La maldición de Dora.

in #cervantes5 years ago (edited)

Imágenes cortesía de pixabay.com
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Posteriormente editadas en PicsArt y canva versiones móvil


Era una noche fría, llovía como si el cielo se fuese a caer a pedazos, los granizos caían tan fuerte que sentía que el tejado se quebraría en dos.

Me abrazaba a mi almohada mientras la luz de mi lamparita de noche impedía que la oscuridad de esta noche fría me dejara sin ver nada.

Los truenos se apoderaron del sonido y los relámpagos invadían el cielo con su luz y en un destello la oscuridad llegó y mi fiel lámpara se apago.

En cada relámpago las sombras imaginarias de mi mente se hacían presentes en mi habitación. Y los recuerdos de mis miedos de la niñez una vez más volvían.

Sentía ese sonido que tanto pavor me daba y apretaba los ojos mientras mis manos sobre mis oídos buscaban opacar ese lúgubre sonido.

Dora, Dora, Dora, Dora, Dora. Escuchaba mi nombre en cada resonar de esos truenos y mis miedos latentes me tenían al borde de la desesperación.

Por fin comenzó a amanecer y pude dormir unas cuantas horas y así amortiguar con el corto sueño ese gran cansancio.

Recuerdo que esa tarde tenía una cita con mi psicólogo, me venía tratando desde que tenía seis años y hasta la fecha no conseguía que esa silueta y esa voz se alejaran de mi mente.

Durante las sesiones a lo largo de estos dieciocho años me fue convenciendo de que todo era parte de mi mente, un juego que hice de niña y que lo sentí tan real que yo misma me negaba a alejarlo.

Pero como yo iba a querer mantener aquello que tanto miedo me provocaba, como iba a querer estar siempre al límite de la desesperación por las noches. Y menos aún como iba a querer vivir con somníferos de por vida para así conciliar el sueño.

Una vez más la sesión acabó con la misma explicación de siempre.-Dora querida tu invención de la niñez es la que estas manteniendo tu misma y tu afán de querer tener tu infancia de vuelta es la que hace que esas vivencias estén presentes-.

Una cosa entendible si tomamos en cuenta que perdiste a tu gemela y a tu madre a la edad de seis años.

Era la hipótesis de mi psicólogo y de todos los que me habían visto a la fecha, mi padre convencido de lo mismo siempre me trataba con rudeza, hasta que me hice mayor y pude de alguna manera tener independencia.

Pero algo en mi interior sabía que no era una invención de niña, había algo más que no podía recordar del todo.

Pasaron unas cuantas semanas y los somníferos cumplían su cometido y me hacían dormir toda la noche. Excepto los días de tormenta y esta noche una nueva tormenta haría que esos recuerdos vinieran.

Me desperté con un relámpago que iluminó todo por completo y al despertar y ver el techo de mi habitación la vi. Era ella, era la mujer del sombrero y collar de perlas, estaba pegada mirando fijamente mi cuerpo inmóvil en la cama.

No podía gritar, estaba realmente paralizada, petrificada sería la mejor palabra para ese momento.

Mientras la veía fijamente y mi cuerpo se ponía frío ella bajaba lento diciendo mi nombre. Dora, Dora, Dora, Dora.

Le salía humo por la boca cuando pronunciaba mi nombre y mi corazón latía a mil por hora hasta que por fin pude moverme y me arroje de la cama.

Baje corriendo y me escondí tras el sillón y mi celular en la mano se volvía inútil ya que por el terror no podía marcar el número de mi padre.

Me quedé ahí y un recuerdo vino a mi mente. Era yo de niña de la mano de mi hermana Cora, temblábamos juntas mientas escuchábamos los gritos de mamá. -Salgan de la casa, corran, no miren atrás -.

Grite tan fuerte que me desmaye y al despertar mi padre estaba a mi lado sosteniendo mi mano.

Su hipótesis es que abuse de los somníferos he ingerí más de la cuenta.

Empezaba a recordar, las imágenes de mi hermana mirándome fijo se hacían cada vez más presentes en mi mente y sentía su mano fría temblorosa.

El grito de mamá diciendo que corriéramos se hacia latente en mis oídos y no podía apartarlo ya.

Ya sabía que tenía que hacer, tenía que regresar a casa una vez más y buscar al fin esa respuesta.

La casa se había mantenido cerrada desde que mamá y Cora habían muerto. Según la policía mamá tuvo un ataque de esquizofrenia en el que mato a mi gemela siendo yo la única sobreviviente ya que papá no se encontraba esa noche en casa.

Conduje mi auto y llegue hasta la casa que por fuera se veía destruida, pero una luz en el ático estaba encendida.

Recuerdo no haber llevado las llaves más sin embargo las puertas se abrieron de par en par.

Entre y dentro estaba todo tal cual lo recordaba, el gran sillón rojo donde Cora y yo nos escondíamos de la mujer del sombrero y collar de perlas. La alfombra que era nuestra cama cuando nos dormíamos por las tardes y la escalera de caracol que subía desde el primer hasta el tercer piso.

Recordé a la mujer que me atormentaba ya que estuvo presente en mi niñez. Papá nunca nos creyó, que la mujer del sombrero y collar de perlas quería dañarnos.

En una oportunidad ahorcó a Cora y papá creía que había sido yo y me castigo una semana. Mamá en cambio nos creía ya que ella también la veía al igual que al hombre gordo del jardín, el que siempre espiaba por la ventana y gritaba para entrar.

Cerré los ojos y comencé a caminar y una manito sujeto mi mano, era Cora feliz de que había regresado. Mamá estaba sonriendo entre lágrimas y me abrazo, me dijo que no debía estar ahí.

Le dije que no tenía miedo que estaba en mi hogar, junto a ellas nada me pasaría.

La mujer del sombrero y collar de perlas me sujeto del cuello y me asfixiaba mientras mamá y Cora gritaban.

Me solté y corrí por las escaleras mientras esa lúgubre mujer me seguía.

Esta vez le gane. Salte por la escalera y caí sobre el candelabro, ese que papá tanto amaba.

Se preguntaran como es que relato esta historia.

Antes de morir deje una nota explicando a papá que no estoy loca, que mamá no mato a Cora quien nos mato fue nuestra casa.

Esa maldita casa.

No vivan aquí, jamás entren porque la mujer del sombrero y collar de perlas querrás a matarlos.

Dora fue sepultada junto a su madre y hermana y la casa familiar fue quemada y mientras eso pasaba se escuchaban gritos espeluznantes.

No todo acabó no se olviden del hombre gordo del jardín, miren bien por la ventana quizás este afuera gritando por querer entrar..


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