CUENTOS INFANTILES Por G. J. Villegas

Los niños son geniales. Cuantas anécdotas divertidas pueden surgir de una conversación con los más pequeños. ¿Sabes qué cosa gusta mucho a los niños? Un buen cuento donde puedan aprender alguna lección importante. Esta semana te traigo una historia para que la compartas con tus hijas. Si te gusta y encuentras algún valor práctico en ella, no olvides dejarme un comentario.

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La princesa despeinada

UNA mañana la princesa del castillo se levantó de su cama con mucha energía. Deseaba salir del palacio para pasear por el bosque colectando flores, frutos silvestres y dar los buenos días a todas las aves del campo. Era una princesita hermosa, pero tenía un defecto que debía corregir.

—Buenos días Sofía —le dijo su mamá la reina.

—Buenos días madre —respondió la princesa haciendo una reverencia.

—¿A dónde vas con tanta prisa hija mía?

—Voy al bosque, quiero recoger muchas flores hermosas para hacer una corona. También espero encontrar uvas y manzanas y disfrutar del bello canto de las aves.

—Me parece muy bien, pero creo que estas olvidando algo importante. Antes de salir fuera del castillo toda princesa debe peinar su cabello.

—¡Ah no! ¡Eso no! Mi cabello está bien así y no quiero peinarme —replicó la princesa algo enfadada.

—Pero hija mía, eres muy hermosa y tu cabello parece una madeja de lana. Ven y déjame usar un cepillo para arreglarlo —insistió cariñosamente la reina.

La pequeña Sofía se negó y se alejó corriendo de allí. No le gustaba para nada peinarse, se quejaba diciendo que el cepillo tenía cerdas muy duras, que las trenzas le hacían doler la cabeza y que los cintillos pesaban mucho. Eran puras excusas, pues la verdad era que a la pequeña y hermosa princesa le gustaba llevar su cabellera libre como el viento.

La princesita no quiso escuchar a su madre y se fue al campo con su cabello todo alborotado. La gente la veía y se reían de ella, pero sin que se diera cuenta para no hacerla enojar, pues le temían a su padre el rey.

Como de costumbre la niña se fue por el camino real cortando toda flor que tuviera vivos colores. Se sentía libre con su cabello suelto y enmarañado. Se detuvo para recoger unas petunias, pero no se dio cuenta que en un árbol cercano estaban unos pájaros que buscaban un lugar apropiado para hacer un nido.

Cuando los pájaros vieron la gran melena despeinada de la princesa, rápidamente volaron hasta ella para hacer el nido sobre su cabeza. La princesa se asustó mucho y salió corriendo por todo el bosque, pero las aves no la dejaban en paz. En el momento que pasaba por unos arbustos, su larga cabellera se enredó en unas ramas y quedó atrapada.

Pasó allí varias horas sin poder salir de su atasco. Un comerciante de vinos que pasaba por el lugar oyó el llanto de la princesa y corrió a ayudarla. Se sorprendió mucho cuando la vio entre los arbustos con el montón de aves acurrucándose en sus cabellos.

—¡Oh hermosa princesa! ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó el comerciante.

—Ayúdeme a salir de aquí por favor, estos pájaros creen que soy un árbol y que mi cabello son ramas. He intentado escapar de ellos pero mi largo cabello se atoró en estos arbustos —explicó entre sollozos la niña.

El hombre la liberó del apuro y la llevó al castillo. Una vez allí la pequeña le contó a su madre la reina todo lo que le había sucedido.

—Si tu cabello hubiera estado peinado las aves no habrían querido hacer su nido en tu cabeza hija mía —dijo la madre con dulzura.

—Tienes toda la razón mamá, a partir de ahora no saldré al bosque sin antes peinarme como lo hacen las princesas decentes. Me peinaré y también usaré los hermosos cintillos de flores que tú haces para mí.

La princesa cumplió su palabra y desde entonces cada mañana dedica unos minutos a acicalarse cepillando su cabello. Aprendió así la lección de que toda niña debe estar siempre bien peinada. Ahora se le ve más feliz cuando pasea por el bosque cercano al castillo.