuese a ocurrir.

De repente, Betsabé abandonó su estado inerte y comenzó a retorcerse soltando de su boca alaridos de agonía. Raúl dio un paso hacia atrás pasmado, nunca en su vida vio algo así, al principio pensó que se trataba de un caso de epilepsia pero después se dio cuenta de que estaba errado. Los doctores llamaron a los enfermeros para calmar a la paciente fuera de control. Se movía de un lado a otro, en movimientos bruscos, por un momento pareció que fuese a romper su camisa de fuerza. Se colocó boca arriba e hizo un arco con su cuerpo levantado, parecía que sus ojos se le fuesen a salir de sus órbitas. En aquel episodio la trastornada mujer, soltó palabras escandalizadoras a los oídos de sus testigos, las cuales, se alojaron para siempre en la mente de Raúl.

—¡Se acerca la hora de todas las que aún respiran…!

Continuará...





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Pobre Betsabé que alguien la libre de ese sufrimiento.

Será librada no te preocupes, a su debido tiempo ;)

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Definitivamente tus relatos y tu creatividad a veces me asusta más que el trasfondo de las historias jajaja hay que tener demasiado ingenio para poder crear tanto, es magnífico leer cada uno de tus relatos, de verdad, me siento muy afortunado de conocer autores tan buenos y que sean parte de nuestro proyecto SWIM, gracias por ser parte de la familia y haber comenzado tus pasos ahí con nosotros, le das mucha valía al proyecto y a toda la plataforma.
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