Érase un joven aventurero y solitario llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo de las costas del pacifico, jugaba siempre a la orilla del muelle entre los barcos imaginando ser el capitán de uno de ellos, dando órdenes para atravesar el océano a toda marcha. Ahí estaba, pincelando con sus palabras las tareas de los tripulantes, leven ancla, alcen velas eran las más usadas, entre esos gritos de mando, un señor se le acerca y dice -¡hola amigo, ¿Cómo te llamas?¡. -¿Te gusta navegar?, él contesta inmediatamente -¡Me llamo Juan, -claro, yo seré el mejor capitán de los mares, ¡ el señor le responde –yo soy José, te invito a ser parte de mi tripulación. –Acepto con todo gusto, -responde Juan.

Luego de aquel encuentro, Juan le cuenta sobre su vida al señor y le hace saber que él es huérfano desde pequeño y por eso vivía en el muelle, el señor José entiende y considera la situación, José le explica un poco sobre el barco de su propiedad y las tareas de pescador que hacen, le comenta que ese día deben zarpar mar adentro y luego irían hacia otros lugares del mundo. Listo para abandonar el muelle, Juan promete volver algún día al lugar que lo vio crecer.

Emprenden viaje, José quien es el capitán del barco, enciende motores y dirige el timón con destino al Este. Juan está alegre cumpliendo funciones de asistente del capitán para aprender sobre ese rol, pasaron los días y todo iba marchando con total normalidad, la pesca solía ser satisfactoria y los viajes sin muchos contratiempos, ya Juan era un experto como timonel.

Pasaron 10 años desde aquel día en que Juan salió del muelle al que siempre recordaba, él decide regresar después de ese tiempo de ausencia y con gran entusiasmo dirige al barco a esa dirección. Una sorpresa se llevó, el muelle estaba devastado y en el olvido, solo un barco cubierto de oxido hacía del ahora desolado lugar. Un morador ve a Juan y a pesar de los años sin verlo, lo reconoce e inmediatamente le cuenta sobre el triste cambio, una fuerte tormenta pasó por el pequeño pueblo arrasando con todo lo que había, muchos decidieron irse para no volver mientras otros solo viven con lo que dejó la tormenta.

El joven Juan, entre llanto como si fuese aún un niño, no puede aceptar que su único recuerdo de la niñez haya caído en el abandono, corre por la orilla del muelle angustiado para rememorar aquellos momentos pero ya nada es igual. En eso, se detiene y dice.