Ensayo - Desvaríos en Mi Fría Recámara

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El abrazo del frío seco e inhóspito sofoca mi corazón mientras las imágenes del ayer son proyectadas cual película que se repite y se expande con cada llegada del alba. Y es que es necesario que las bestias del ayer sean confrontadas y empaladas cómo es debido, pues ellas no le hacen ningún bien a la carne, pero es también doloroso pues esas bestias algún día fueron queridos compañeros de viaje a través del río vitalicio, más llega un momento en que los compañeros cambian y son convertidos en bestias y nos vemos en la cruda posición de tomar la elección de entregarnos a sus garras y hundirnos o por el contrario empalarlos y abandonarlos en las aguas. Este proceso no es nada esotérico, todos deben hacerlo alguna vez, pues la vida se trata de supervivencia y crecimiento, empero a veces las bestias regresan en forma ectoplásmica a atormentarnos mas no, no pueden herirnos físicamente, empero sus crecientes y gélidas presencias causan la avasallante melancolía.

-¿A cuántos compañeros de viaje no he tenido que empalar? ¿cuántos son los que siguen remando a mi lado?- pregunto en la oscuridad. Los días pasan y soy forzado a mirar la proyección, a mirar la luz, a mirar el éxtasis, a mirar como la calidez del contacto puede hacer sentir a la carne acompañada y al espíritu en gozo al mismo tiempo. Es ese sentimiento de que no viajas sólo y de que a pesar que la corriente te lleve por caminos de rocas muy estrechos te sientes de alguna manera indiferente porque tienes quién te salve de caer de la barca y ahogarte en las oscuras profundidades.

Realmente no. He aprendido que muchos de esos compañeros son verdaderamente pasajeros, sólo están para guardarte un tiempo, y sin embargo la mayoría serán puras máscaras falaces. Se siente como un videojuego en cierta manera, vives la vida aplacando tus necesidades y deseos para conseguir recursos con los que ello sea cada vez más efectivo, la socialización parece tratarse exclusivamente de mera necesidad de hablar y escuchar para no sentirse en la necesidad de reproducir los helados vestigios del ayer en la carne.