Cansado(1 de...)

Levantarse con el sueño de la carga, después de costar conciliar el sueño, desayunar, el café el momento álgido del día con la bendita pócima, nunca mejor dicho, no conozco a nadie que se entretenga lo que yo haciéndolo, es todo un ritual, moler el café, dicen que es mejor el 100% arábica pero mis sentidos no dicen lo mismo, no tendré el paladar educado o eso o la querencia de los españoles por el torrefacto en la mezcla que te da ese punch, eso golpe que nos ayuda a arrancar cada día de estas existencias a veces desvanecidas en su sentido.

Pues eso moler el grano mientras la parte de abajo de la cafetera está puesta en el fuego a la espera que hierva el agua, el grano le añado una pizca de sal, resta amargor a la mezcla final y percibes más matices del café, el grado de molienda, es importante si está muy pulverizado se apelmaza y corremos el riesgo que tarda en salir más por la válvula de expreso y el sabor sea a quemado, un fiasco vaya, si lo molemos poco, con textura de grano de pimienta grueso, el agua pasa demasiado fácilmente y tendremos una infusión con el color pero nada de sabor y por supuesto, nada de fuerza.

Cuando el agua empieza a hervir, empiezan los malabarismos con cuidado y un paño de cocina lo retiro del fuego, y le coloco el filtro con el café recién molido, pero no de cualquier manera, no, una vez lleno, golpeo suave pero firmemente contra la mesa con un golpe seco y preciso para que se compacte pero sin presionar con las manos, eso estropearía el café dos veces le suelo dar normalmente y justo antes de colocar el filtro en el depósito de agua con el dedo hago un orificio en el medio de la molienda del café, eso facilita la subida del vapor de agua a través del filtro a la parte superior de la cafetera.

Se encaja con cuidado la parte superior, me ayudo siempre del paño, debe estar bien cerrado para que la presión no escape por los lados y la vuelvo a colocar al fuego, y lo bajo al mínimo posible que siga dando el calor suficiente para que la subida del vapor de agua sea gradualmente lenta, en el caso de mi placa vitrocerámica, es el nivel 2 de 6.

En un minuto o así empieza a salir lentamente, es un espectáculo contemplar cómo se forma esa deliciosa espuma color tostado, brillante, esa pausa que tarda en llenarse la parte superior la uso para preparar la leche, siempre uso entera, media taza, las tazas de loza, perfectamente secas, anchas, las medio de leche, y según la estación dos minutos de calor en el microondas o en verano, puede que baste con minuto y medio, tiene que estar caliente pero sin que afecte a la estructura de la grasa de la leche, que no se forme nata le quita sabor es molesto cuando tomas el café y posteriormente, dificulta la limpieza de la taza.

Podría hacerlo al fuego en un cacillo, pero es más difícil controlar la temperatura aparte de que mi obsesión rozaría límites peligrosos, manchas más cacharros y recordad, aún queda la aventura de tostar el pan.

Se me olvidaba comentar, durante el tiempo que se llena el depósito de arriba, la tapa levantada, eso ayuda a que no se condense vapor de agua y no recalienta la suave mezcla que está surgiendo arriba, cuando ya está mediado que empieza a salir con más fuerza al haber menos agua, apago la placa, el calor residual es suficiente para que termine de salir el resto del café, si lo hago bien, no necesito ni bajar la tapa en el estertor final que amenaza con manchar la cocina con chicatazos de café hirviente y desbocado.

Lo dejo reposar al menos un minuto, que se mezcle bien que se aposente los estratos de lo que ha ido saliendo y luego ya el momento mágico, echarlo con cuidado y delicadeza en la taza, si has hecho todos los pasos correctamente, se forma un cebrado de manchas acafetadas en la superficie no siempre sale, es cuestión de suerte, si no, de todas formas, suele estar exquisito.
(Imagen obtenida de Pixabay.com)