Alimentación Consciente

En las redes sociales este tipo de alimentación se conoce como mindfoodness, un término que deriva del mindfulness que es la capacidad de prestar atención plena al momento presente. Es decir, sería el mindfulness aplicado a la alimentación para lograr la capacidad de prestar atención a lo que comemos.

En definitiva, el mindfoodness o alimentación consciente busca mejorar la forma en que nos relacionamos con la comida trabajando en la esfera mental y emocional sobre todo. No es una dieta en particular ni un recurso para perder peso, sino que es una forma de alimentarnos cuyo fin último es mejorar la forma en que comemos.

Cómo una alimentación más consciente puede beneficiar la salud
Si nos detenemos a pensar en la forma en que comemos fácilmente nos daremos cuenta de lo mucho que se modificaría nuestra alimentación si intentamos volver más consciente la misma, estar más atentos al momento de comer.

En la actualidad el ritmo de vida que llevamos nos empuja a comer con prisas, sin registrar en su mayoría lo que ingresa en nuestra boca y muchas veces, sin preguntarnos acerca de qué estamos metiendo en nuestro cuerpo o si realmente tenemos hambre y deseos de comer.

De esta forma, la alimentación consciente puede ayudarnos a prevenir la obesidad, pues nos ayuda a comer por necesidad controlando las ingestas por emociones o por factores externos así como otros comportamientos nocivos como los atracones según señala un estudio publicado en Obesity Reviews.

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Cómo poner en práctica el mindfoodness
Para lograr una alimentación más consciente o poner en práctica el mindfoodness, se requiere de un abordaje integral no sólo de la mano de profesionales de la nutrición, pues se requiere de entrenamiento a nivel cognitivo, conductual y emocional que nos permita un mayor autoconocimiento y el logro del autocontrol al momento de comer.

Así, se requiere de apoyo profesional y de la puesta en práctica de una serie de ejercicios que nos ayudan a volver más consciente las señales internas y a controlar las externas. Por ejemplo: aprendemos a diferenciar hambre fisiológico de hambre psicológico, a disfrutar de un bocado placentero y a reconocer la saciedad en nuestro cuerpo.

No es algo que lograremos de un día para el otro, pero con el tiempo es posible alcanzar una alimentación más equilibrada y una relación saludable con los alimentos que nos permita disfrutar de la comida y alejarnos de enfermedades producidas por malos hábitos alimentarios.

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