Resistirse a lo Prohibido - Capítulo 2

in #erotismo6 years ago

Ninguno de los dos dice nada en todo el trayecto a casa, pero mi mente
comienza divagando a esa noche, la noche en que mi mundo empezó a complicarse.
Y antes de que me de cuenta, el recuerdo me golpea como una bofetada
que no puedo esquivar.
Camino por el invernadero, oliendo los deliciosos aromas de las rosas.
Amaba este lugar, amo las rosas. De repente siento un ruido a mi espalda y
me giro, para ver al Sr. Black dirigiéndose hacia mí, vistiendo un pantalón de
chándal y una camiseta. Su mirada puesta en mí.
—Lo siento Natalie, no quise asustarte
—No hizo, solo pensé que estaba sola
—Te vi caminar hasta aquí y me preocupé ¿No deberías estar adentro?
—No podía dormir, siempre me ha gustado este lugar así que vine a
observar un poco —musito—. ¿Está mal? —él sacude la cabeza.
—¿Te gustan las flores?
—Me encantan —exclamo—. Es una suerte que la Sra. Black tenga
este lugar y pueda atenderlas, debe ser relajante —él hace una mueca.
—Camila no entra a este lugar, es la Sra. Linda quien las atiende de
vez en cuando
—Oh —muerdo mi labio—, eso es una verdadera lástima —él asiente.
—Como lo es que seas tú quien muerda ese labio —me congelo en mi
lugar.
—Lo siento ¿Cómo dice?
Él sonríe. La luz de la luna que entra por los cristales lo hace ver mucho
más guapo. Se acerca con lentitud a mí y me toma de las caderas. Un jadeo
se escapa de mis labios cuando siento su erección, en el momento en el
que alzo la vista para protestar sus labios capturan los míos. Mis manos se
vuelven puños en su pecho mientras todo mi cuerpo se vuelve gelatina gracias
al contacto de sus labios contra los míos. Sus manos se desplazan a mi trasero
y lo estruja, haciéndome dar un grito ahogado por la sorpresa lo que él toma
como oportunidad para introducir su lengua.
Esto está mal. Sé en muchos niveles que esto está mal pero que arda en
el infierno si no se siente bien.
Mando al diablo los pensamientos de que está mal en el momento en
que subo mis manos a su cabello y tiro de este aun más cerca de mí. Sus manos
calientes acarician mi piel bajo la camiseta de pijama y luego tira de esta por encima de mi cabeza. La brisa fría que nos rodea hace a mis pezones endurecerse
al instante.
Una sonrisa atraviesa su rostro.
—Sin sujetador, me gusta —susurra ahuecando mis pechos.
—Sr. Black esto…
—Shhh —me calla—, Neal para ti pequeña
—Neal esto… —gimo cuando pellizca mis pezones—, esto no está bien
—Te diré que no está bien y en este momento es que no estamos
haciendo mucho
Mira a ambos lados y de repente me lleva hasta una silla, se sienta y
me sienta a horcadas sobre él. Su erección hace que mi pantalón de chándal
haga fricción en mi clítoris y un gemido se escapa de mis labios sin poder
evitarlo.
—¿Sientes eso? —asiento—. La tengo así desde que cruce esa puerta
—Neal
Sus labios se vuelven a cernir sobre los míos, mientras continúa atormentando
mis pezones con sus dedos hasta que ya no le es suficiente. Baja sus
labios y succiona un pezón con ellos. Mi espalda se arquea al instante y dejo
caer mi cabeza hacia atrás por el placer que sus acciones conllevan.
—Me encantan tus pechos Natalie
Su mano izquierda baja a mi vientre, bajo el pantalón de chándal y mis
bragas. Me estremezco al primer contacto de sus dedos con mi clítoris.
—Siento tu humedad Natalie, me gusta. Me gusta mucho pequeña
Mis caderas se mueven incitándolo a más y él no lo duda ni un instante.
Un dedo se introduce en mi resbaladizo interior mientras con sus labios
hace un camino de besos desde mis pechos hasta mi cuello. Luego se traga
mis gemidos mientras mueve dos de sus dedos dentro y fuera de mí.
Los movimientos van aumentando, mis caderas se mueven más rápido
y mis gemidos son más fuertes mientras siento todo el placer acumularse en
mi interior. Una leve presión de su dedo pulgar en mi clítoris y me deshago
por completo en su mano. Me corro silenciosamente mordiendo mi labio inferior
para no gritar y mientras los espasmos de mi reciente orgasmo se desvanecen
empiezo a ver con claridad lo que acaba de pasar.
—Oh Dios —jadeo—, esto… esto está mal. ¡Maldición! —me quito
rápidamente de encima de él y busco mi camiseta—. ¿Cómo…? ¿Por qué demonios
me hiciste hacer eso? —espeto una vez ya estoy vestida.
—Yo no te obligué a nada pequeña, y si no me equivoco lo disfrutaste
bastante —las lagrimas se acumulan en mis ojos.
—¡Por Dios! Soy la mejor amiga de tu hija ¡La novia de tu hijo! ¿Qué
está mal contigo?
—Lo mismo que contigo Natalie. Si te hubieras negado, hubiera parado
—Casi tenemos sexo —susurro—. ¿Qué está mal en mí? Tú y yo no
podemos…
—Shhh —rápidamente se acerca a mí y me abraza. Intento zafarme
pero no me deja—. Te dejaste llevar por algo que deseas, porque sé que me
deseas Natalie, como yo a ti y la única razón por la que en este momento no
estamos teniendo sexo es porque tienes diecisiete años. Soy abogado, conozco
las leyes
—Soy una horrible persona —susurro.
—No, no lo eres ¿Está bien? —se aleja un poco de mí sin dejar de mirarme—.
Te gustó, sé que te gustó. Así que no te hieras a ti misma por algo
que iba a pasar tarde o temprano
—¿Qué? —él sonríe.
—Llevas mucho tiempo gustándome pequeña. Mi hijo se adelantó pero
ahora seré yo quien te demuestre lo divertido que es estar con un Black —me
da un casto beso en los labios y se aleja hacia la casa.

El auto se detiene haciéndome entender que hemos llegado, pero ninguno
de los dos baja del auto que ya está apagado. El silencio es incomodo,
por supuesto que es incomodo. No lo había vuelto a ver desde esa noche y yo
realmente no sé qué decir.
Aquella noche me había sentido mal, había engañado a mi novio con su
padre. No tuvimos sexo pero me corrí en su mano, me tocó donde se supone
ningún suegro debe tocar a su nuera. Pero a pesar de que sé que está mal —en
muchos, muchos sentido— la parte más retorcida de mí quiere repetirlo.
Demonios si, sé que está mal. Pero no puedo negarlo, él me atrae; mucho.
Desde que lo conocí pero nunca pensé que esa atracción fuera correspondida.
Siempre pensé que era una fantasía estúpida pero estaba ahí, la atracción,
las ganas. Quería que volviera a besarme a tocarme y no puedes luchar con
algo que tu cuerpo pide a gritos ¿O sí?
Mi puerta se abre.
—¿Bajas?
Tomando una profunda respiración, bajé del auto.
Ambos entramos a la casa en silencio de nuevo ¿Qué no tenía nada que
decirme?
—Has estado muy callada
—Sinceramente, no sé qué decir —admito.
—Puedes empezar por explicarme porque has estado evitándome el
último mes —me quito el bolso y lo coloco sobre el mueble.
—No te he estado evitando —él enarca una ceja cruzándose de brazos,
haciendo que sus bíceps se tensen ¿Por qué tiene que ser tan guapo?—. De
acuerdo, si lo he estado haciendo
—Eso no es lo que quiero saber y tú lo sabes. La pregunta aquí es ¿Por
qué?
—¿Por qué? —río secamente—. ¡Por lo que hicimos! Sabes perfectamente
lo mal que eso estuvo. No pude siquiera hablar normalmente con Derek
después de eso, ni siquiera he podido…
No sigo hablando.
—¿Qué no has podido Natalie? —sacudo la cabeza—. Natalie
No he podido estar con Derek sin que él esté en mi cabeza. Para mi
suerte, Derek solo había venido un fin de semana pero estuvo encima de mí
todo el tiempo. No pude negarle sexo porque podría sospechar algo, pero todo
el tiempo me sentí culpable porque en todo momento tenía Neal en la cabeza.
—Natalie —repite severamente.
—Me he sentido culpable cada vez que beso o tengo relaciones con
Derek
Neal se acerca a mí a paso lento. Retrocedo hasta que mi espalda toca
la pared y el aprovecha esto para acorralarme. Cierne su cuerpo sobre el mío y
acaricia mi mejilla con sus nudillos. Inmediatamente mi cuerpo reacciona a su
toque, mis pezones se endurecen y mi clítoris palpita.
Soy demasiado débil.
—Me aseguraré de quitarte esa culpabilidad pequeña —rosa sus labios
con los míos mientras habla—, no creo que te queden muchas ganas de estar
con Derek después de hoy —atrapa mi labio inferior con sus dientes y tira de
este—. Ya no hay nada que pueda detenerme —ladea la cabeza hasta que sus
labios hacen contacto con mi oreja—, porque hoy, estás cumpliendo dieciocho
años
Mis ojos se abren.
—¿Qué? —él sonríe.
—¿Lo has olvidado? Hoy es veintidós de enero
No, no puede ser ¿Se me olvidó mi propio cumpleaños? Un momento
¡Mi papá olvidó mi cumpleaños! Todos olvidaron mi cumpleaños, bueno no
todos.
Aquí está Neal, el hombre que se supone no debo tener en mente jamás
—aunque mi cuerpo lo pida a gritos así sepa que no debe hacerlo porque está
prohibido por muchas razones— y ha sido el único en recordarlo.
—¿Cómo es que te acuerdas de mi cumpleaños? —pregunto.
—Porque algo bueno puede salir de esto para ambos
—¿Ah, sí? ¿Qué cosa según tu?
Sonríe en respuesta, una sonrisa sardónica. Se mueve más cerca de mí,
apretado, muy apretado, haciendo que sienta su erección. Sus labios besan la
sensible piel de mi cuello enviando escalofríos por todo mi cuerpo y una de
sus manos llega a mi trasero y lo aprieta, la otra ahueca mi sexo.
Gimo.
—Estás mojada ¿Verdad? —¿Acaso puede saber eso por medio de mi
jean? ¿Tanta es mi excitación?—. Natalie, no me gusta que no me respondan y
tú lo haces a menudo
—Si, estoy mojada —él ríe volviendo a estar a mi altura.
—Lo sé
—Si te molesta que no te responda, deberías tener la misma cordialidad
—¿Aun no te has dado una idea de lo que quiero? —claro que lo hacía
pero quería que él lo dijera, eso… lo haría más real.
—Dilo —exijo.
—Alguien aquí es mandona —él sonríe antes de besarme—. Me gusta,
me gusta eso ¿Eres así de mandona en la cama?
—Responde Neal —Neal vuelve a reír.
—De verdad me gusta —se acerca a mi cuello y lame este para luego
succionar el lóbulo de mi oreja.
Mis piernas tiemblan como gelatina y estoy segura de que si no fuera
porque él está sosteniéndome, en este momento estaría en el suelo hecha un
desastre.
—¿Quieres saber que quiero Natalie? —asiento—. Quiero sexo, y tú también
lo quieres

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