CAP. VI (B)– …O enfrentamos una “supuesta educación Siglo XXI” - EDUCACIÓN UNESCO #6B

Pido perdón que en el subtítulo esté enfocando como “supuesta” la educación actual que proponen ilustres y preocupados educadores; algunos de ellos no son conocidos por quien escribe, pero eso no quiere decir que sean ignorados o malos. A lo que voy y espero entiendan mi punto, es que he encontrado en mi análisis que aun no hemos tocado fondo con el verdadero problema de la educación.
Con la “Educación del Siglo XXI” se están atacando los síntomas del problema de la Educación y su crisis: abandono de los estudios, bajo rendimiento, fastidio en las clases, desmotivación, ofertas más atractivas en el campo de trabajo, profesionales con poca preparación, etc. Con esos nuevos métodos se está logrando subir la calidad del conocimiento adquirido por los alumnos. Sin embargo, como hemos visto en la primera parte de este capítulo, aun no se cubre toda la moderna tecnología que hay y la que está por venir a la vuelta de la esquina ¿Es este todo el problema? ¿Se soluciona así? No, esta solución es un espejismo, el problema subsiste. Y volvemos a la pregunta del capítulo anterior ¿Para qué educamos?
Supongamos que logramos encontrar una educación donde los alumnos aprendan con entusiasmo, la mayoría de los conocimientos, y que los mismos sean los más actuales. Que los alumnos se gradúen con notas excelentes y sean felices empleando sus conocimientos en su vida profesional y ganen mucho dinero. Además, sepan emplear la tecnología de punta y emergente de forma magistral.
Ya estamos asomando pistas de que en este documento no todo es dominio, conocimiento y manejo de tecnología. Veamos fragmentos de los párrafos al comienzo de esta sección
(#53 a #56) proteger al ciudadano y asegurarle un mínimo de garantías jurídicas (y) la de sacar el mejor partido de sus capacidades virtuales, es necesario que las colectividades puedan organizar democráticamente las prioridades y las disciplinas necesarias, lo que supone hombres suficientemente instruidos, informados y conscientes.
A esto se le añade el siguiente párrafo.
(57) Es preciso que el hombre nuevo sea capaz de comprender las consecuencias globales de los comportamientos individuales, de concebir las prioridades y de asumir las solidaridades que componen el destino de la especie. Un crecimiento orientado a la calidad de la vida y a la busca (búsqueda) de los equilibrios humanos no puede ser sólo obra de los gobiernos, agobiados por sus problemas de gestión y a menudo enredados en sistemas de prejuicios. Sólo la opinión pública de los países, si llega a formar una opinión mundial, podrá imponer medidas tan simples y tan evidentemente necesarias, pero indefinidamente eludidas, como la renuncia a las armas atómicas y la afectación a obras vitales de una parte de los créditos estérilmente invertidos en la preparación de guerras. Para que la inteligencia popular pueda acceder a esta función, que está a su alcance, es preciso que tome conciencia de sí misma, de sus aspiraciones, de su fuerza, que se «des-fatalice» y, si puede decirse, se «des-resigne», y esta seguridad psicológica sólo puede dársela una educación ampliamente abierta a todos.
(58) Se trata, pues, por una parte, de reforzar la exigencia de la democracia, que aparece ahora como el único medio de impedir que el hombre se convierta en esclavo de la máquina y como el único estado compatible con la presunción de dignidad que implican los logros intelectuales de la especie; de desarrollar el concepto mismo de democracia, que ya no podría estar limitado a un mínimo de garantías jurídicas protegiendo al ciudadano de la arbitrariedad del poder en una sociedad de subsistencia, sino que debe permitirle participar en las responsabilidades y en las decisiones inseparables de una sociedad promocional; por otra parte y paralelamente, sería el único medio capaz de reforzar la exigencia de educación, pues la relación de igualdad democrática no podría existir —o seguir existiendo- entre clases separadas por una desigualdad de instrucción demasiado grande, y de recrear el objeto y el contenido de la educación teniendo en cuenta a la vez los nuevos caracteres de la sociedad y los nuevos caracteres de la democracia.
(59) Esta es la razón de que la Comisión haya insistido en el hecho de que la educación debe ser considerada como un sector político, en el que la importancia de la acción política es particularmen¬te decisiva.
Por tanto, la escuela debe permitir que dentro de la actividad escolar se ensaye el juego político, sin exagerarlo, pero que permita que los actores de las futuras generaciones ensayen esa parte importante de la vida social y en cuyo caso, los educadores, serían catalizadores de ese juego político, para que se dé verdaderamente bien, corrigiendo los errores que surjan.
(60) Como estas exigencias nacen, al menos en su nuevo vigor, de la Revolución científica y técnica, es preciso además que en toda acción educativa se ponga el énfasis:
— por una parte, en una concepción común que se podría calificar de humanismo científico. Es decir, una concepción humanística, ya que coloca en el centro de sus preocupaciones al hombre y su pleno-ser, concebido como una finalidad; una concepción científica, toda vez que el contenido del humanismo quedará definido —y por tanto enriquecido— por todo lo que la ciencia continuará aportándonos de nuevo en el dominio de los conocimientos sobre el hombre y el mundo;
(61) — por otra parte, sobre la tecnología, es decir, la aplicación sistemática de la ciencia, y, de un modo general, del conocimiento organizado, a tareas prácticas y concretas, permitiendo al hombre no sólo comprender mejor los procesos objetivos que le rodean, sino sobre todo asegurar mejor la eficacia de su acción global.
(62) Esta es la razón de que la Comisión haya considerado como esencial que la ciencia y la tecnología se conviertan en los elementos omnipresentes y fundamentales de toda empresa educativa; que ellas se inserten en el conjunto de las actividades educativas destinadas a los niños, a los jóvenes y a los adultos, a fin de ayudar al individuo a dominar no sólo las fuerzas naturales y productivas, sino también las fuerzas sociales, y al hacerlo adquirir el dominio de sí, de sus elecciones y de sus actos; finalmente, que ellas ayuden al hombre a impregnarse de espíritu científico, de manera que promueva las ciencias sin convertirse en su esclavo.

¿Quién le pone el cascabel al gato? O, con más precisión… ¿Quién va a domar la fiera que hay dentro de cada ser humano? Sigo subrayando, tomando las palabras del documento: “a fin de ayudar al individuo a dominar no sólo las fuerzas naturales y productivas, sino también las fuerzas sociales, y al hacerlo adquirir el dominio de sí, de sus elecciones y de sus actos.” ¿Cómo se va dar esto? Lamentablemente el documento no hace énfasis en esa enseñanza humanista, es más, subraya que al hacer (que) la ciencia y la tecnología se conviertan en los elementos omnipresentes y fundamentales de toda empresa educativa, eso bastará para que por obra de magia – y no lo digo a modo de burla, con todo respeto – se dé esa educación humanista y humana. Pero subrayo la pregunta con la cual comenzamos este capítulo:
¿Qué es lo que falta en la educación, que no se está dando? No parece obvia la respuesta, por lo que es necesario extenderse, de eso se trata la próxima sección, pero sí nos atrevemos a decir, que si aún le faltan elementos imprescindibles para evidenciarse como una educación futurista, es válido que la tildemos de “supuesta educación siglo XXI”.

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