¿NUESTRAS EMOCIONES DICTAN NUESTRAS VIDAS O NUESTRAS VIDAS DICTAN NUESTRAS EMOCIONES?

La pregunta en cuestión nos conduce, de alguna forma, a la antigua paradoja de quién fue primero: ¿el huevo o la gallina?

Y es que cuando se destejen emociones, irremediablemente, estamos tejiendo la vida. Nuestras emociones condicionan muchos de nuestros comportamientos, pero no constituyen la vida. La vida va más allá,nuestro ser crece y se expresa de distintas formas.

Por supuesto, una parte importante depende de la sanidad emocional. No es fácil desplegar las alas con un saco de piedras atado a los pies. De ahí, la relevancia de cuidar, nutrir y liberar las emociones. Ellas nos pueden elevar o hundir, de acuerdo a muchos factores.

Es ampliamente conocido que las emociones negativas conducen a estados de apatía, inseguridad, autoestima baja, depresión y hasta la muerte, si no se busca ayuda profesional. Muchas veces, se descuida la atención a las emociones y no se considera que puede afectar la salud tanto como cualquier quebranto físico. No obstante, en la actualidad, y a pesar de la renuencia de mucha gente, se considera que las emociones mal encauzadas pueden generar enfermedades críticas que requieren atención médica, tratamiento y terapia.

El asunto es que por tratarse de dolencias no físicas, el afectado no busca ayuda médica, pues aún en estos tiempos sigue siendo afrentoso acudir a especialistas en psiquiatría, psicología y afines, sin ser tildado de "loco". Entonces, vemos con inusitada normalidad cómo la vida se ve afectada por las emociones y se reduce a episodios que dependerán de cuánto dominio se logre tener en los sentimientos y emociones propias, de si cumple o no con los tratamientos médicos, de si se concientiza la importancia de atender y sanear nuestras emociones.

El poder para proporcionarnos una buena vida tiene raíces tanto en la crianza como en la claridad de objetivos que cada quien se traza, de igual forma, hay un componente genético implícito que, aunque no es determinante, puede influir en la forma de relacionarnos con el mundo y la gente para desarrollar nuestra vida.

Es potencialmente factible tener una buena vida, con altas y bajas, como suele ser normal, sabiendo utilizar la inteligencia emocional. Comprender los sentimientos personales, reconocerlos, valorarlos y dirigirlos para gestionar nuestro bienestar integral y las relaciones con uno mismo y con nuestro mundo. Todo lo que explore nuestra capacidad creativa será exitoso si enfocamos nuestro ser y energía.

Pero, no sólo eso, alguien que pone en práctica habilidades emocionales es capaz de reconocer el ataque de emociones negativas y afrontarlo con recursos psicológicos propios. Cuenta con la ventaja de poder entender mejor a los demás al ponerse en los "zapatos del otro", utiliza las críticas como una oportunidad de crecimiento ya que las analiza y aprende de ellas y al saber encauzar convenientemente las emociones negativas, tiene mayor capacidad para ser feliz.

Las emociones positivas atraen lo positivo para la vida, es una atracción simple que se convierte en una cuestión de actitud para emprender la vida y no dejarse llevar por ella. Pero debemos educar la perspectiva de observar el mundo, porque, como dicen, "no es lo mismo mirar un vaso medio lleno, que mirarlo medio vacío".

En las mismas circunstancias, las personas reaccionan de acuerdo con su equilibrio o desequilibrio emocional y la "mochila" que llevan en la espalda. La vida no es perfecta, pero si vivimos conscientes de que somos seres humanos capaces de intervenir y mejorar nuestro entorno, podemos acercarnos a la satisfacción, el bienestar, la plenitud

Entonces...¿A mayor calidad de emociones, mejor vida? o ¿A mayor calidad de vida, mejores emociones? Son interdependientes y definitivamente, no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una trenza que enhebra nuestras potencialidades y limitaciones para crecer más que para envejecer y vivir en el aquí y el ahora con aceptación y amor.