Milagros de una virgen costurera 2
-Charles Spurgeon-
Salió del cuarto que ni puerta tenía y preguntó al campesino, donde se entregaba la costura; este le indicó la casa, de la señora de un almacén en el pueblo; también le dijo, ve y vuelve, si quieres ayúdame con mis labores y un dinerito obtendrás.
La dueña de la costura, estuvo contenta con los excelentes terminados y le entregó unas monedas, según lo acordado. Dame otra docena, dijo el joven, estoy aprendiendo a cocer, lo haré medio tiempo y otro medio, le ayudaré al campesino, para que o me cobre renta. En la noche oró a la virgen así: ¡sé que existes, gracias por la costura, si me sigues ayudando de hambre no moriré, enséñame o dime como te puedo pagar!
La tierna voz le susurró: ¡duerme, sé que estás cansado, ir y regresar al pueblo de a pie, está bastante lejos! Leo durmió profundamente, además le ayudó al campesino a guardar el ganado. A la mañana siguiente, lo despertó un suave murmulló, de la misma tierna voz de la imagen, diciéndole: -cerca de aquí, hay dos niños abandonados todo el día, prepara comida todos los días, y vas y les llevas, además comprale leche al campesino y les dejas-
Yo te ayudaré con las costuras, mientras aprendes a cocer. Y así fue como Leo eliminó la tristeza e inició a vivir un tiempo de esperanza en comunión con la imagen que aparecía pocas veces a la semana. La dueña de la costura envió espías, para averiguar como hacía ese niño, para cocer tan perfectamente las prendas. Dos eran los enviados, y montaron vigilancia, de noche y de día.
Quedaron asustados al ver que aquella vieja máquina sola se movía y que bien cocía; ¡estamos presenciado un milagro y arrodillándose, sólo reían!
-Los milagros quizás existan, eso depende de quién los viva; ¡porque para algunos pueden ser pura fantasía!