NOVELA: Una Novela Sobre Mi Mismo. 1pte. Cap.1

in #artzone6 years ago


The Riviera of Ramatuelle/Saint Tropez

**Primera parte**

I

Hoy han muerto dos cajas de José Cuervo, dos de Grey Goose, una de absolut, dos de Inferior (ron Superior, para los neófitos) 5 botellas de etiqueta azul, dos de Buchanan, 4 cajas de vino Casillero del Diablo y 10 cajas de cerveza Amstel. O quizá el sábado. Perdí la cuenta.

Recibí un msn del messenger:
—debes venir. Te van a interpelar mañana en la Asamblea. ¿Dónde coño andas, carajito? — Por supuesto, a mí no me sacan de Saint-Tropez ni con exorcista. Ayer vi a Mauresmo en bikini y quedé boquiabierto todo el día.

Estoy en un chalet en las afueras del pueblo. Apartado del camino principal, que va de Toulon a Cannes, por lo que hay privacidad. Los paparazzis acampan a trescientos metros y apuntan sus cámaras hacia las villas; pero rara vez tienen suerte. El jueves linchamos a uno. Lo torturamos (bueno, lo amarramos a una silla, frene una tv sintonizada en un canal mexicano donde vio las novelas de allá y sobre todo, Rebelde. A las dos horas, lloraba a moco suelto y echaba espuma por la boca. Hasta se cagó encima.)

Me preparé un porrito afgano, me puse una franela Calvin Klein de algodón, blanca, cuello en V, me monté en el Mercedes y decidí ir al pueblo. Quiero cenar langosta, en salsa de ostras y trufas, y nada, necesito víveres; además, Emy se pondrá contenta cuando vea el banquete que va a preparar. No hay peo, la tipa es chef, le encanta estar metida en la cocina, cocinando vainas, batiendo aquí, mezclando allá, haciendo todas esas cosas maravillosas. La carretera está normal, a pesar de que comienza la temporada. Un carro de la poli me sigue. Sigo fumando mi porro. Estoy desconectado del mundo, ayer arrojé mi cel al mediterráneo. Hay un bulto en la parte de atrás del carro, no hay problema pues reconozco el cuerpo, vestido con ese bikini Victoria´s Secrets: Julia. Pero no se movía. Llegué a extender mi mano hasta ella: al palparla, respiraba plácidamente. Estaba sudada. Olía a caña, playa y sexo.

—Es culpa mía. La pea que has agarrado —digo en voz alta, aunque ella no va a responder. Pensé que debía despertarla. Al fin y al cabo, habría dormido como nueve horas. Más bien ella podría darme un poco de compañía. En realidad, tenía ganas de besarla. Tal vez más tarde. Por ahora, el cuerpo debe recuperarse de la bebedera eterna. Al fin, pasó el carro de la poli y no lo vi más. Después de hacer las compras, me monté en el carro, donde ya Julia estaba sentada en el asiento de copiloto, con cara de perdida amnésica, viendo de un lado a otro, como perro tratando de cruzar una autopista, despeinada, sin maquillaje, sin bañarse, vestida sólo con un bikini diminuto. Tratando de coordinar un solo pensamiento de importancia: “QUÉ COÑO HAGO YO AQUÍ?” pero se calmó justo cuando me vio, aunque seguía arrecha, tenuemente arrecha.
—me cogiste mientras dormía? —Me preguntó así no más, mientras arrancaba de vuelta al chalet.
—no, te dejé dormir. Sientes que…? —Le pregunté de una, como para que no se le meta esa idea en la cabeza.
—no, papi. Es que me siento asquerosa, tengo sed y mal aliento. Dame un Phillip Morris.

Ella tomó la caja y se sirvió a su salud, tosió un poco y se bajó un litro completo de evian, que le traje. Hacía mucho calor, matizado por una muy fresca brisa mediterránea. Tenía hambre, ella también. Celeste llamó al cel de Julia, quien inauditamente puede salir a calle sin su pasaporte, sin ropa (como ahora) sin dinero; pero nunca sin su cel, un LG demasiado chic, como ella.

—mira, aquí la gente tiene hambre. ¿Van a traer comida? Pásame al desastrico —Julia me dijo que Celeste quería hablar conmigo y aunque ladilla, ella es una madre y es mejor pararle bolas, ya que ella aquí se autoproclamó la señora de la casa y le hace la contra a Julia, lo cual es conveniente.
—mira, emy está en la cocina, diciendo que no va hacer hamburguesas, y de pana, es verdad —me dice. No joda, no sé de qué se quejan, ¡si solamente cenamos hamburguesas, ayer! Claro, estas divas cambian de gusto todos los días… nadie me mandó a irme a parrandear con ellas.
—mira, llevo unas langostas y trufa, dile ahí, esa jeva se va a excitar —soné medio patán, pero nada, Julia se lo tripeó. Eso es importante y Celeste me dijo:
—ah bueno, ´ta bien —Y colgó, le devolví a Julia su aparatico, al agarrarlo comenzó a escribir un sms no sé a quien. Me dio un ataque de risa cuando vi un cartel, en inglés que decía: “Alcohol can be dangerous to your health to be drunk in moderation!” y en francés menciona que es cortesía de “Le Cave de Saint-Tropez” donde uno compra su caña tranquilo.

Es de las pocas tiendas que visito, pues aquí todo es carísmo y además, puedes encontrarte en una tienda a Paris Hilton jodiendo en la caja y todos los malditos paparazzis y la gente pidiendo autógrafos… yo siempre voy al puerto, y le compro a los pescadores, y voy al pueblo, adentrado en la península, donde las cosas son más tranquilas. Saint-Tropez no es lo mismo que antes. Iba por la vía y no entiendo de donde carajo salen tantos Lamborghinis y Bentleys, creo que soy el único pendejo que va en un Mercedes. Un mariquito que supongo gringo, se me pone al lado y se me queda viendo. Estaba adormecido por la brisa y el ratón, y Julia se estaba riendo y metió el paro colocando un disco, que resultó ser Paul Van Dyk y lo puso a todo volumen y me dijo que el pargo ese me estaba viendo. Tenía mechas en el pelo, un zarcillo en la oreja y hasta tenía maquillaje. Me estaba retando, con cara de matón; aunque claro, nunca ha visto un muerto en su vida. Andaba en un Ferrari y lo estaba roncando, pero no joda, yo ni le paraba bola, y hasta me prendí un cigarrillo. De paso, para terminar de joderlo, le tiré el carro y se puso todo nervioso y casi se colea, quedó atrás y nosotros nos reíamos, mientras veíamos la reverberación del camino y el mar. Hablamos todo el trayecto restante. Al llegar a la villa, Celeste se estaba tomando lo que me pareció un café. Me preguntó si traía la comida, más que todo porque le dio vaina el hecho de que yo andaba con Julia. Dije:
—sí —y fui directo a la cocina, para que emy hiciera delicias.

La villa está a cinco kilómetros del pueblo. Tomé 4 botellas de Smirnoff ice. Quise ver el mar. Me acosté en la arena. No sé en qué momento, pero tomé el PDA y comencé a escuchar una selección de canciones temáticas a Saint-Tropez. Las chicas estaban pendientes de sus cosas, así que estuve un buen rato solo en la playa. Mientras tanto, me dediqué a vaciar las botellitas, previamente las enterré adentro del agua, ya que así se conservan frías. Miraba a lo lejos. Las olas estaban tranquilas, aunque el mar no estaba tan azul, parecía turquesa, como en los Dardanelos. Vino Celeste y me dijo:
—andas con Julia desde hace tres años. Es obvio que entre ustedes hay una vaina donde una no figura. —Creí que me estaba jodiendo, pero como vi que iba en serio el comentario, le lancé una terapia de refrescamiento de memoria:
—no joda, ¿tú no te acuerdas que te desvirgué cuando tenías 16? Que después metiste el paro diciendo que me aproveché de ti y no me hablaste más… ah, recordar es vivir. —Pero me interrumpió:
—sí, para ti fue eso. Pero después me di cuenta de que no eres la rata inmunda que pareces, mi niño. —Ella como que la iba agarrar por analizarme y se iba a poner intensa, la corté sacando una botella del fondo de la playa, se la destapé y la mujer se la tomó sin poner mucho peo. Me puse hablar del mariquito que estaba jodiendo en la carretera y ella se reía. Comenzó a contarme algunas cosas, aunque en el fondo deseaba saber la razón por la cual yo no le guardo rencor, y le respondí, aunque sin mucha convicción:
—la verdad no sé, no le doy importancia, éramos unos carajitos, no sé, no sé —Ella agregó:
—Sé que no tenías amigos, eras una rata. Podías ser distinto, no llevar tanto la contraria; si te hubieras metido en el carril hasta me hubiera casado contigo, jeje. —Parecía sincera. Pero a mí no me interesaba tocar este tema.
—ya eso pasó, como verás, tuve la razón, gané y punto. ¿Qué te cuesta creer que no me importa el maldito pasado? —Dejé de verla y me centré en el mar, lastimosamente poblado por un montón de yates, muchos de ellos de nuevos ricos y aspirantes a ingresar en esas hordas de chusma adinerada por quienes un montón de gente se babea, llamada “jet set”. No habían muchas nubes, sólo unos cirros que siempre me llenan de tranquilidad.

Pensaba en varias cosas. Estaba en problemas. Piensan que ando escapando; es sólo un descanso antes de ir y matarlos y cogerme a sus esposas y sus hijas y luego arrasar con su mundo de mierda, para mi entera satisfacción. El salitre y la brisa fuerte me arrancaban lágrimas involuntarias. Para animarme, puse Sex blood sugar magik y al cabo de unos minutos ya estaba alegre. No me había dado cuenta de que Celeste se estaba bañando, y para mi mayor sorpresa, se quitó la parte de arriba de su traje de baño, lo cual me provocó una risita de esas.

Regresó y continuó hablando. No la escuchaba. Le dije:

—Supongo que no me esperabas en este viaje. —Me metí en el mar sin responderle, ni siquiera le vi la cara. Me puse a bucear, en el lecho marino, justo como hacía Benno Von Archimboldi. No había algas ni peces, sólo el desértico lecho del mar mediterráneo. Salí a la superficie:

—yo tampoco sé qué hago aquí. Emy me trajo. No fue fácil lo del divorcio. Me concentré en trabajar para distraerme. Un año completo trabajando de lunes a lunes. Casi ni gastaba el dinero, sólo las cuentas. Ni iba al cine. Ni siquiera salía de Caracas. Supongo que me había vuelto loca. —Regresamos a la orilla donde le di un abrazo. Había otras personas en la playa, en sus respectivas villas. Vino un grupo, que nos invitó a una fiesta. Aceptamos cortésmente, aunque muy probablemente, no iríamos. Aquí invitan a fiestas a todo el mundo. Ella continuó hablando:

—pensarás que estoy loca. La verdad creo que sí, no sé. Pero este viaje me ha hecho mucho bien, sobre todo porque ya lo he olvidado y ya no lo odio. Es que ya ese hombre me resulta… insignificante. Lo que me dijiste hace años se cumplió tal como dijiste. Cuando me di cuenta, estaba perdida. No paraba de llorar. Pero me sentía liberada. Supongo que entiendes. Y este viaje: no conocía Europa, no sabía tantas cosas de este mundo, te estoy agradecida, ¡tus libros me han mostrado tantas cosas! He decidido no vender mi restaurant. Por eso emy está tan feliz. Quería que lo supieras. —Le sonreí y la volví abrazar. A mí me fastidian estos reconocimientos.

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