Mes del Santísimo Rosario – 10 de octubre

in #spanish7 years ago (edited)

Mes del Santísimo Rosario

Segunda decena (continuación)


17.ª Rosa Frutos maravillosos del Avemaría

  • Entre las cosas admirables que la Santísima Virgen reveló al Beato Alano de la Roche -y sabemos que este gran devoto de María confirmó con juramento sus revelaciones-, hay tres más notables: la primera, que es señal probable y próxima de eterna reprobación tener negligencia, tibieza y aversión a la salutación angélica, que ha reparado el mundo; la segunda, que los que sienten devoción a esta salutación divina poseen una gran señal de predestinación; la tercera, que los que han recibido del cielo el favor de amar a la Santísima Virgen y servirla por afecto deben cuidar con el mayor esmero de continuar amándola y sirviéndola hasta que Ella los coloque en el cielo, por medio de su Hijo, en el grado de gloria conveniente a sus méritos.

  • Todos los herejes, que son hijos del diablo, y que llevan las señales evidentes de la reprobación, tienen horror al avemaría; aprenden el padrenuestro, pero no el avemaría y preferirían llevar sobre sí una serpiente antes que un Rosario.

  • Entre los católicos, los que llevan el signo de la reprobación no se cuidan apenas del Rosario, son negligentes en rezarlo o lo rezan con fastidio y precipitadamente. Aunque yo no aceptara con fé piadosa lo revelado al Beato Alano de la Roche, mi experiencia me basta para estar persuadido de esta terrible y dulce verdad. Yo no sé, ni veo con claridad cómo es que una devoción aparentemente tan pequeña puede ser señal infalible de eterna salvación, y su defecto, signo de reprobación; y no obstante, nada más cierto.
    Nosotros mismos vemos que quienes en nuestros días profesan las doctrinas nuevas condenadas por la Iglesia, a pesar de su piedad aparente, descuidan la devoción del Rosario y con frecuencia lo separan del corazón de quienes les rodean, con los pretextos más hermosos del mundo. Se guardan muy bien de condenar abiertamente el Rosario y el escapulario, como hicieron los calvinistas; pero su manera de conducirse es tanto más perniciosa cuanto más sutil. Hablaremos de ello a continuación.
  • Mi avemaría, mi Rosario, son mi oración y mi muy segura piedra de toque para distinguir a los que van dirigidos por el espíritu de Dios de los que están bajo la ilusión del espíritu maligno. He conocido almas que parecían volar, como las águilas, hasta las nubes, por su sublime contemplación, y que, no obstante, eran desdichadamente engañadas por el demonio, y sólo pude descubrir sus ilusiones al verlas rechazar el avemaría como algo que resultaba poco para ellas.

    El avemaría es un rocío celeste y divino que, al caer en el alma de un predestinado, le comunica admirable fecundidad para producir toda clase de virtudes; y cuanto más regada está el alma por esta oración, más se ilumina su espíritu, más se abrasa su corazón y fortifica contra sus enemigos.

    El avemaría es un dardo penetrante e inflamado, que, unido por un predicador a la palabra de Dios que anuncia, le da fuerza para atravesar y convertir los corazones más duros, aun cuando no tenga el orador extraordinario talento natural para la predicación.

    Ésta fue la secreta arma que, como dejo dicho, enseño la Santísima Virgen a Santo Domingo y al Beato Alano para convertir a los herejes y a los pecadores. Éste es el origen de la práctica de los predicadores de rezar un avemaría al principio de sus predicaciones, según asegura San Antonino.

18.ª Rosa Bendiciones del Avemaría

  • Esta divina salutación atrae sobre nosotros la bendición abundante de Jesús y María, porque es principio infalible que Jesús y María recompensan magnánimamente a quienes les glorifican: devuelven centuplicadas las bendiciones que reciben. Es lo que claman claramente Jesús y María: “Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos y henchimos sus tesoros”. Los que siembran bendiciones, recogerán bendiciones.

    Ahora bien, rezar debidamente la salutación angélica ¿no es amar, bendecir y glorificar a Jesús y María? En cada avemaría decimos una bendición doble, una a Jesús y otra a María: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Por cada avemaría rendimos a María el mismo honor que Dios le rindió, saludándola con el arcángel Gabriel. ¿Quién podrá creer que Jesús y María -que tantas veces hacen bien a quienes les maldicen- lancen maldición contra quienes les honran y bendicen con el avemaría?

    La Reina de los cielos, dicen San Bernardo y San Buenaventura, no es menos agradecida y cortés que las personas de más alta condición del mundo; las aventaja en tal virtud como en todas las demás perfecciones y no dejará que la honremos respetuosamente sin darnos el ciento por uno. María -dice San Buenaventura- nos saluda con la gracia si la saludamos con el avemaría.

    ¿Quién podrá comprender las gracias y bendiciones que operan en nosotros el saludo y las miradas benignas de la Santísima Virgen?

    Desde el momento en que oyó Santa Isabel el saludo que le hacía la Madre de Dios, fue llena del Espíritu Santo, y su niño saltaba de gozo. Si nos hacemos dignos del saludo y la bendición recíprocos de la Santísima Virgen, seremos sin duda llenos de gracia, y un torrente de consuelos espirituales inundará nuestras almas.

Fuente: El secreto admirable del Santo Rosario, de san Luis Ma. Gringnion de Montfort.

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