Acudo a mi encuentro con arrogancia, soy urticante medusa libre, ya mis hilos no se enredan, ya no me dejo rozar.
Creíste que sorber de manera sutil mi efervescencia y vaciarla en los pozos absurdos de tu inconsciencia sería más fácil. Pude zafarme de tus ventosas.
fuente
Había un fragmento más allá de la realidad de lo cotidiano, que no trascendiste, que no supiste hallar; para ello necesitabas un hilo fino de conexión, pero los tuyos eran más, casi tubérculos que hurgaban y se introducían por la piel, hasta donde las costillas duelen.
Sólidas como aerolitos, tus palabras, apuntaladas a mis oídos, aún resuenan en los ecos del recuerdo; ululares rabiosos de tu temperamento altivo, dispuesto a carcomer lo que tus ojos grises no pudieron.
Hiriente sonoridad, aún taladra; martillos punzantes dejados allí hasta que los esfume el tiempo, siempre cómplice.
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