LA VIUDA Y LOS HUÉRFANOS / UN CUENTO PARA DISFRUTAR EN FAMILIA
Era bello, dotado de una gran fortaleza física y una agilidad sin par, de grandes y misteriosos ojos azules, cortados de un tajo por un fino rayo negro en la mitad. Seguro de sí mismo, consciente de su belleza y de sus dotes naturales. Se pavoneaba, retador, en la callejuela y en la montaña, donde tanto le placía estar. Se paraba en la gran escalera a vigilar, entre la penumbra; sólo yo le veía. La doblegaba con la sola mirada, ella lo buscaba a la hora de comer para que viniera a compartir con sus hijos. Lo amaba y se sentía orgullosa de él. Ella se rendía, feliz y seductora, pero con una discreción y una hierática dignidad, digna de una dama como ella. Feliz en su condición de madre abnegada, de esos dos hijos también hermosos y muy inteligentes y ágiles: Taira y Lorenzo.
Hasta que un malhadado día, Él discutió con un hombre de la comarca, de una manera ruda y peligrosa. Habíamos escuchado la fuerte disputa que casi los llevó a las manos. Fue una escena violenta. Se ofendían mutuamente con vehemencia. Escuchábamos claramente a través de la chimenea los improperios que se decían. No sabía él el gran error que había cometido. Observaba desde la ventana, veía cómo bajaban de la montaña unos enormes perros que venían de la parte alta. El celo de Casandra, la hermosa Golden labradora, era el motivo de tal peregrinación. Eran como las 5.30 de una bonita tarde. Pasaron casi cuatro días sin que se apareciera en casa, como siempre lo hacía, a visitar a sus hijos y a su compañera. Intrigados estábamos, de tal manera que estábamos atentos al teléfono –por si acaso una llamada al respecto- vigilaba atento con los binoculares por la montaña, por si acaso estaba paseando por allí.
Una noche, mientras escribía, desde la torreta de su estudio, con la luz apagada, observó que el vecino, casi a medianoche, encendía una hoguera en la montaña, justo entre el lindero que la divide en dos. Temeroso de que cometiera algún error o el viento generara un incendio, buscó el extinguidor y observaba con los binoculares lo que el vecino hacía. Atizaba el fuego. Se veía bonito en medio de la noche. Hacía frío y a juzgar por el carácter bohemio de los vecinos, pensó que estaban disfrutando una velada al aire libre. Cuatro días después, muy temprano en la mañana, alguien tocó la campana. Él bajó a abrir y era el vecino, quien muy preocupado y triste, le notificó que lo había hallado muerto, con la cara destrozada. Él le dijo que unos días antes había visto unos perros enormes bajando la montaña. El vecino le dijo que había preparado una hoguera para cremarlo. No le confesó que había estado observándolo en aquella ocasión.
Han pasado casi cuatro días desde la noche de la cremación. Al mediodía, desde la ventana de la torre observa, en este martes tranquilo y callado, en plena siesta, aun grupo de elegantes zamuros, nueve en total, que celebran un banquete en el mismo lugar de la hoguera, desgarran hilachas del cuerpo del valiente y hermoso Joker. Ella ha quedado viuda junto a sus dos huérfanos. La tristeza de ella es inmensa. El hacía conjeturas sobre las circunstancias de su muerte.
Pero, hasta en la muerte son extraños, mágicos, profundos, infinitos, silenciosos, observadores, poderosos y bellos. Hasta en plena agonía, arden como una flor nocturna crepitando en la lejanía; hasta en medio de la muerte son bellos los gatos.
Gracias por leerme espero sus comentarios...