La aventura del lago Engaño

Un día espectacular sin nubes que no presagiaba lo que ocurriría a la noche

Doce años atrás junto a un amigo organizamos una excursión para el mes de marzo a un pequeño lago sobre el que habíamos averiguado que era un excelente pesquero de Fontinalis, una de las variedades de trucha (en realidad es un salvelino) que fueron introducidas en nuestro país allá por el año 1903/04 y que se adaptaron muy bien a nuestros espejos de agua.

A través de mi gran amigo que vive en Esquel contactamos a un pescador veterano que en otros tiempos fue guía de pesca quien conocía muy bien la zona y que gentilmente se ofreció a acompañarnos.

Fuimos en micro en un viaje que demandó casi 24 horas con trasbordo en la ciudad de Bariloche; en Esquel nos esperaba Néstor (tal era el nombre del guía) y Horacio, mi amigo que vive allí y quien recién viajaría hasta el campamento un día después debido a su trabajo.

Néstor había alquilado una camioneta 4x4 y la cargó con todo lo necesario como para pasar tres días de campamento en un lugar donde no hay nada. Llevaríamos tres carpas, cuatro bolsas de dormir, un generador eléctrico, comida para los tres días y el bote con motor para navegar y desplazarnos por el lago.

La mañana siguiente

En el viaje de 180 km. pasamos por Trevelin, Corcovado para finalmente abandonar la ruta 44 y entrar por un camino de tierra en muy mal estado para hacer los últimos 8 kilómetros hasta el lugar elegido. Como dije solo fuimos 3 personas: Néstor, Mario y yo, Horacio viajaría al día siguiente debido a sus compromisos laborales.

El viaje fue muy placentero y Néstor aprovechó para contar la historia del nombre de ese lago y de otros tres cercanos, ellos son: Berta Inferior, Engaño, Berta Superior y Falso Engaño, hay todo un cuento sobre los nombres que no viene al caso profundizar en estos momentos, lo cierto es que esos son los nombre aunque hay una versión donde se cambia el nombre de Berta Superior por Macho de la Berta.

El día se presentaba hermoso, sin nubes y fresco, como corresponde a la época del año y la ubicación tan al sur, apenas llegamos armamos las carpas, lanzamos el bote al agua y nos fuimos a pescar.

La pesca resultó excelente, muy buenas fontinalis pese al corto tiempo que dispusimos, volvimos con un poco de luz para terminar de armar el campamento, poner luces y cocinar. Cuando estábamos llegando vimos que en el pequeño muelle que hay en el lugar una persona nos esperaba, era un guarda fauna de la zona que requirió nuestros permisos de pesca e inspeccionó el bote por si habíamos matado algún ejemplar (cosa que no hicimos sino que devolvimos todas a su hábitat sin daño).

El lago y el trailer de transporte de la embarcación

Luego de hablar un rato con nosotros y preguntarnos hasta cuando nos quedaríamos vino la mala noticia: La temporada en ese lago ya había finalizado y no podíamos quedarnos. Ninguno de nosotros había leído el reglamento y acostumbrados a que siempre la temporada cierra el 30 de abril nos confiamos, pero como en ese lago solo hay esa variedad de peces y ellos desovan más temprano, la temporada cierra más temprano.

Reglas son reglas y solo le pedimos que nos dejara pasar la noche y al día siguiente nos iríamos, accedió de buen grado porque ya estaba oscureciendo.

Lamentándonos de nuestra mala suerte esa noche hicimos un buen fuego y cocinamos un costillar de vaca a la parrilla mientras discutíamos nuestras opciones, buscaríamos otro lugar donde pasar los días restantes, probablemente en el Lago Vintter/Palena, otro excelente lugar de pesca que si estaba disponible para pescar hasta el 30/04.
Esa noche nos fuimos a dormir pensando en levantarnos temprano, desarmar el campamento y volver hasta Corcovado donde debíamos esperar a mi amigo Horacio que llegaría al mediodía desde Esquel, vendría de acompañante de un operador turístico que traería turistas a practicar rafting en el río Corcovado.

Un chaleco de pesca que quedó colgado a la intemperie

A la mañana siguiente, bien temprano me desperté con una sensación de frío extremo, abrí el cierre de la carpa y lo que vi me causó una gran sorpresa, estaba todo nevado, la carpa y todo el sector de camping tenía 20 centímetros de nieve acumulada y nosotros no habíamos escuchado nada.

Nos levantamos prendimos un fuego para mitigar el frío y comenzamos a desarmar todo, hasta ahí nada presagiaba lo que iba a ocurrir: cuando fuimos a encender la camioneta no quiso arrancar y para colmo de males no podíamos empujarla porque el camino que termina junto al lago era en bajada, había que olvidarse de empujar entre tres y hacia arriba un vehículo de 2 mil kilos y con 20 centímetros de nieve en el piso.

La camioneta del capataz del grupo de leñadores que nos rescató

Entonces nuestra única esperanza era que pasara alguien por el camino principal que estaba a tan solo 50 metros, esperamos y esperamos y seguimos esperando hasta que nos convencimos que sería muy difícil que por esos lugares alejados del mundo pasara alguien, y menos un sábado.

En un momento me pareció escuchar una motosierra así que comencé a trepar hasta el camino principal y luego un pequeño cerro, cuando llegué a la cima pude ver del otro lado, bastante lejos, una camioneta vieja y varias personas cortando madera. Bajé hasta donde estaban y les comenté sobre nuestro problema, el capataz me dijo que en un rato vendría a ayudarnos.

Encendimos un fuego para contrarrestar el frío

Volví con la buena noticia y esperamos, efectivamente el hombre era de palabra y al poco rato llegó, la batería de su vehículo no nos servía porque era de nafta y la nuestra de gasoil así que con una cuerda remolcamos nuestra camioneta hasta el camino principal y nos empujó varias veces pero no arrancó, estaba todo el circuito de combustible congelado así que juntamos ramas y prendimos un fuego debajo del motor, yo tenía mis dudas sobre si ese procedimiento era seguro pero todos coincidieron en que el gasoil no prende con el fuego, por las dudas me alejé un tanto de la zona.

El hecho es que finalmente el método funcionó y la camioneta encendió, yo estaba muy preocupado por mi amigo Horacio ya que hacía rato que el mediodía había pasado y suponía que estaría muy preocupado pensando en que nos podría haber pasado algo.

La camioneta estaba un tanto herida, no funcionaba bien pero nos llevó hasta Corcovado donde nos enteramos que la tormenta de nieve había sido tan intensa que el operador turístico suspendió el rafting y finalmente mi amigo no viajó.
Como todo nos había salido mal y hasta la camioneta no respondía decidimos retornar a Esquel, ya nos la arreglaríamos para pescar por allí, el Engaño quedaría para otra oportunidad.

Una última foto de los carteles para no olvidar la aventura

Doce años después recuerdo la anécdota con cariño, fueron momentos duros de gran incertidumbre que finalmente terminó bien. Nunca más he vuelto a pescar al Engaño pero espero que en el tiempo que me quede pueda retornar por una merecida revancha.

Todas las fotografías son de mi propiedad.
Héctor Gugliermo

@hosgug