Como lo estableció el reto, después de modificaciones producto de una divertida confusión: publicar las segundas partes de nuestros relatos dentro de las siguientes 24 horas, aquí va mi versión de la segunda parte, publicada justo antes de las 8 p.m. (hora de Venezuela). Va dedicada a mis estimados @alevil (el retado inicial) y a @jcalero y @sansoncarrasco (segundos en publicar su segunda cada uno parte el día de mañana, 15 de mayo, 8 p.m., hora de Venezuela).

Era la desaparecida Laura, la que nunca llegó a casa aquel día hacía ya más de quince años, la que todos habían sepultado en un recuerdo y llorado, el capítulo sin resolver, el entresijo que marcó por siempre la vida de Antonio.

Mientras los hechos de aquel día se repasaban en automático en su memoria lúcida, ese otro en quien se desdoblaba Antonio trataba de juntar las piezas, mientras que este que quedaba anonadado por el desconcierto perdía poco a poco la cordura. Rebasado por un anhelo instintivo que lo puso de un solo golpe en el pasado, Antonio buscó su propio rostro en aquellos niños, pero inmediatamente recapacitó. Eran todos muy pequeños; la mayor debía tener seis.

Vio el anillo en su dedo. Se había casado. La ropa que llevaba, su cabello y su piel eran de una mujer de sesenta. Dudó de la cuenta los años que habían pasado, pero eran, sin duda, no más de quince y medio. Había envejecido mucho más de lo que hubiera esperado. ¿Mala vida? Debajo de la mirada triste se dibujaba una sonrisa cálida. ¿Qué debía deducir? Era demasiado para asimilarlo en apenas un instante. Aquella mujer, a unos pasos delante de su tarantín de plátanos, se había vuelto una anciana frente a sus ojos, los tres niñitos estaban descalzos y sucios. La voz de Laura interrumpió sus disquisiciones.

—¡Hola, Antonio! Qué bueno encontrarte otra vez, al fin. Te hemos esperado tanto tiempo.

La voz se le quebraba un poco. Ahora se veía un poco nerviosa, como si tratara de disimular. Antonio escuchaba estupefacto.

—Supe que no vendrías cuando no contestaste mis llamadas. Luego me quedé sin batería. Y bueno, aquí no hay celulares, como ves. Entiendes, ¿no?

La confusión de Antonio solo aumentaba. De momentos se perdía en el largo discurso de Laura. Se ensordecía; sentía un hormigueo tibio y desagradable en la cabeza. Laura seguía hablando. No hacía pausas. ¿Cuándo se callaría? ¿Cuándo podría hacer, por fin, una pregunta? ¿Por qué nunca volvió a casa? Sus ojos buscaban desentrañar de aquella escena las respuestas. ¿Quién era el marido? ¿Por qué de repente no había más nada sino un terreno desolado?

El sitio había quedado solitario; el cielo se enrojeció. Volteó a buscar su carro, acaso preparando la huida que le imponía el instinto. No había nada. En un gesto que se intuía arriesgado, Laura le tomó la mano y le dio un papel doblado y continuó.

—Nunca me buscaste. No respondiste. Pero te esperé y ahora estás aquí. Todo lo que no nos atrevimos a hacer ahora es posible. Mira, ella es Lucía; le puse como a tu mamá. Hoy cumple siete. Este es Antonio José…

Antonio se perdía entre las muchas palabras que no paraban de salir de la boca de Laura. Cuando por fin alcanzó a leer, la expresión de su rostro se oscureció.

Dio un paso atrás y se sintió caer en un abismo.

Estaba tirado en el suelo caliente del sol, una mujer parecida a Laura, pero mucho más joven, le acercaba (tal vez demasiado) un rostro preocupado, le sostenía un algodón con alcohol cerca de la nariz. Una mano le acercó un refresco con hielo. “Señor, ¿está bien?” Antonio alejó con la mano el algodón y el refresco. Se incorporó aún con pocas fuerzas, las piernas flojas, pero determinado a encontrar a la anciana Laura y a los niños, a hacer todas las preguntas.

No había nada.

De inmediato, recordó la nota y la abrió para corroborar lo que creía haber leído bajo la luz rojiza que lo había terminado de poner en alerta. A su alrededor todos lucían desconcertados y extrañamente familiares; le ofrecían de nuevo el refresco, la muchacha lo tomaba del brazo, le acercaba el algodón impregnado a la cara (trataban, quizá, de distraerlo).

Era la letra de Laura en la nota; el papel aún lleno de su sudor: “Huye y no pares hasta llegar a casa; no hables con nadie.”

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Gracias por leer.
Como siempre, agradeceré sus comentarios.

Reto:

Algo muy divertido ha ocurrido. Mi estimado @alevil y yo nos hemos enredado. Ahora hay dos segundas partes de "El hueso de la abuela" y solo una parte de "La extraña desaparición de Laura García".

@alevil ha nominado a @jcalero (quien ya ha aceptado) y yo nomino a @sansoncarrasco a continuar "La extraña desaparición de Laura García" en las siguientes 48 horas, de las cuales ya van 24.

La hora límite de publicación de sus entradas al reto es mañana, 15 de mayo, a las 8 p.m. (hora de Venezuela).

¡Los invito a seguir este reto que promete ponerse aún más interesante!

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Nomino a @adncabrera a escribir la tercera y última parte de este relato, en una extensión no mayor de 1000 palabras.

@adncabrera, tienes 48 horas a partir de este momento; es decir, hasta pasado mañana 16 de mayo a las 8 p.m., hora de Venezuela.